NoticiaD. Antonio Dorado, obispo de Málaga (1993-2008)

Hagamos memoria de D. Antonio Dorado

Publicado: 16/03/2020: 1326

QUINTO ANIVERSARIO FALLECIMIENTO

Hoy día 17 de marzo, celebramos el quinto aniversario de la muerte de D. Antonio Dorado, anterior obispo de Málaga. Os invito a hacer memoria de nuestro querido D. Antonio. ¿Qué es hacer memoria? La «memoria» se define en el Diccionario de la RAE como «la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado».

Por defecto, también se habla de la memoria, cuando decimos que algo o alguien  se ha «caído de la memoria»: cuando nos olvidamos, involuntaria  o voluntariamente, de algo o de alguien. También solemos decir «hablo de memoria», cuando algo o alguien están muy presentes y no es necesaria mucha preparación para hablar de ello. Con respecto a las personas, se trata de «recordar», que significa «traer al corazón…», ese disco duro que es lo último que se borra.
Con este juego de palabras, con el apoyo del Diccionario, quiero comenzar a hablar de D. Antonio «de memoria».

Os invito a «retener la memoria» de un gran hombre, de un gran obispo; se trata de actualizar la presencia de una persona entrañable que la mayoría de nosotros hemos saludado, reteniendo nuestras manos en las suyas, observados por una mirada paternal que sabía detener el tiempo. Este acto nos ayuda a evitar que «se caiga de la memoria», a veces con empujoncitos de dejadez -tan andaluz- una persona que ha protagonizado parte de nuestra historia diocesana reciente.

En este quinto aniversario de su paso de esta vida a las manos del Padre, debemos y queremos «retener la memoria» de D. Antonio. Y no es difícil hacerlo porque de D. Antonio es fácil «hablar de memoria»… Simplemente se trata de pulsar la tecla del corazón y aparece en la pantalla de nuestro recuerdo su figura entrañable, sus palabras cálidas -contenidas en escritos preciosos- su espíritu siempre optimista y alegre. 

La tierna humanidad de D. Antonio, se enriquecía con una profunda espiritualidad. En su primera Carta como obispo electo de Málaga, dirigida a sus nuevos diocesanos, antes de tomar posesión de la sede de Málaga, expresaba un pensamiento en forma de petición que fijé en mi memoria y que siempre me ha acompañado: «ayudadme a hablaros a vosotros de Dios y a hablar a Dios de vosotros».  Este deseo, convertido en oración, podría definir el escudo y el lema episcopal de D. Antonio. Él ha sido un obispo que «nos ha hablado de Dios»: lo ha hecho desde un magisterio que se nos hacia cercano cada semana a través de la revista Diócesis. Sus cartas pastorales se revestían del encanto de un lenguaje sencillo, que envolvía los conceptos más profundos. Nos ha hablado de las grandes verdades de nuestra fe, con la cercanía del catequista. En D. Antonio, entre una actividad empedernida siempre alumbraba una mística pudorosa.

D. Antonio no solo nos ha hablado de Dios, también «ha hablado a Dios de nosotros»: era un gran orante; en su agenda tenían prioridad los Ejercicios espirituales, los Retiros, los encuentros de oración. En cada reunión que presidía, la oración inicial fluía con facilidad. La estampa más familiar de D. Antonio era la de un pastor rodeado de su rebaño. Su magisterio comenzaba, en cualquier visita pastoral, con un largo tiempo dedicado a saludar: a su llegada con una sonrisa, y en su despedida, reteniendo las manos de quien le hablaba y a veces concertando ya otra posible conversación. Era un gran conversador, un pastor que hablaba con sus ovejas porque conocía a la mayoría por su nombre. La caridad pastoral que anima la vida ministerial de cualquier presbítero, en D. Antonio se hacía cercanía y escucha, fraguando en diálogo paternal que trasmitía vida teologal: animaba la fe de los débiles, alentaba la esperanza de los que desfallecían, hacía viva y luminosa la caridad fraterna, facilitando la mejor convivencia. Ha sido un obispo querido, un pastor entrañable, cercano y con un humor finísimo, con una aguda inteligencia y una teología conciliar muy bien estructurada.

D. Antonio Dorado dialoga ya con Dios cara a cara. Seguro que con sus manos en las manos del Padre, las retiene y «habla con él de cada uno de nosotros».

Alfonso Crespo Hidalgo, párroco San Pedro Apóstol

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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