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Presa para ser más libre (Ante la beatificación de Madre Petra)

Publicado: 00/09/1994: 3042

(Ante la Beatificación de Madre Petra: una cristiana malagueña)

1. "OS ANUNCIO UNA GRAN ALEGRIA"

Estas palabras del ángel de Belén expresan bien mis sentimientos: "Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo" (Lc 2,10). Es verdad que el ángel estaba anunciando el nacimiento del Mesías, el acontecimiento más decisivo de la historia humana, junto con la muerte y con la resurrección de Jesucristo. Y yo sólo os anuncio un pequeño destello de esa venida: el día 16 de octubre, el santo Padre Juan Pablo II va a declarar Beata a Madre Petra, una mujer de nuestra tierra; una hija de la Iglesia de Málaga.

Para la Diócesis de Málaga es un motivo de profunda alegría, porque un santo es signo de vitalidad evangélica. Fue aquí, en estas tierras de Málaga, donde nació a la vida y a la fe y donde vivió con hondura el Evangelio. El Valle de Abdalajís, su pueblo natal, Alora, Málaga, Vélez-Málaga, Ronda, Arriate... saben mucho de su vida y de su amor a los pobres. Fue un tiempo espléndido de la Iglesia de Málaga, que vio nacer de su seno cuatro congregaciones religiosas; que vio cruzar por sus calles a dos creyentes a quienes la Iglesia ha considerado dignos de ser beatificados -el Obispo Marcelo Spínola y la Madre Petra-; que vio surgir un poco por todas partes colegios para niños pobres y centros de acogida para ancianos. Había que dar respuesta a las graves necesidades del momento.

Porque el siglo XIX fue un siglo apasionante y difícil. En España se dispara el crecimiento de la población, comienza el desarrollo de la industria, y aparece el proletariado urbano. Un proletariado abandonado a su pobreza y a sus sufrimientos. Como siempre, los niños y los ancianos llevan la peor parte. Y Madre Petra, una hija del campo, trata de buscar soluciones como puede. Su vida se hace Evangelio y amor liberador entre los pobres.

Pero Madre Petra es mucho más que un recuerdo y que un motivo de gratitud. Desde ahora, creemos que es también una especie de ángel de la guarda: una intercesora ante Dios nuestro Padre. Por esa verdad misteriosa que recordamos en el Credo
-"creo en la comunión de los santos"-, sabemos que su vida sigue siendo fecunda porque es un manantial de gracias para nuestra Iglesia y para nuestras gentes. Y es también un desafío para todos, pues nos está enseñando todavía una forma apasionante de ser hombres y mujeres en el seno de las grandes crisis históricas

Porque la fe es un camino de vida y de libertad para quienes estáis buscando un mundo sin fronteras. Como ella misma nos dice, la fe es entrar dentro de un mundo "de luz, de fuego y de gracia... donde quedé presa para ser más libre, cogida para ser suelta y atada para volar" (Crón. III, 30).


2. SU CARISMA:"A FAVOR DE LOS ANCIANOS, NIÑOS Y JOVENES... POBRES".

Apenas iniciada su vida pública, Jesús se identifica, en la sinagoga de Jerusalén, con el Mesías que ha venido a evangelizar a los pobres y a echar una mano a toda persona herida por el sufrimiento (cfr Lc 4,17-21). Y próxima ya la hora de su muerte y de su resurrección, nos dice en una especie de testamento que todo lo que hagamos o dejemos de hacer por el pobre, por el enfermo y por cualquier ser humano que sufre, lo estamos haciendo o dejando de hacer por él (cfr Mt 25,31-46). Hace ya treinta años, nos decía el Vaticano II que "la misericordia para con los necesitados y enfermos y las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia con singular honor" (AA, 8). Y hace sólo unos meses nos recordaba a todos la Conferencia Episcopal Española que "los mejores cristianos de la historia, los Santos, han entendido el seguimiento de Jesús bajo esta forma de servicio y entrega por amor a los hombres, en especial a los más débiles y necesitados, como Pedro Nolasco o Pedro Claver, Juan Bosco o Juan de Dios..." (La Iglesia y los pobres, 13). Y éste es también el caso de Madre Petra.


