DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Estuve en la cárcel y vinisteis a verme (Jubileo de las cárceles)

Publicado: 17/09/2000: 1076

Carta del Obispo con motivo del
Día de la Merced y el Jubileo en las Cárceles

El domingo 17 de Septiembre vamos a celebrar en la Catedral “El Jubileo del mundo penitenciario”. Con esta ocasión, Juan Pablo II ha escrito: “Me dirijo a los Responsables de los Estados para implorar una señal de clemencia a favor de todos los encarcelados. Una reducción, aunque fuera modesta, de la pena sería para ellos una clara expresión de sensibilidad hacia su condición, que provocaría sin duda ecos favorables, animándolos en el esfuerzo de arrepentimiento por el mal cometido y favoreciendo el cambio de su conducta personal”.

Siempre ha sido triste y dura la condición de las personas privadas de libertad, pero no tenemos que olvidar que lo sigue siendo, a pesar del esfuerzo de los gobiernos de turno por humanizar las cárceles. No hemos sabido encontrar medios suficientes para que estas personas puedan rehabilitarse y reintegrarse en la sociedad. Incluso tengo la impresión de que el ciudadano medio, más que comprenderlos y buscar la forma da ayudarlos, piensa que las condenas que se les imponen son muy leves. De esta forma, quienes gozamos de libertad preferimos no hablar de ellos y los mantenemos en un discreto olvido.

A mí no me corresponde juzgar si han delinquido ni opinar sobre la gravedad de sus delitos ni sobre lo proporcionado o no de las penas. Son problemas muy difíciles, que están en manos de profesionales de la justicia, en cuya rectitud confía la sociedad. Para mí, como Obispo, estos hombres y mujeres, hayan delinquido o no, son personas, hijos de Dios que sufren y que viven en una situación dolorosa, que los hace merecedores de la solidaridad y de la misericordia de todos. Quienes son adictos a la droga, no viven en el mejor ambiente para superar su adicción; quienes cumplen condena, no encuentran siempre el apoyo de la familia ni los medios adecuados para reinsertarse en la sociedad cuando se vean libres; y quienes han perdido la fe en Dios, tienen más dificultades de las que son habituales para descubrir su amor de Padre. Luego está el sufrimiento de las familias de los presos, que resulta menos conocido, pero no menos doloroso.

En Alhaurín de la Torre tenemos una prisión en la que se encuentran se encuentran 1454 reclusos. Por eso, aparte de alentar a quienes ya estáis trabajando en la pastoral penitenciaria, invito a las comunidades cristianas y a cada uno de sus miembros a preguntarnos si estamos haciendo cuanto está a nuestro alcance para ayudar a estos hermanos. Yo tampoco tengo la respuesta, pero considero un deber animar a todo el Pueblo de Dios para que busquemos nuevas formas de hacernos cercanos a estos hombres y mujeres. Especialmente, cuando celebramos al Año Jubilar y estamos proclamando que Jesucristo ha venido a salvarnos y a romper nuestras cadenas.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

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