DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Una semana verdaderamente santa

Publicado: 16/04/2000: 862

Pastoral de Mons. Dorado Soto
con motivo de la Semana Santa

Con la celebración del Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa. Es la semana en que el Pueblo de Dios representa y actualiza algunos de los acontecimientos centrales de la redención, que comenzó con la encarnación de Jesucristo, cuyo 2.000 aniversario estamos celebrando a lo largo de todo el año Jubilar, y que culminó el día de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en oración.

A lo largo de la Semana Santa, los cristianos miramos al Calvario, donde se actualiza la lucha entre el amor de Dios al hombre y el odio que brota del pecado; entre la muerte y la vida. Es costumbre muy arraigada en nuestra tierra sacar en procesión por las calles la representación escultórica de diferentes momentos de este drama divino y humano, para hacer visibles la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. El conjunto de las procesiones puede constituir una especie de catequesis popular, que nos acerca a los misterios. Pero su complemento natural e imprescindible es la Liturgia que se realiza en los templos.

El Jueves Santo, por la tarde, celebramos la Eucaristía de la Cena del Señor. Con ella comienza lo que llamamos “el Triduo Pascual”: los tres días más grandes de la historia y de la obra redentora de Jesucristo. Esta celebración evoca aquella cena durante la cual, el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, instituyó la Eucaristía, que es la máxima expresión del amor de Dios al hombre y del amor de los hombres entre sí. Por eso, es fuente, expresión y meta de la caridad cristiana y por el mismos motivo, el Jueves Santo celebramos el “Día del amor fraterno”.

El Viernes Santo, a primeras horas de la tarde, el Pueblo de Dios se congrega en oración para meditar en la pasión y muerte del Señor; para adorar la cruz, como el árbol del que brota la vida nueva; y para pedir por todos los hombres de la tierra, destinatarios de los frutos de la redención divina. Mediante una ceremonia austera y sobria, se nos invita a adentrarnos con fe en el misterio profundo del Dios Crucificado y hacernos solidarios, con Jesucristo, de todos los crucificados que hay en nuestro mundo.

Después de un día de silencio y soledad para la meditación, en la Vigilia Pascual del sábado por la noche, la Iglesia proclama y actualiza la resurrección de Jesucristo. La Liturgia de esta noche es una explosión de luz y de alegría, y en ella se nos invita a renovar las promesas bautismales y a celebrar la victoria del amor sobre el odio y de la vida sobre la muerte. Una serie de lecturas de la Biblia nos van presentando la historia de la salvación y todo cuanto Dios ha hecho por nosotros.

Son encuentros de oración comunitaria que ningún cristiano convencido debe  omitir, para fortalecer su fe y crecer en el amor a sus hermanos.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

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