DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Vivir en un clima de oración siempre más intensa

Publicado: 08/03/1998: 1123

Pastoral de Mons. Dorado con motivo del Domingo II de Cuaresma

Venimos reflexionando juntos sobre algunas actitudes que nos señala el Papa Juan Pablo II para prepararnos al Jubileo del año 2.000. En mi primera Carta de Cuaresma, comenté la necesidad de suscitar en nosotros un "verdadero anhelo de santidad". El domingo pasado, os hablé de la segunda actitud que el Papa nos recomienda a todos: desarrollar "un fuerte deseo de conversión". Una tercera actitud es promover "un clima de oración siempre más intensa".

La oración es esencial para la vida de fe. Si la oración cesa, la fe en Dios desaparece. Sin oración, no hay vida de fe. Como decía Santa Teresa, "quien deja la oración, pierde el camino".

Tenemos que recuperar formas de oración tan sencillas como la bendición de la mesa, el rezo del rosario en familia, la acción de gracias al terminar la jornada y el rezo del "Angelus".

Pero la oración por excelencia es la celebración de la Santa Misa cada domingo y fiesta de precepto. Así participamos en la muerte y en la resurrección de Jesucristo, junto con los hermanos que forman la comunidad parroquial. Para celebrarla con hondura y adentrarnos en el misterio de Dios, hay que tener el corazón bien dispuesto. De ahí que la misma celebración de la Eucaristía nos lleve muchas veces a pedir perdón a Dios en el sacramento de la penitencia. Reconocer los pecados, arrepentirse, confesarlos y pedir perdón es también una manera eminente de orar.

Hay personas que preparan previamente la celebración de la Eucaristía del domingo leyendo y comentando las lecturas que se van a proclamar. Si el matrimonio comparte la misma fe, esta lectura se puede realizar en familia, con la participación de otros miembros que quieran unirse. Así resulta más fácil y jugoso descubrir entre todos el sentido de la Palabra de Dios y acoger la llamada que El nos dirige.

Un paso más consiste en reservarse un tiempo cada día para la oración personal. Una forma sencilla consiste en leer y en meditar un trozo de un evangelio o de otros libros de la Escritura. Esta práctica nos va abriendo suavemente al diálogo con Dios y va transformando nuestro corazón. No olvidemos que el Maestro de la oración es el Espíritu Santo, que habita en nosotros por el bautismo. Cuando se adquiere este hábito, resulta fácil descubrir, luego, a Dios en medio de la vida y convertir la vida en oración. O como nos dice el Papa, vivir en "un clima de oración siempre más intensa".

+ Antonio Dorado,

Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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