DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Os invito a donar sangre

Publicado: 07/05/2003: 1052

Los católicos estamos celebrando la Pascua del Señor. La Iglesia nos ofrece cincuenta días para meditar en el misterio central de nuestra fe, que es la resurrección de Jesucristo. A lo largo de este tiempo, vamos leyendo los relatos de cómo reaccionaron los Apóstoles ante un hecho tan desconcertante. Sorprendidos por este acontecimiento misterioso y alegre, nos dicen que ellos mismos no acababan de creer. El Espíritu fue abriendo lentamente sus inteligencias a la verdad, para que aceptaran el don de la fe.

San Pablo insistió en esta verdad siempre difícil, a la que se resisten los hombres de todos los tiempos, y dijo abiertamente a los cristianos de Corinto: “Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; estáis todavía en vuestros pecados”. Pero “Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron” (1Co 15, 17.20). En otras de sus cartas, les explica a ellos y a nosotros que no basta con aceptar dicha verdad con la cabeza, pues esta fe se tiene que poner de manifiesto también en el ardor del corazón y en la manera de vivir. “Si habéis resucitado con Cristo, dice a los cristianos de Colosas, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Aparte de desechar todo comportamiento contrario al Evangelio y todo sentimiento negativo, el creyente tiene que revestirse de “sentimientos de compasión y de bondad”, y “por encima de todo, del amor, que es el vínculo de la perfección” (cf Col 3, 1-14).

Este amor, además de ser un sentimiento del corazón, tiene que manifestarse en los comportamientos de cada día, especialmente en la forma de vivir la fraternidad con todas las personas. Una manera muy práctica de ejercitarlo consiste en compartir y en dar aquello que uno tiene y que otros necesitan para vivir. Me dicen que se necesita que aumenten las donaciones de sangre entre nosotros. Como sabéis, es un gesto sencillo y fácil de realizar, que está al alcance de muchos de nosotros y puede salvar otras vidas humanas.

Para un seguidor de Jesucristo, que no se vea imposibilitado por la enfermedad o por otros motivos razonables, donar sangre constituye una manera eminente de vivir el mandamiento del amor que nos dio el Señor en la última cena. Nos lo recuerdan las palabras que el sacerdote pronuncia, en la santa misa, después de la consagración. Tras haber dado su vida por nosotros, hasta la última gota de su sangre, Jesús nos dijo y nos sigue diciendo: “Haced esto en memoria mía”. Evidentemente se refiere a que hagamos memoria de su muerte y de su resurrección
mediante la celebración de la santa misa; pero también, a que amemos a los demás como Él nos amó: hasta dar la propia sangre si es preciso.

Cuando donamos sangre a los hospitales, para salvar la vida de personas que la necesitan, nos estamos dando a nosotros mismos. Además de realizar una acción cívica eminente, estamos expresando nuestra apuesta por la vida y ese amor universal que se expresa y se alimenta en la Eucaristía. Pues como dice el Papa en su reciente encíclica, la Eucaristía nos permite poner un fermento vivo de esperanza en la construcción de un mundo más habitable y nos convierte en fermento de una “humanidad renovada por el amor” (n. 20). Un amor que os invito a expresar mediante esa práctica sencilla y eficaz como es donar sangre. 

+ Antonio Dorado,

Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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