DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Una nueva cultura de la solidaridad

Publicado: 25/06/2000: 976

Pastoral de Mons. Dorado Soto
       Día de Caridad

La celebración del Jubileo está revistiendo un gran esplendor en nuestra Diócesis. Diversos grupos, después de prepararse en el sacramento de la penitencia, se han puesto en camino y han concluido su peregrinación con la celebración de la Eucaristía bien preparada. Todo ello es digno de encomio, pero hoy deseo recordar a todos que este año de gracia es una invitación permanente a la conversión. Y el Papa Juan Pablo II nos ha insistido en que crucemos la puerta hacia Dios, que es Jesucristo; y en que anunciemos la misericordia de Dios, teniendo en cuenta que “un signo de la misericordia de Dios hoy especialmente necesario es la caridad, que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación” (IM 12). En su Mensaje para la Cuaresma nos repetía que “con el Jubileo, el Señor nos pide que revitalicemos nuestra caridad”.

Por eso el Día de Caridad, que se celebra el 25 de Junio, fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor, llega en un momento especialmente oportuno: cuando la celebración del  Jubileo está llegando a mitad del camino. De todos depende que desarrollemos “una nueva cultura de solidaridad y cooperación”, para que “el pobre Lázaro pueda sentarse junto al rico para compartir el mismo banquete, sin verse obligado a alimentarse de lo que cae de la mesa” (IM 12). Estas palabras esperanzadoras a la vez que severas y urgentes, nos ofrecen el horizonte para vivir y poner en práctica nuestra caridad evangélica.

La Iglesia española, a través de Cáritas, nos propuso para el Día del Amor Fraterno, que se celebró el Jueves Santo, un mensaje: condonación. Era una invitación a perdonar y a unir nuestra voz a cuantos están pidiendo la condonación de la deuda de los países pobres. Para el Día de Caridad, nos propone una respuesta personal: aportación. Y nos sugiere que aportemos trabajo, ilusión y recursos.

Podemos aportar trabajo mediante diversas formas de ejercer el voluntariado. Pero también es necesario que dediquemos tiempo y esfuerzos a conocer con rigor la situación de los más pobres, a estudiar las orientaciones que nos da la doctrina social de la Iglesia, a ponerlas en práctica en nuestro ambiente y en cuanto dependa de nosotros, a unir nuestros esfuerzos a cuantas iniciativas podamos para que avancen el ejercicio de los derechos humanos y la justicia social.

Además de nuestro trabajo, se nos invita a que aportemos ilusión. Pero preferimos hablar de esperanza. En un clima tan demoledor, donde el individualismo y la desesperanza amenazan a los esfuerzos más nobles y generosos, tenemos que aportar lo que caracteriza a los cristianos: la certeza de que el pecado y la muerte han sido vencidos y la esperanza de que el mal no tiene la última palabra. Porque la resurrección de Jesucristo es la respuesta de Dios a cuantos siguen apostando por el amor y por la solidaridad.

Y finalmente, podemos aportar recursos económicos. Durante el año 1999, la Iglesia de Málaga aportó, a través de Cáritas Diocesana, algo más de 128 millones, que se pusieron al servicio de los pobres. ¡Sabe Dios cuántos sufrimientos y cuántas penas han remediado! No es la solución, pero sí que es una respuesta concreta.

El Día de Caridad nos invita a que todos y cada uno reavivemos ese amor que nace de nuestra fe en Jesucristo. Esa será nuestra mejor contribución a convertir el Jubileo en un signo de fiesta y de alegría para numerosos hermanos. Pues sería poco evangélico pedir que se perdone la deuda pública de los pueblos pobres de la tierra y no implicarnos en el esfuerzo común por hacer que avance ese Reino de amor, de justicia y de paz que inauguró Jesucristo.   

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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