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Vamos a celebrar la Pascua del Señor (Cuaresma)

Publicado: 01/03/2003: 897

El próximo miércoles comienza la Cuaresma, un tiempo de preparación intensa para celebrar la Pascua del Señor. Con palabras del Vaticano II, “el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia” (SC 109).

Hay personas que preguntan si la Cuaresma tiene algún sentido para el hombre de hoy. Mi opinión es que este proceso de fe no sólo conserva su valor tradicional sino que es más necesario que nunca. Vivimos en un mundo secularizado, del que algunos quieren quitar todos los signos y referencias cristianas. Por eso, necesitamos desarrollar nuevos espacios comunitarios para cultivar, expresar y compartir nuestra fe. Además de intensificar la participación en la Eucaristía del domingo, centro de la vida cristiana, las parroquias deben ofrecer otras posibilidades. Entre ellas, charlas que ayudan a conocer la fe, celebraciones comunitarias de la penitencia, tiempos de oración sosegada, horarios en los que se pueda confesar personalmente los pecados y esa meditación de la Palabra de Dios que permite adentrarse en la pasión y muerte del Señor mientras se recorre el “Via Crucis”.

Estas expresiones son hoy particularmente necesarias, para poner de relieve que la fe no es un asunto individual y privado. Pero su objetivo fundamental consiste en ayudar a los miembros del pueblo de Dios a preparar la mente y el corazón para celebrar la Pascua con la hondura requerida.

En primer lugar, buscando el rostro de Dios en la oración y en la escucha cálida de la Palabra. La esencia del Evangelio consiste en descubrir que Dios nos ama y que, en la persona de Jesucristo, ha entrado en nuestra historia para hacernos hijos en el Hijo y partícipes de su vida. El principal desafío que tenemos ahora los cristianos consiste en descubrir a Dios y vivir en su presencia. Necesitamos contemplar con una mirada nueva y agradecida la Bondad, la Belleza y la Santidad divinas. Sólo así lograremos alcanzar el nuevo ardor del que habla con frecuencia Juan Pablo II. Pero esta búsqueda de Dios requiere espacios de oración personal, familiar y comunitaria.

Liberados por el perdón de Dios en el sacramento de la penitencia, podremos descubrir la hondura del lema que lleva este año el Mensaje del Papa para la Cuaresma: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir”. Estas palabras, tomadas del libro de Los Hechos de los Apóstoles, nos recuerdan la primacía del amor afectivo y efectivo. Un amor realista que los seguidores de Jesucristo hemos de expresar también, como dice el Santo Padre, con el esfuerzo por promover la justicia, el compromiso de defender a los débiles, la acción humanitaria de compartir con los empobrecidos, el servicio a los enfermos y la cercanía fraterna a las personas que sufren. Porque este amor encarnado y cercano es la expresión cierta de que hemos conocido a Dios y hemos pasado de la muerte a la vida.

Para conseguirlo, la Liturgia nos invita a descubrir la riqueza del bautismo que hemos recibido y a confrontar nuestra conducta con las Bienaventuranzas, para poner en coherencia la vida que llevamos con la fe que profesamos. En un mundo que sólo se ocupa de la imagen, el consumo y el lujo, únicamente encontraremos lo mejor que hay en cada uno de nosotros siguiendo la senda de la austeridad y de la autenticidad evangélicas. 

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

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