La acción de Dios no deja indiferente. Es sorpresiva. También para algunos incomprensible. La cerrazón del corazón lleva a retorcer la evidencia. Los intereses creados llevan a hacer lecturas torticeras. Frente a la sencillez de quien se sorprende por el don de Dios emerge con cierta fuerza quien no deja lugar a la sorpresa, al contrario: interpreta desde las antípodas de la verdad. En este sentido, es necesario cuidar y cultivar la acción evangelizadora para que llegue a todos la verdad que nos hace libres. Más allá de quienes se empeñan en desplazar la verdad de la vida.