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«Las carcajadas de los ricos parecen ahogar el grito de los pobres»

Publicado: 00/07/1985: 1188

Homilía aniversario fallecimiento Cardenal Herrera (1985)

 «La reforma social se hará con los que tienen el poder político y económico o sin ellos. Pero si se hace sin ellos, que no olviden que se hará contra ellos y, probablemente, por procedimientos violentos».

No lo dijo ningún demagogo. Lo dijo un cristiano que dedicó mu­chos años de su juventud a la política y otros tanto de su adultez al servi­cio de la Iglesia. Fue el Cardenal Herrera Oria.

Y, he aquí otra de sus importantes ideas: «Los católicos españoles presumimos de tener en un alto nivel la moral personal; pero la moral social la tenemos por los suelos».

¿Qué diría el Cardenal ahora y aquí? Adivino la respuesta. Sería tajante y atrevida, como fueron sus palabras y son sus escritos.

El amenazante fantasma del paro no cesa de atemorizar a muchos hogares malagueños; la situación del campo andaluz está atascada; la de­lincuencia no acaba de erradicarse... Y el reverso de la medalla: se cons­truyen urbanizaciones y pequeños palacios costosísimos; se exhiben ya­tes y coches de gran lujo; se organizan fiestas orgiásticas... Todo a un mismo tiempo y casi en un mismo lugar. Se tiene la impresión de encon­trarse ante un espectáculo dantesco, donde las carcajadas de los ricos pa­recen ahogar los gritos de los pobres.

En las últimas semanas se han celebrado en la Costa del Sol en­cuentros, fiestas y aniversarios provocativos. Se han vertido cantidades desorbitantes en vestidos, joyas, viajes, comidas... Y, según dicen, hasta se ha dado el sarcasmo de organizar, en medio de la fiesta, una colecta o rifa a favor de los pobres.

Para más «inri», la mayor parte de los participantes dicen creer en Jesucristo o seguir al profeta Mahoma.

Y mientras unos se divertían al son de la música y refrescaban sus hartos labios con los mejores vinos espumosos, otros, en Andalucía y en la misma provincia de Málaga, se manifestaban pacíficamente, convenci­dos de que la fuerza del hambre y de la miseria es más poderosa, tarde o temprano, que la misma injusticia.

Aquellos, los de la fiesta, saldrán en reportajes a todo color en las revistas sentimentales. Estos últimos, no. Para los pobres no hay senti­mientos.

Se dice que así, con despilfarro, se llama la atención y se atrae un turismo de más alto nivel hacia nuestras costas; que así, construyendo urbanizaciones, puertos deportivos y mansiones de gran lujo, se da tra­bajo al obrero; que es necesario superar la Costa Azul... Y, a lo mejor, llevan razón. Triste razón. Porque todos estamos moralmente contami­nados.

¿No se podría repensar el turismo y su futuro de otra manera? ¿Es necesaria la provocación? ¿No hay otro modo de hacerlo? ¿No hay, acaso, otras personas y empresas que ya lo hacen sin reírse de los pobres?

Sospecho que se me está diciendo: “Médico, cúrate a ti mismo”. Y no sabré qué responder. Me siento acusado. A otros muchos cristianos les pasará lo mismo. ¡Hay tanto que corregir entre nosotros!

Conviene recordar lo que nos ha dicho el Papa Juan Pablo II: el camino que conduce a Dios pasa necesariamente por el hombre. Por tan­to, si nuestro culto a Dios, tal y como Jesucristo lo vivió y nos lo enseñó, no pasa a través de una mayor dignificación de la persona humana, co­rremos el riesgo de ser, sin saberlo, unos cristianos equivocados.

Que en esta procesión cada uno lleve su vela. Los cristianos, prime­ro. También los que creen y adoran al único Dios. Malgastar es grave, sobre todo cuando hay tantas personas a las que les falta lo mínimo. Pero, malgastar de una manera ostentosa es más grave todavía.

Los economistas y políticos dicen que se debe seguir fomentando el turismo, ya que resulta ser una de las primeras fuentes de trabajo para muchos malagueños. Y tienen razón. Los demás debemos hacer lo posi­ble para acoger con respeto y cariño a todos los que nos visitan; pero, sin que ni unos ni otros se sientan humillados.

Necesitamos vacaciones sin postraciones morales; tiempo libre sin esclavitudes; diversión sin corrupciones; fiestas sin provocaciones.

Pero, sobre todo, pensemos y actuemos a favor de aquellos que no sólo no pueden tener vacaciones, sino que ni siquiera tienen lo más im­prescindible para vivir con dignidad de personas.

Málaga, Julio de 1985. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

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