Publicado: 24/09/1997: 3308

Carta de Mons. Dorado sobre la
Virgen de la Merced

La Iglesia ha considerado siempre que la cercanía y la ayuda a los presos es una actitud evangélica fundamental. San Mateo pone en boca de Jesús unas palabras que han sido fuente de inspiración constante del comportamiento cristiano para con estos hermanos: Venid, benditos de mi Padre, a poseer la herencia del Reino, porque estuve en la cárcel y vinisteis a verme (cfr Mt 25, 34.36). Visitar y ayudar a los hermanos presos es, como dicen los antiguos catecismos, una obra de misericordia: un gesto del amor más limpio y entrañable.

El tema adquiere mayor relevancia aún en nuestros días, en los que ha aumentado de forma espectacular el número de los presos. Además, sabemos que la mayoría de los mismos proceden de familias rotas y marcadas por la pobreza, el analfabetismo, el paro, la falta de una vivienda digna y carencias afectivas de todo tipo. Son personas que han vivido en ambientes malsanos, en los que les ha resultado muy difícil crecer de forma equilibrada y desarrollar su libertad.

Estos datos que nos dan los estudiosos, nos urgen a prestar una ayuda preventiva a los niños y jóvenes de nuestras barriadas marginales. Pero también constituyen una aportación valiosa a la hora de acercarnos a los hermanos presos  para ofrecerles nuestra comprensión y ayuda. Conviene recordárselo a todos, pues el aumento de la delincuencia está creando, en el ciudadano medio, actitudes muy duras frente a quienes están en la cárcel por haber delinquido.

Coincidiendo con la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de la Merced, la Iglesia celebra una jornada de sensibilización sobre la pastoral penitenciaria. Cerca de 3.000 voluntarios y unos 135 capellanes trabajan en este campo. Su esfuerzo por estar cerca de estos hermanos y por humanizar la vida de las cárceles es un desafío y una llamada para todos los demás. Necesitan ayuda de todo tipo: interés por conocer más a fondo la situación de los presos, cambio de actitudes hacia ellos, acogida de quienes han cumplido su condena y tratan de integrarse en la sociedad. Y por supuesto, nuevos voluntarios que aporten su tiempo, su saber y su calor humano. Necesitan la cooperación de especialistas en derecho, en psicología y en todo tipo de asistencia social.

La Biblia nos presenta a los presos como personas que están especialmente necesitadas de ayuda y comprensión. También Jesús tiene esta sensibilidad y llega a identificarse con cada uno de ellos. Quizá porque preveía ya que El mismo iba vivir sus últimos días como un detenido más.

También en este campo difícil, los cristianos tenemos que poner de manifiesto nuestra fe en Dios y nuestra apuesta por el hombre. Basta con que nos dejemos guiar por María, a quien invocamos desde hace siglos como Madre de Misericordia y Señora de la Merced. 

+ Antonio Dorado,

Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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