DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo

Publicado: 24/12/1998: 925

Pastoral de Mons.Dorado Soto
con motivo de la Navidad

Quiero felicitaros la Navidad con estas palabras que dirigió el Ángel del Señor a los pastores de Belén. Me dirijo a todos: a los católicos que formáis nuestras comunidades; a los cristianos no católicos, que creéis en Jesucristo; a los creyentes no cristianos, con quienes compartimos la fe en Dios; y a quienes sólo tenéis fe en el hombre y en sus posibilidades de practicar el bien, pensando que todo empieza y termina aquí.

Los cristianos conmemoramos el nacimiento de Jesús de Nazaret en Belén de Judá. Es el Hijo eterno de Dios, que se hizo hombre en el seno de la Virgen y ahora nace humano sin dejar de ser divino: «Dios y hombre verdadero». Su venida nos revela hasta donde llega el amor de Dios al hombre, que comparte nuestra vida para hacernos partícipes de la vida divina.

A su luz, se esclarece el sentido profundo de nuestra vida y nuestra muerte. Por más que nos desconcierten los sufrimientos inexplicables que jalonan nuestra existencia, y que la muerte parezca tener la última y definitiva palabra, la fe nos lleva hasta Belén para que adoremos a Dios en la persona humilde y desvalida de un niño. El mismo que nos dirá luego con su vida, sus signos y sus palabras, que abramos bien los ojos de la fe y pongamos nuestra esperanza en Dios. Porque de Dios venimos y a Dios caminamos, a veces buscándole a tientas en nuestro servicio al hombre.

Eminentes sabios del siglo pasado, desconcertados por el sufrimiento, dijeron que Dios es el gran obstáculo que impide al hombre ser completamente humano. Pero el paso de los años no sólo ha desmentido sus sospechas, sino que parece haber suscitado de un nuevo resurgir del interés por Dios. Y la Iglesia, ilustrada por el testimonio de sus hijos más eminentes, que son los Santos, puede proclamar que es Dios quien nos posibilita ser más humanos.

Porque encarnándose y naciendo en Belén, se nos ha manifestado como un Dios de hombres, rico en misericordia entrañable, dador de toda alegría, fuente del amor más generoso y horizonte seguro de esperanza, que nos invita a trabajar por todo lo que es bueno, justo y necesario también en esta tierra.

Al anunciaros la gran alegría de Navidad, os invito a todos, con el libro de los Salmos, a buscar su rostro sin temor a que la fe os deshumanice, os aparte de vuestro compromiso con la historia o impida el desarrollo de vuestra plenitud humana. Más bien, comprobaréis que la amistad con Dios os llena el corazón de alegría serena, de paz interior, de grandeza de alma, de amor comprometido, de mansedumbre y de bondad, que tales son los frutos del Espíritu (cf Ga 5,22-25). Sólo es necesario desear ardientemente su venida, confesar los pecados y abrir el corazón.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

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