DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Murió por nuestros pecados, según las escrituras (Ramos)

Publicado: 05/04/1998: 774

Carta Pastoral para el
Domingo de Ramos

Sufrir es humano. No me refiero sólo al dolor físico, sino también a esa experiencia amarga que nos atenaza ante la ingratitud, la injusticia y la muerte de los inocentes. Pensemos en el drama de Ruanda. En nuestro siglo, tan culto y civilizado, el sufrimiento ha llegado a niveles de verdadero escándalo. Y hay quien se pregunta cómo puede permitir Dios semejantes atropellos.

Los cristianos contamos con el ejemplo y la fuerza que nos da el Crucificado, que dio su vida por nosotros. Los autores del Nuevo Testamento son unánimes: Cristo "murió por nosotros" (1Ts 5,10); "murió por nuestros pecados, según las Escrituras" (1Co 15,3). Y en el libro de Los Hechos, Pedro afirma que "fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2,23). Es decir, que la muerte de Jesucristo en la cruz era algo previsto y aceptado por Dios, y que la salvación del hombre brotó de lo que parece la negación de toda vida: de la muerte.

¿Necesitó Dios el sufrimiento del Justo para darnos su perdón? Parece claro que la muerte de Jesús es consecuencia de su fidelidad incondicional a Dios y al hombre, pues El llevó el amor hasta las últimas consecuencias. En este sentido, su muerte es la expresión más grande del amor que Dios nos tiene y ejemplo para sus seguidores. Pero los autores del Nuevo Testamento llegan más lejos y afirman tajantes que Jesús "murió por nosotros" y que por su muerte obtenemos el perdón de los pecados. ¿Cómo podemos entender que "Dios es Amor" y que, sin embargo, permite la muerte de su Hijo?

El Papa Juan Pablo II, respetando toda la hondura del misterio, nos da una explicación muy interesante y consoladora. Viene a decir que Dios ha querido hacerse solidario con nuestros sufrimientos. "¿Podía ser de otro modo (la redención)? ¿Podía

Dios, digamos, justificarse ante la historia del hombre, tan llena de sufrimientos, de otro modo que no fuera poniendo en el centro mismo de la historia la cruz de Cristo? (...) Dios, que además de ser Omnipotencia, es Sabiduría y -digámoslo una vez más- Amor, desea, por así decirlo, justificarse ante la historia del hombre. No es el Absoluto que está fuera del mundo, y al que por tanto le es indiferente el sufrimiento humano. Es el Enmanuel, el Dios-con-nosotros, un Dios que comparte la suerte del hombre y participa de su destino" (Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona 1995, 8ª ed, 78-79).

He ahí lo que nos sugiere la pasión y muerte del Señor. Ante el sufrimiento del otro, lo que importa no es buscar teorías más o menos luminosas, sino hacernos solidarios con él y ponernos de su parte, dando la vida si es preciso.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

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