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La atención pastoral de los enfermos

Publicado: 25/05/2003: 1380

“Visitar a los enfermos” constituye una de las obras de misericordia que han de caracterizar a los seguidores de Jesucristo. Él nos enseñó que son benditos de Dios los que visitan a los enfermos, con quienes se siente identificado (cf Mt 25, 36). La Iglesia, fiel a estas enseñanzas de Jesús, se ha ocupado siempre de ellos. Unas veces, levantando hospitales, como ese edificio noble que alberga en la actualidad al Parlamento Andaluz; otras, creando institutos de vida religiosa, cuyos miembros se han dedicado en cuerpo y alma al servicio de los enfermos; y siempre, ofreciéndoles el consuelo de la fe mediante la oración por ellos, la unción y la comunión que les llevaba a sus casas.

No es posible presentar de manera resumida la obra benefactora que ha realizado la Iglesia Católica en este campo. Basta con pensar en la tarea abnegada de los Padres Camilos, en la presencia de las Hijas de la Caridad en los Hospitales y en la aportación de los Hermanos de San Juan de Dios y de las Hermanas Hospitalarias, por citar algunas de las Congregaciones que han trabajado y trabajan en este campo. Pero gracias a Dios y al esfuerzo de todos, los Estados modernos han asumido el servicio a la salud de los ciudadanos. Al disponer de medios abundantes, este hecho ha supuesto un avance digno de todo encomio, del que podemos y debemos sentirnos orgullosos.

Sin embargo, los enfermos no necesitan únicamente medicinas, alimentación e higiene, con ser imprescindible que tengan bien cubiertas estas necesidades básicas. En su condición de personas, para que su existencia sea humana de veras, tienen que hallar también afecto, escucha y atención a su vida espiritual. Pero estas dimensiones no son tenidas en cuenta muchas veces, ni siquiera cuando viven con la familia. Especialmente en los casos de las personas mayores y de enfermos crónicos. Esta triste realidad está llevando a numerosas parroquias a que formen grupos de voluntarios de pastoral de la salud, para que puedan compartir con los hermanos enfermos tiempo, amor y vida de fe. Aparte de recibir una formación adecuada para cumplir tan delicada misión, estos voluntarios se reúnen con frecuencia para revisar su tarea y mejorar su servicio.

Ante el “Día del enfermo”, que se celebra hoy, sexto domingo de Pascua, deseo expresar mi aliento a estos voluntarios y voluntarias que dedican lo mejor de sí mismos a servir a los hermanos que más los necesitan. Además de expresarles mi cercanía y mi apoyo, insisto una vez más en que procuren que los enfermos creyentes puedan practicar su fe, contar con la presencia periódica del sacerdote para que los escuche en confesión si lo desean y reciban la comunión con frecuencia.

En algún caso, será necesario despertar la fe dormida de la persona que visitan; pero, en otros muchos, los enfermos y mayores son los primeros en solicitar esta ayuda. Visitarlos, escucharlos con actitud fraternal y ofrecerles la oportunidad dar un paseo si es posible, son algunas expresiones sencillas y entrañables de lo que debe constituir la fraternidad cristiana de la parroquia. No olvidemos que los hermanos enfermos son los preferidos del Señor, por ser los más pobres entre los pobres.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

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