Cristo está atento y toma la iniciativa. No hace oídos sordos a nuestra petición. Se conmueve ante la necesidad de las personas. Y responde. La fe se ha convertido para el centurión en una aliada para alcanzar su deseo: que su criado enfermo sea curado para que no sufra. Una fe que conviene cultivar y cuidar. ¿Llegará el día en que el Señor diga: “no he encontrado a nadie con tanta fe"? ¡Vaya piropazo! Pero también vaya realidad. Una realidad que surge de la esperanza y confianza en la acción salvadora del Señor que proyecta al hombre y a la mujer de todos los tiempos hacia un Dios siempre nuevo.