2.1. UNA MUJER DEL VALLE DE ABDALAJIS.

    Madre Petra es esa mujer malagueña que sentía "muchos deseos de trabajar por amor de Dios y de los pobres" (Crón. IX,9) y que el año 1895 plasmó en las Constituciones de la Congregación que había fundado: "El ministerio caritativo de nuestra Congregación a favor de los ancianos, niños y jóvenes tiene por objeto principal a los pobres amparándolos gratuitamente" (Const. XX,11).

Ella no tuvo que hacer ninguna opción preferencial por los pobres. Ella lo era y se puede decir con toda verdad que siendo pobre, enriqueció a muchos (2 Co 6,10). Porque abrió caminos nuevos de Evangelio y edificó hogares para los ancianos y colegios para muchos niños y jóvenes necesitados y marginados. Ella, una mujer de escasos recursos, hizo posible el milagro de que miles de pobres tuvieran acceso a una cama, a un libro y al Evangelio de Jesucristo.

Había nacido en el Valle de Abdalajís, un sábado 6 de Diciembre de 1845, y era la menor de diecinueve hermanos. Pertenecía a una familia de modestos labradores, porque en el Valle, lo que se dice ricos sólo eran ricos los Condes. A los tres años perdió a su madre y se crió bajo el amparo de su abuela paterna, mujer de fe profunda y de arraigados principios.


2.2. EDUCADA EN LA FE CRISTIANA.

Se llamaba Ana Josefa. Y para la pequeña Anita, la futura Madre Petra, creer en Dios, rezar y socorrer a los pobres era algo tan normal como respirar o como vivir. Así nos lo dice en el capítulo I de sus Crónicas: "muy niña era yo aún todavía y ya me sentía inclinada a todo lo que era virtud, en especial a la caridad; gozaba mucho en dar limosna... Me gustaba mucho rezar...". Lo había visto y lo había vivido en casa desde siempre, y Dios era tan cercano y tan tierno para ella como su mismo padre, "que tenía la buena costumbre de rezar el rosario todos los días con sus hijos". No es extraño que el párroco le propusiera hacer la primera comunión a la temprana edad de siete años.

Vivió su juventud con la normalidad de una muchacha alegre y sana. No tardó en conocer a quien durante años fue su novio, un hombre "de estudios, de familia honrada y buena posición". A pesar del mucho amor que le tenía, cuando ya se dispusieron las cosas para casarlos, Ana descubrió a sus diecinueve años que su camino no era el matrimonio y rompió sus relaciones.

En realidad, no sabía muy bien lo que buscaba. Pero empezó a profundizar en la vida de oración, a intensificar su ayuda a los pobres y a simplificar su forma de vestir. Ella misma se imponía duras penitencias, como el dormir en el suelo con gran asombro de su padre cuando lo descubrió casualmente. Hasta que a los 28 años sintió que Dios la quería para El y comenzó un camino difícil de servicio a los pobres.


2.3. LA CASA DE LOS POBRES.

Primero fue en su mismo pueblo, en el Valle, donde abrió una casa alquilada, con la ayuda de su amiga Josefita, para cuidar a los ancianos pobres. Porque se le partió el corazón aquella noche lluviosa de invierno, cuando regresaba a casa y vio a un anciano llamando a la puerta del albergue de transeúntes sin que nadie le abriera.

La tarea fue muy dura y el camino estuvo cuajado de tales incomprensiones que hubieran desalentado a quien no tuviera una fe tan maciza como ella. Porque Anita tenía para con los pobres toda la dulzura y la fragancia de los almendros del Valle. Pero tenía también la firmeza rocosa de sus montañas cuando se trataba de mantenerse fiel a los designios de Dios.

Durante el día, ambas amigas recorrían las casas del pueblo y los cortijos pidiendo limosna; por la noche, preparaban la comida, lavaban la ropa y dedicaban tiempo a orar. No es extraño que al verla pidiendo de puerta en puerta, con sus vestidos de aldeana pobre y con su canasto apoyado en la cadera, sus paisanos movieran burlones la cabeza, pensando que estaba loca.

