DiócesisHomilías Mons. Dorado

Encuentro sacerdotal

Publicado: 14/06/2001: 795

Encuentro sacerdotal

Málaga, 14 de junio de 2001


1.- “… Hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés”. (NMI, 40).

En el texto de San Pablo que hemos leído (Col 1, 1-13), después de mencionar las tres virtudes fundamentales de la vida cristiana: fe, amor y esperanza, dice que “el Evangelio fructifica y crece tanto en vosotros como en el mundo entero, desde el día en que conocisteis y experimentasteis la gracia de Dios en toda la verdad” (Col 1, 6).

La encíclica Redemptoris Missio, recogiendo la experiencia evangelizadora de los orígenes (“lo que hemos visto y oído… os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros…”), afirma que la evangelización se concreta en “transmitir a los demás la propia experiencia de Jesús” (n. 24 y Cfr. Todo el cap. VIII sobre “espiritualidad misionera”). Y añade que “el misionero es un testigo de la experiencia de Dios” (RM 91 b). Como decía Pablo VI en EN, 76: “el mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente como si estuvieran viendo al Invisible”.


2.- Los documentos del Magisterio de la Iglesia y de los pastoralistas después del Vaticano II, al hablar de la Evangelización o “nueva evangelización”, insisten en dos grandes temas:

En primer lugar el problema más importante de la evangelización es el de la espiritualidad misionera del apóstol. “El evangelizador si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de forma creíble” (RM, 91). Ése es el contenido del último capítulo de la EN; y la afirmación del Papa que no duda en decir que “la perspectiva en que debe situarse el camino pastoral es la de la santidad” (n. 30); y añade a continuación que “hacer hincapié en la santidad es más que nunca una urgencia pastoral y poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias” (n. 31).

Y, en segundo lugar, se nos presenta la urgencia de esta espiritualidad como “experiencia de Dios” para responder a los desafíos de la nueva Evangelización.

No resulta fácil, en la reflexión teológica, aceptar términos sociológicos como es el caso de la “experiencia”, pero es un hecho de la Revelación cristiana constatado por Juan: “Lo que hemos visto y oído…” (Jn 1, 14 y 1ª Jn 1, 1-3).

La realidad existe (es decir, la experiencia de haber encontrado a Cristo); la naturaleza de la misma, queda siempre para el estudio teológico. Simplemente quiero constatar la insistencia en esta realidad de los documentos magisteriales actuales. Basten estos dos testimonios:

“El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir, como los apóstoles: “lo que contemplamos… acerca de la Palabra de la Vida… os lo anunciamos”.”. (RM, 91). Y por esto, “nota esencial de la espiritualidad misionera es la comunión íntima con Cristo” (RM, 88).

“Los hombres de nuestro tiempo nos piden a los creyentes de hoy no sólo “hablar” de Cristo, sino, en  cierto modo, hacérselo “ver”. Si la evangelización tiende al encuentro con Cristo, ello reclama, por parte del evangelizador, la propia experiencia del encuentro con el Señor”.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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