NoticiaD. Antonio Dorado, obispo de Málaga (1993-2008)

"Un verdadero amigo", por su secretario, Ángel Márquez

Ángel Márquez ha sido secretario de cinco obispos de Málaga
Publicado: 20/03/2015: 4623

Ángel Márquez, quien fuera secretario de D. Antonio Dorado desde 1993 hasta 2004 y que ha seguido sirviendo al obispo emérito después de su jubilación, narra algunas de sus vivencias juntos

Desde mayo de 1993, en que tomó posesión de la diócesis de Málaga, hasta agosto del año 2004 en que me jubilé, tuve la suerte de trabajar como secretario de Mons. Dorado Soto. Y digo suerte, porque durante esa larga etapa, fue realmente como un verdadero padre tratándome en todo momento con una gran comprensión, cercanía y confianza.

Su trabajo en el despacho fue siempre intenso. Por ejemplo, en cuanto a las visitas, con frecuencia sobrepasaba el tiempo establecido para cada una porque el Sr.Obispo se interesaba ampliamente por los problemas que le presentaban. Ello constituía para mí un pequeño quebradero de cabeza, pues el horario se iba retrasando, pero al final todos salían contentos por la acogida cordial y fraterna que habían recibido.

El tema de la agenda era complejo, pues había que planificar las fechas de las reuniones a nivel de diócesis que eran numerosas, las visitas pastorales a todas y cada una de las parroquias,  las tandas de confirmaciones, y las celebraciones en las que participaba tanto en la capital como en todos los arciprestazgos que tenían lugar a lo largo del curso pastoral por diferentes motivos.

Por otra parte había que tener presente los viajes a Madrid con motivo de los encuentros a nivel de Conferencia Episcopal, tanto de las Asambleas Plenarias, como del Comité Ejecutivo y de la Comisión Permanente a los que pertenecía Mons. Dorado. Además, tenía las sesiones de trabajo con las Comisiones Episcopales que presidió durante su largo y fecundo episcopado.

Un capítulo muy importante fue siempre la atención al clero y ocupaba la mayor parte del tiempo del que disponía. De ahí que asistiera a cuantas reuniones le era posible en las diferentes zonas que tenían lugar para animar a los presbíteros, compartir sus proyectos y ofrecerles su colaboración.

A los compromisos citados anteriormente, había que añadir los imprevistos que iban surgiendo, que no eran pocos. Por todo ello, como dije antes, la agenda del Sr.Obispo era un asunto peliagudo.

Después de jubilarme, colaboré con el Sr.Obispo en la organización de su archivo particular, y más tarde en el traslado de sus libros a la biblioteca al Seminario, poniendo así a disposición de los seminaristas un material enorme y muy valioso de obras de espiritualidad, teología, catequesis, homilética, historia de la Iglesia, etc.

Una vez jubilado Mons. Dorado compartí con él muchas horas en el apartamento que utilizaba en la Casa Diocesana de Espiritualidad, ayudándole a tener al día su correspondencia.
En esta faceta como obispo emérito tengo que agradecerle me tratase como a un verdadero amigo, compartiendo con él muy buenos ratos mientras se llevaba a cabo el trabajo que había pendiente.

En este tiempo de jubilación hubo un hecho no muy conocido que pone de manifiesto su sencillez y humildad: su asistencia durante dos cursos a clases de inglés en el Seminario. Participaba en ellas un grupo de sacerdotes y me invitó, a pesar de mi condición de seglar, a tomar parte en las mismas. Lo que nunca había podido pensar era que iba a ser compañero de clase de un obispo. Y a todos nos dio ejemplo comportándose como un alumno más, saliendo incluso a la pizarra para algún ejercicio cuando la profesora se lo indicaba. Fue una experiencia muy bonita, pues entre una y otra clase preparábamos entre los dos los “deberes” que nos habían puesto.

Por último otro detalle a destacar del Sr.Obispo fue su deseo de aprender a manejar las nuevas tecnologías. Con mucho interés iba aprendiendo poco a poco el manejo del ordenador y de internet. También en este campo, como era natural, le ayudé en lo posible.

Por todo ello, guardaré siempre un recuerdo entrañable y lleno de gratitud hacia el que un día fue obispo de Málaga, Mons. Antonio Dorado Soto.

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