Hasta que su entereza, su paciencia, su alegría sencilla y su delicadeza con los ancianos terminaron por ganarle el respeto. Otras jóvenes comenzaron a unirse a Ana y a Josefita para ayudarles en el servicio a los pobres. El año 1873, ya eran cuatro  -todas ellas del Valle- y habían comprado una casa para Asilo, donde tanto Ana como Josefita, se habían ido a vivir con los ancianos. Todavía se la conoce como "Casa de los pobres", enfrente del templo parroquial.


2.4. SAN JOSE BUSCA POSADA.

El 11 de Enero de 1875 murió José Pérez Reina, el padre de Ana Josefa. La promesa que había hecho a su padre de que no abandonaría el pueblo mientras él viviera había llegado a su fin. Tenía 29 años y emprendió, como los grandes profetas del Antiguo Testamento, el camino del monte de Dios.

Para ella, el "monte de Dios" estaba cerca: en Alora "la bien cercada". Allí abrieron una casa el 19 de marzo de 1875. Comenzaron con siete ancianos y con una jornada de lluvia generosa, que venía a paliar una larga sequía de la zona.

En Alora aprendió a vencer la repugnancia que le provocaban ciertas enfermedades y a cuidar con toda su ternura a los ancianos más enfermos. En Alora supo lo que cuesta separarse de la familia y de los parajes conocidos. En Alora surgieron las primeras dificultades y desacuerdos entre la compañeras que tanto se querían... Y si ustedes hablan con una religiosa de las Madres de Desamparados y de san José de la Montaña, le dirá que en Alora se encontró Madre Petra con el patriarca san José, que venía buscando posada el 24 de diciembre de 1875. No había lugar disponible para un hombre joven en una casa de ancianos. Pero él insistió decidido: "Quiero un rincón aquí, porque me pertenece". "Yo no necesito ni cama, ni comida ni ropa". Cuando Madre Petra cayó en la cuenta, aquel hombre que buscaba posada había desaparecido. ¡Era el 24 de diciembre!

Alora es el punto de partida de una búsqueda que no finalizará hasta el 2 de Febrero de 1881. Desde Alora, la enfermedad de una compañera llevará hasta Málaga a la futura Madre Petra. Y allí entró en contacto con sacerdotes sabios, que la aconsejaron hacerse religiosa en la Congregación de las Madres Mercedarias, que estaba naciendo.

Ella, la humilde aldeana, se dejó guiar y ayudar. Tomó el hábito de Mercedaria y volvió a Alora ya como aprendiz de monja. Y de Alora marchó al hospital de Vélez. Pero entonces descubrió que Dios la estaba llamando por otros caminos, y dejó el hábito de Mercedaria. Corría el mes de septiembre de 1879.

La búsqueda ha sido dura y ha estado llena de sufrimientos. Pero ha descubierto que el camino de la cruz forma parte de toda vida cristiana, porque Dios curte a las personas
santas a través del sufrimiento, de la dificultad y de la noche oscura. Sólo la cruz aceptada por amor nos lleva al camino luminoso de la resurrección y de la vida. Y Dios no ahorra las
dificultades a los elegidos, aunque los acompaña siempre en Getsemaní y en el camino del Calvario.

Madre Petra tiene treinta y cuatro años, un fuego que la devora por dentro, una llamada hacia no sabe donde, unas cuantas compañeras fieles, nacidas y criadas en el Valle, que la siguen y la compañía de san José, que sostiene la fe de la futura fundadora.


2.5. "PARECE QUE EL SEÑOR LES TRAZA OTRO CAMINO".

Estas palabras de un antecesor mío en el Obispado de Málaga, el Dr. Gómez Salazar, fueron un soplo de aire fresco para el corazón de Madre Petra y para sus compañeras. Era un hombre lúcido, con un corazón enorme, y supo descubrir en aquel grupo de aldeanas la fuerza ardiente e inquebrantable del Espíritu Santo.

Eran mujeres pobres, sin más estudios que los que habían recibido en la escuela de su pueblo, el Valle de Abdalajís; sin más amigos en Málaga que los ancianos abandonados y enfermos; sin más bienes que el hábito que se ponían a hurtadillas en el hospital de Vélez; sin más dinero que las limosnas que les daban cada día... Y él descubrió en ellas el germen de una Congregación religiosa: "sigan lo que han comenzado", les dijo. "Yo las quiero probar durante dos años...".

