DiócesisHomilías Mons. Dorado

Solemnidad del Apóstol Santiago

Publicado: 25/07/2004: 873

Solemnidad del Apóstol Santiago

25 de julio de 2004

1.- Celebramos la fiesta del Patrono de España, el pescador de Galilea que dejó las redes para seguir a Cristo y fue el primero de los apóstoles en derramar su sangre por la Verdad del Evangelio, como nos ha recordado la Primera Lectura.

El testimonio de quien estuvo cerca de Jesús como discípulo –le acompañó con asombro y admiración y dedicó toda su vida a comunicar lo que había visto y oído- fortalece nuestra fe, da seguridad a nuestra esperanza y alienta nuestro espíritu de caridad. Somos herederos de una rica herencia espiritual que ha de definir nuestra identidad cristiana y dinamizar su vitalidad para responder a la vocación a la santidad.


2.- Desde que el Evangelio de Jesucristo llegó a nosotros, por la mediación de Santiago, sus frutos se han ido manifestando en la honradez moral e intelectual, en la defensa de la familia, en la acogida de los necesitados material y espiritualmente, en la valoración de la dignidad de la persona humana y en la construcción de una convivencia pacífica sobre la base de la verdad, la justicia, el amor y la libertad, respetando fielmente el orden establecido por Dios. Nos sentimos responsables de esta herencia cristiana, que debemos mantener de forma renovada y efectiva sobre todo cuando se hace más difícil la propia fe en un contexto social y cultural donde la visión cristiana del hombre, de la vida y del mundo, se ve frecuentemente ridiculizada y amenazada.


3.- Exigencias de nuestra fe.

“Creí, por eso hablé” (2 Cor 4, 13), nos ha dicho San Pablo. Hoy parece que lo obvio y lo razonable es no creer. Y por eso, sólo una fe firme, que bebe de las fuentes de la palabra de Dios y de la Tradición de la Iglesia, que se convierte en nueva vida e inteligencia renovada de la realidad, puede hacer que los cristianos seamos efectivamente capaces de resistir el laicismo y la secularización. La fe nos llena de esperanza y nuestra esperanza es Cristo, nuestro Salvador, que nos da a conocer a Dios. Y el verdadero conocimiento de Dios comporta el verdadero conocimiento del hombre, creado a su imagen y semejanza. El hombre logrará una vida más auténtica, plena y feliz si tiene a Dios como centro de su existencia: Él es fundamento y garantía de la verdadera libertad, la fuente de nuestra conducta moral y la referencia ineludible sobre el valor y el futuro de nuestra vida. Ser cristiano es gracia de Dios y no mérito nuestro. En nuestra sociedad, afectada por actitudes neo-paganas, igual que “los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor con mucho valor”, los cristianos tenemos la responsabilidad de dar testimonio gozosamente de nuestra fe con libertad, coherencia y sencillez, viviendo en espíritu de conversión y en actitud de servicio. No podemos ceder a la tentación de la ambición ni al fatalismo de la sumisión, conscientes de que el espíritu del Evangelio suscita no pocas veces rechazo y persecución: “¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de “ese” (de Jesucristo)?”.”Pero hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Es la hora de la fidelidad en la que estamos llamados a resistir a las incomprensiones y a los halagos, no ignorando que “llevamos este tesoro en vasos de barro”, envuelto, no en atractivas mediaciones culturales ni en eficientes medios propagandísticos o de poder, sino en la debilidad del amor y del servicio que explica la muerte y la Resurrección de Jesús.


4.- Misión de la Iglesia.

En un ambiente en que la Iglesia no es ni social ni moralmente valorada, y en medio de las sospechas, incomprensiones y actitudes que se manifiestan contra ella, la Iglesia y los cristianos hemos de proclamar la verdad de Cristo con claridad  y confianza. El mejor servicio que puede prestar al bien común de la sociedad es ser ella misma, sin recortar, alterar o acomodar al gusto y a las pretensiones de los hombres de cada época y de cada lugar, el Evangelio de Jesús. Cuando ofrece a sus fieles la gracia sacramental, los forma a través de la catequesis, en la familia, en la parroquia y en la escuela, y los acompaña espiritualmente, la Iglesia está contribuyendo al desarrollo cultural y social de la nación en que viven. La comprensión de las realidades humanas, a la luz de la fe, permite a la sociedad descubrirse tal y como es: sujeta a error y limitada, pero infinitamente amada por Dios y arraigada en este amor.

Confiados en la bondad de Dios y en la intercesión del Apóstol Santiago, renovamos la oración con la que hemos comenzado la Santa Misa de hoy:

“Dios todopoderoso y eterno, haz que por el martirio del Apóstol Santiago, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos”.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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