DiócesisHomilías Mons. Buxarrais «Pablo VI: un Pontífice humano, profundo y valiente» Publicado: 10/08/1978: 850 Homilía en el funeral por el Papa (1978) Queridos diocesanos: Ante la muerte de un ser querido, los cristianos nos reunimos para rezar por él y recordar sus gestos y palabras. La muerte, puerta de trascendencia, nos ayuda a situar en la historia a la persona que ha partido. Ella, libre ya de los condicionamientos temporales, parece ubicada en el espacio transparente de la objetividad. Por eso, hay personas cuya imagen crece después de morir, y se les sitúa en el lugar que les correspondía. ¿Admiración y simpatía denegadas? A los cuatro días de la muerte de Su Santidad el Papa Pablo VI su figura se agiganta, desvaneciendo prejuicios y acrisolando posturas. Porque, a mi parecer, a Pablo VI se le escatimó la admiración que un día gran número de católicos brindábamos a Pío XII, negándole también, en parte, aquel afecto de simpatía que sentíamos para con el Papa Juan. A pesar de todo, Pablo VI ha sido tan profundo y humano como sus antecesores. Hoy, pues, además de la oración, debemos rendirle el homenaje de nuestra admiración y afecto, como quien restituye algo que le correspondió. Sus gestos y su doctrina Los gestos de acercamiento hacia los hombres concretos son testificados por sus cinco grandes viajes: Tierra Santa, Asia, Portugal, Colombia y Sede de las Naciones Unidas. Cada viaje de Pablo VI quería ser el reflejo del gesto de Encarnación del Hijo de Dios que salva al hombre acercándose a él, siendo uno de ellos, desde su situación concreta. Junto al gesto, Pablo VI nos dio el caudal inmenso de su doctrina. Permitidme concretar algunas referencias doctrinales: El verdadero diálogo Ahora que a nivel de Estado los españoles dialogamos sobre la nueva Constitución, y, a nivel de Diócesis, damos los primeros y tímidos pasos para la celebración de la Asamblea del Pueblo de Dios en Málaga, conviene recordar las notas del diálogo, tal y como nos las describe Pablo VI en su primera encíclica «Eclesiam suam». El verdadero diálogo, dice el Papa, sólo se da cuando se fundamenta en la claridad, mansedumbre, confianza y prudencia. En estas notas tenemos la dialéctica de la verdadera sabiduría. (E.S. n.31-32) Si queremos avanzar, tanto a nivel de Estado, como a nivel de Iglesia Diocesana, es necesario saber compartir, a través del diálogo, dando y recibiendo a la vez. El diálogo es expresión de fraternidad evangélica. Lo que sobra a unos y falta a otros Creo que el punto álgido de la audacia y originalidad de Pablo VI lo encontramos en su maravillosa encíclica «Populorum progressio». Esta Encíclica es como el grito desesperado de los hambrientos y el clamor angustiado de los oprimidos contra unos sistemas económico-sociales que aplastan al hombre. De manera clara y enfática, enfrentándose contra lo que muchos habían defendido, Pablo VI nos dice: «La propiedad privada para nadie constituye un derecho incondicional y absoluto. Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario». (P.p. n.23) ¿Cabe un corrosivo mayor contra los sistemas económicos que directa o indirectamente apoyamos? Misión de la Iglesia Hoy se habla de reencontrar la identidad del cristiano, de la identidad de la Iglesia. Y no sin razón. Porque si es cierto que en el Evangelio y la Palabra de Dios los creyentes tenemos las eternas e indefectibles semillas de la verdad, también lo es que la verdad debe encarnarse, tomar fisonomía propia, en cada momento histórico. Y la historia ha sufrido últimamente profundos cambios. Pues bien: aquí también llegó la palabra lúcida y certera de Pablo VI. Me refiero ahora a la misión de la Iglesia, a su quehacer, y, por tanto, a su identidad. Porque ser y hacer son en ella una misma cosa. Así nos escribió el Papa en su carta apostólica «Evangelii nuntiandi»: «Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad». Con estas palabras Pablo VI nos quería decir que el Reino de Dios que esperamos como don definitivo en el más allá, empieza ahora y aquí. Por tanto, los cristianos que esperamos el Reino, lo vamos construyendo ya entre los hombres, extirpando, aun a costa de nuestras propias vidas, todo aquello que sea mentira, injusticia y maldad. Profundo, humano y valiente No quiero terminar sin añadir a los títulos con que intentamos definir a Pablo VI, el de valiente. He dicho que fue profundo, que fue tremendamente humano, a pesar de lo que muchos pudieran creer; pero Pablo VI ha sido, sobre todo, un Papa valiente. Durante su pontificado tomó dos arriesgadas posturas, expresadas en la «Humanae vitae» y en la «Sacerdotalis coelibatus», en las que se jugaba su popularidad, pero en las que expresaba también su fidelidad, tal y como Dios se la daba a entender, en servicio a la Iglesia y la humanidad. Quizás haya sido esta la causa del silencio de muchos; pero, en mi opinión, la piedra de toque de su valiente pontificado. El camino trazado Junto a nuestra oración y a nuestro recuerdo por el que hasta hace pocos días era el servidor de los servidores de Dios, es necesario nuestro compromiso de fidelidad a su mensaje; mensaje que no quiere ser otra cosa más que un camino que nos facilita la comprensión y vivencia del gran y único Mensaje de Dios, revelado en Cristo Jesús. Málaga, 10 de Agosto de 1978. Autor: Mons. Ramón Buxarrais Más artículos de: Homilías Mons. Buxarrais «La fisonomía espiritual de la diócesis de Málaga»«La juventud exige nuevas expresiones de fe» Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir