El misterio de Pentecostés inunda toda la vida de la Iglesia, es el fuego del Amor Divino que irrumpe en la historia. La religiosidad popular que se expresa en multiplicidad de gestos y sentimientos de fe, vive intensamente la presencia del Espíritu Santo. Las Hermandades del Rocío de manera particular nos trasmiten que el dulce huésped del alma es gozo y alegría.

Decir Rocío es proclamar que la Virgen María fue asociada al misterio de Cristo y por ello fue templo o sagrario vivo, mujer llena de gracia, cubierta por la sombra del Santo Espíritu y revestida de luz. Ella está presente junto a la Iglesia naciente y hoy también lo está junto a nosotros y lo estará siempre en la Iglesia de todos los tiempos, llamados a llevar el evangelio de la alegría en medio de la sociedad. Con María en palabras del Papa Francisco “evangelizadores con Espíritu”.

Una de las grandes manifestaciones de la religiosidad es el peregrinar a un lugar sagrado al encuentro con la misericordia, caminar es propio del ser de la familia de los hijos de Dios, la Iglesia Peregrina, y con este caminar expresamos que el Espíritu abre caminos de esperanza y amor para todos sin excepción de nadie.