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Semblanza de Bartolomé Lobo Jaén

Publicado: 05/12/2020: 6048

D. Bartolomé Lobo Jaén nació en 1928 en Jimera de Libar, recibiendo la ordenación sacerdotal el 21 de junio de 1953.

Su primer destino pastoral fue en la parroquia de San Patricio de Málaga y capellán del colegio del Monte. Después, Adscrito en Álora, Ecónomo de Benadalid y encargado de Benalauría y Atajate, Ecónomo de Fuente de Piedra y encargado de Humilladero, profesor de religión de la Escuela Profesional y Capellán del Cementerio de Antequera, Ecónomo de San Pedro de Antequera y Notario adjunto para la beatificación de Madre Carmen, Ecónomo y Vicario Arcipreste de Gaucín, y ya en Ronda, Director espiritual de Instituto, Profesor de religión en el Patronato, Vicario parroquial de Ntro. Padre Jesús y, finalmente, Párroco de la parroquia de Santa Cecilia durante 32 años y 7 años Capellán de la Carmelitas Descalzas.

Para mí es un honor, y sé que le alegrará, poder hacer la semblanza de D. Bartolomé pues fue mi querido párroco, testimonio vivo de Jesús, consejero, confesor, conocedor de mi familia, amante de Dios y de la gente, humano, cercano y preocupado de los problemas de sus feligreses, sabiendo escuchar y acoger a todos como amigo y sacerdote. Al enterarse de su muerte los sacerdotes más mayores de Ronda han destacado en su persona, su humildad, rectitud sacerdotal en el trabajo y en la oración y su buena amistad para con sus hermanos sacerdotes.

La comunidad de las Hermanas de la Cruz, que cada día visitaban su casa para poder atenderles a él y sus hermanos, resaltan su entrega en santidad por el Evangelio y desde casa, una vez vivida su retirada parroquial, nunca faltaba gente visitándolo pidiendo confesión. Las Carmelitas resaltan que nunca habló mal de nadie y que siempre quería dejar a todo el mundo bien, en buen lugar. éramos una parroquia viva, alegre, trabajadora y feliz con él a la cabeza. Supo acoger en su parroquia al grupo Scout, organizó el ropero parroquial para los más necesitados, promovió y atendió a las Cofradías, Cáritas, grupos de visita a enfermos, grupos de oración, catequistas y grupo de cantores. Acogedor de los jóvenes y los matrimonios, amante de la escritura y poeta desde la fe. También formaron parte de la vida parroquial las Hijas de la Caridad, que tanto colaboraron con él la vida parroquial y en toda la feligresía. Ejemplo de amor por su familia. Cuidó con inmenso cariño a su madre que murió en su casa parroquial. Así mismo a sus hermanas y hermano por los que se dejó la piel y se desvivió hasta sus fallecimientos. Se le podía ver con su hermano Alonso del brazo, paseándolo cada mañana, sin poder y costándole mucho, para que no le faltara el paseo matutino. También recordamos con alegría los jóvenes de aquellos años cuando Alonso, su hermano, cuidaba la parroquia y hacíamos nuestras travesuras.

Una feligresa de entre otra muchas, lo define como un sacerdote bendito que la acogió cuando llegó de fuera y con la que implantó el rosario antes de misa y desde entonces no se ha dejado de rezar en la parroquia. Conocía muy bien a su feligresía y a cada uno le daba lo suyo, tratándolos con sumo cariño. Testigo de ello es mi propia madre. Un aspecto muy importante a destacar fue la promoción y fomento de las vocaciones sacerdotales y religiosas en su parroquia de Santa Cecilia, donde surgieron el mayor número de vocaciones de la Iglesia en Ronda y creo que de la mayoría de las parroquias de la provincia de Málaga, entre los cuales me incluyo yo mismo.

Su testimonio humano, sencillo y sonriente y su trabajo incansable han dejado una profunda huella en todos nosotros, sus feligreses y amigos de Ronda. Religiosas, monjes benedictinos, franciscanos y otros sacerdotes diocesanos se hacen presentes hoy desde la oración y el recuerdo agradecido.

Como detalle de su preocupación por suscitar la vocación sacerdotal, quiero señalar las palabras que me dirigió siendo yo pequeño: “Andresito, nunca se te olvide que San Andrés fue el primero de los Doce en ser llamado a seguir a Cristo. Cuida tú también seguirlo un día con tu santo y continua llamando a más”. Siempre confió en mi persona y me prestó su cariño y cercanía. Siendo yo ya sacerdote, me acogía con alegría cada vez que me confesaba, experimentado un verdadero gozo en cada confesión. Conservo con mucho cariño aquella poesía que me escribió para mi primera misa, uno de cuyos párrafos dice así:  "Fue san Andrés el primero de los doce que encontró al Señor Y le entrego su persona por entero; sea tu santo el verdadero modelo de amor a Cristo, de sus poderes provisto de ser con él un buen cura; tu fuerte está en la locura, de servirle siempre listo."

Nos inculcó un gran amor a Dios por las parroquias y sobre todo por Santa Cecilia, a la que quiero mucho y siempre rezo por ella y por su párroco, hoy aquí presente. Concluyo con las palabras que termina la poesía que me escribió: VIVE, Andrés, muriendo de amor. ¡Qué bueno sería, D. Bartolomé, que el mundo en el que hoy nos movemos, tan falto de amor a Dios y entre las personas, muriéramos de amor! Ahora que contemplas a Dios cara a cara, dile que lo queremos y que siga perdonándonos siempre. ¡Gracias mi querido párroco!   

Rvdo D. Andrés Conde Cabrera. 3 de diciembre de 2020

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