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Manos Unidas: otra forma de trabajar por el desarrollo

Publicado: 00/01/2003: 759

Pastoral de Mons. Dorado Soto
Campaña contra el Hambre en el Mundo

  

LOS CAMINOS DE LA PAZ

Manos Unidas: otra forma de trabajar por el desarrollo

A pesar de los inmensos avances científicos y técnicos, la paz es un bien escaso. Incluso más escaso que en otras épocas de la historia. Parece como si el progreso llevara aparejado un aumento de violencia. Sin embargo, además de ser una necesidad humana básica, para los cristianos la paz es una promesa mesiánica y una tarea que se deriva del amor y de la esperanza. Al hablar de los caminos que llevan a esta meta, el Vaticano II, siguiendo la doctrina social de la Iglesia, nos recuerda que la paz es fruto de la justicia, del justo reparto de todos los bienes disponibles y que “sólo puede obtenerse en la tierra si se asegura el bien de las personas y los hombres comparten entre sí espontáneamente sus riquezas espirituales e intelectuales” (GS 78).

Entre las diversas sendas por las que se puede avanzar hacia la paz, la asociación católica Manos Unidas ha elegido una que está al alcance de casi todos. Fiel a sus raíces evangélicas, hace más de cuarenta años comenzó a trabajar llevando a cabo proyectos de desarrollo que implicaran activamente a los beneficiarios. Con la imaginación que caracteriza a las mujeres, empezaron por recaudar algún dinero mediante sistemas que no desentonaran con el Evangelio. Bien administrados, esos fondos se convirtieron en proyectos para crear riqueza y educar a las personas que los llevaban adelante. Además de ofrecer los medios materiales necesarios, Manos Unidas aportaba el asesoramiento técnico y un seguimiento eficaz de la realización de los trabajos. Y así, lo que comenzó como un grano de mostaza, se ha consolidado como un árbol frondoso, cuya sombra alcanza a los rincones más alejados de la tierra. Porque, en la actualidad, Manos Unidas está presente en todos los pueblos y regiones castigados por el subdesarrollo y por el hambre.

Los miembros de esta organización y sus simpatizantes saben que su respuesta no es la solución ideal, pero están contribuyendo a que se conozca mejor el problema y a que cada día se impliquen más personas en la lucha contra la pobreza. Mediante los materiales que reparten en colegios y en grupos juveniles, educan para la solidaridad y la justicia. Y cuantas personas empiezan a colaborar, reciben un impacto y un sentido de la paz y de la justicia que ya no podrán olvidar.

Por otra parte, sus proyectos consiguen enganchar a personas inquietas que deseaban hacer algo y convertirlas en creadoras de riqueza para sí y para sus pueblos. Por eso, constituye un acierto que, este año, Manos Unidas nos recuerde que la paz sólo es auténtica cuando se asienta sobre el desarrollo y sobre la justicia. 

Además de ser un ejemplo visible de que la fe en Dios y el amor que brota del Evangelio mueven montañas, nos ofrece un cauce para trabajar por la paz, combatir la pobreza y alentar el desarrollo de los empobrecidos. Por eso, vale la pena colaborar, en la medida de nuestras posibilidades. No importa que su acción parezca insignificante frente a la magnitud del problema. Un cristiano no debe olvidar nunca la espiritualidad de las parábolas del grano de mostaza y del fermento. Ni la historia de David frente a Goliat. Nosotros sabemos bien que, en estas cosas de Dios, después de emplear a fondo y con inteligencia los recursos que están a nuestro alcance, debemos seguir confiando en que es Él quien nos construye la casa y nos levanta la ciudad.

+ Antonio Dorado,

Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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