DiócesisHomilías Mons. Dorado Boda de Álvaro y Fátima Publicado: 21/08/2004: 912 Boda de Álvaro y Fátima 21 de agosto de 2004 1.- “No tengáis miedo; abrid las puertas a Cristo”. Es el grito que, desde el comienzo de su pontificado, repite con frecuencia el Papa Juan Pablo II. Escuchadlo hoy vosotros, queridos Álvaro y Fátima, en el día de vuestro matrimonio, como una invitación a “abrir las puertas a Cristo”. Las puertas: - de vuestra propia vida, - de vuestro matrimonio, y - de vuestro futuro hogar. Abrid las puertas a Cristo si queréis que Él dé plenitud a vuestra vida, sentido y estabilidad gozosa a vuestra familia y a vuestro hogar, porque desde nuestra fe cristiana vivimos la convicción de que solamente en Cristo el hombre encuentra el sentido pleno de su existencia. 2.- San Pablo dice que el matrimonio cristiano es “casarse en el Señor” (1 Cor 7, 39). Decir que el matrimonio es un sacramento significa que es un lugar de encuentro personal con Jesucristo. El Concilio Vaticano II ha definido el matrimonio cristiano como una “comunidad conyugal de vida y de amor que se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre el recíproco consentimiento personal e irrevocable”. Eso significa que el matrimonio es: - fruto del amor de Dios: Él lo hace posible. - y signo del amor de Dios y de su vida. Vuestro matrimonio y vuestro hogar serán cristianos en la medida en que Cristo esté habitando entre vosotros. Su presencia en vuestro amor de esposos y en medio de vuestro hogar debe ser una presencia creciente si cultiváis los caminos del encuentro con Él: - en la Palabra-oración, - en la Eucaristía, - en los pobres. En la medida en que, en vuestra vida personal y como pareja, viváis la presencia de su amor, podréis crear en vuestro hogar un clima religioso en el que vuestros hijos descubran a Jesús como Aquel que ha de dar sentido y plenitud a su vida. Sintiéndoos inmensamente amados por Dios en Jesucristo, podréis reflejar en vuestro amor generoso a vuestros hijos, el amor que Dios les tiene y decirles la mejor palabra religiosa que unos padres pueden decir a su hijo: “Dios te ama”. Que los hijos vivan la experiencia de sentirse inmensamente amados por Dios, a través de unos padres que desde Cristo les aman, es la mejor herencia que pueden recibir. 3.- La espiritualidad del matrimonio y de la familia, es una espiritualidad de comunión. Significa, ante todo: 1. Una mirada del corazón, sobre todo hacia el misterio de la Santísima Trinidad que habita en nosotros y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. 2. Espiritualidad de comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la profunda unidad del Cuerpo Místico, y por tanto, como “uno que me pertenece”, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y para atender a sus necesidades, para ofrecerle una profunda y verdadera amistad. 3. Espiritualidad de comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un “don para mí”, además de ser un don para el hermano que le ha recibido directamente. 4. En fin, espiritualidad de comunión es “saber dar espacio” al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad, ganas de hacer carreras, desconfianzas y envidias. Acudir a esta celebración con la suficiente preparación y unas disposiciones personales suficientemente claras y sinceras para VIVIR EL SACRAMENTO: - como una verdadera celebración de la gracia de Dios, - acogida con fe, - como principio de una nueva vida. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Solemnidad del Apóstol SantiagoSolemnidad de Todos los Santos Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir