DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

La misión del catequista hoy

Publicado: 08/10/2000: 1475

Pastoral de Mons. Dorado Soto
     Día de la Catequesis

Al celebrar el Día del catequista, deseo felicitar con afecto hondo y con sincera gratitud a cuantas personas ejercéis este hermoso ministerio del catequista. Unos trabajáis con niños; otros, con adolescentes; y algunos, con cristianos adultos. De vosotros depende, en medida notable, la vitalidad y el crecimiento de nuestras comunidades. Sé que vuestro cometido no es una tarea sencilla, pero sabéis bien que contáis con la ayuda del Espíritu.

El Directorio general para la catequesis, que os recomiendo estudiar y comentar en vuestras reuniones de formación, dice certeramente que “se necesitan catequistas dotados de una fe profunda, de una clara identidad cristiana y eclesial y de una honda sensibilidad social” (n. 237). Son cuatro rasgos que hoy deseo comentar con vosotros.

En primer lugar, el catequista debe tener una fe profunda. Es decir, esa confianza y adhesión a Dios, tal como se nos ha revelado en Jesucristo, que le lleva a vivir siempre en su presencia. No se conforma con rezar en diversos momentos a lo largo de la jornada, sino que celebra cada domingo la muerte y la resurrección de Jesucristo, con la comunidad reunida en el nombre del Señor; inspira su conducta en las Bienaventuranzas; y se deja empapar por esos sentimientos de transparencia, paz, alegría, bondad y compasión que constituyen los signos de la presencia del Espíritu en su vida.

En segundo lugar, una clara identidad cristiana. Cree y confiesa que Jesucristo es el Hijo unigénito de Dios, que se ha hecho hombre en el seno de María, ha muerto por nuestros pecados, ha resucitado y está vivo. No es uno más entre los grandes genios religiosos, sino el Hijo, el único Mediador entre Dios y los hombres, en quien está la salvación de todos, incluso de quienes no le conocen todavía y de quienes no le aceptan.

En tercer lugar, una clara identidad eclesial. Saben que el bautismo, además de darles el Espíritu y transformar sus corazones, los ha hecho miembros de la Iglesia Católica. En ella han recibido la fe y la han ido cultivando. Esta Iglesia, que es santa y transmite mediante los sacramentos la santidad que brota de Dios, aunque se vea afeada también por los pecados de sus hijos, que somos todos nosotros. El catequista no niega esta realidad del pecado, sino que la acepta con humildad y dolor. Pero lejos de exhibirla continuamente para culpar a los demás, la asume como propia con deseo de conversión y se abre a esa santidad con la que Dios nos transforma y nos convierte en testigos de su amor y de su misericordia.

Y finalmente, una honda sensibilidad social. Porque el Evangelio no es una droga que nos aleja de la realidad, sino una voz cálida que nos invita a escuchar a la humanidad herida en medio de la existencia diaria. Ahí, donde cada uno estamos a llamados a ser voz que denuncia la injusticia, labios que pregonan la esperanza y brazos que levantan al hermano herido y le vendan las heridas. 

+ Antonio Dorado,

Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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