¡Y vaya si tuvieron que vivir pruebas! Aprendieron mucho de pobreza, de generosidad y desprendimiento en el servicio a los pobres, de necesidad de organizar bien la vida para no fallar en la oración, de ingenio para resolver los problemas económicos y de confianza en Dios.

El día 2 de Febrero de 1881, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, recibieron el hábito y la Profesión religiosa. Había nacido una nueva Congregación en la Iglesia con el nombre de Madres de Desamparados, que les dio el Obispo. Aunque dicen ellas que la Congregación nació el 25 de diciembre de 1880, con el Niño Jesús. Porque fue ese día cuando el Obispo Gómez Salazar leos dio el sí, tras largas dudas. Les dio el sí y les dio el nombre, como tantas veces luego tendría que darles su apoyo, su dinero, su aliento y su cariño de padre.

La Congregación no había hecho nada más que nacer. Pero crecer es difícil. Y hubo que abrir un noviciado en una casita pobre, entre los pescadores del barrio malagueño de Huelin. Hubo que conocer el abuso de los prepotentes, como fue la expulsión del hospital de Vélez por decisión del alcalde. Hubo que conocer y que vivir la pobreza hasta grados extremos, que ni camas había en el noviciado hasta que lo supo el Obispo Gómez Salazar. Hubo
que aceptar la incomprensión, hasta quedarse sin más amigos entre los sacerdotes que el modesto padre Coca, su capellán. Lo que no consintió Madre Petra -cuando todo parecía torcerse- fue quedarse sin el Santísimo y sin la misa, la fuente de su vida alegre y de su constancia en medio de los sufrimientos.

También aquí Dios se hizo presente a través de los más pobres y sencillos. Porque pronto las mujeres del barrio, que saben mucho de sufrimiento, descubrieron la bondad y la grandeza de aquellas otras mujeres y les confiaron sus niños. Y con los niños, ya se sabe: llega la vida, la alegría, el cariño más limpio y más hermoso...


2.6. MONSEÑOR, MANDEME TODAS LAS HUERFANAS DE MALAGA.

La Congregación había nacido para atender a los ancianos, pero Dios tiene sus caminos. El año 1882, el número de religiosas había crecido notablemente y Madre Petra pensó en la necesidad de hacer alguna fundación. En éstas estaba, cuando llegó un sacerdote de parte del Obispo, ofreciendo la posibilidad de una fundación en Ronda.

Pero las Hermanitas de los Pobres se habían anticipado y Ronda tenía ya una casa para ancianos. Madre Petra entendió que Dios le pedía otra cosa, y dedicó la casa, que se inauguró el año 1884, para atender a las niñas abandonadas y huérfanas. Y cuando en la Navidad del mismo año un terremoto asoló a Málaga, la Madre pudo decir al Obispo: "mándeme todas las huérfanas de Málaga y pueblos afectados... Mendigaremos de puerta en puerta, nos lo quitaremos de la boca".

Como hacían en Gibraltar, donde ya habían fundado. Como harían después en Andújar, en Martos, en Arriate, en Valencia, en Barcelona... Un minúsculo grupo de mujeres nacidas y criadas en el Valle de Abdalajís, sin otra riqueza que su fe en Dios y su caridad cristiana, estaban dando una respuesta eficaz a algunos de los más graves problemas del siglo XIX: el abandono de los ancianos y de los niños. A pesar de su comienzo humilde, tan pequeño como un grano de mostaza, estas mujeres pobres estaban enriqueciendo no sólo a Andalucía sino también a Barcelona y a Valencia.

Empujada por la fe y guiada por la luz del Espíritu, Madre Petra estaba abriendo caminos nuevos en la Iglesia. Caminos de servicio al pobre; caminos de promoción de la enseñanza; y caminos, ella que era mujer sin letras, de nuevas devociones como el culto a San José. Era tanto lo que confiaba en el santo Patriarca, que marchó a Roma para defender esta devoción vivida en su versión más popular, cuando hombres de Iglesia sabios y cultos acusaron de superstición la forma de vivirla en San José de la Montaña de Barcelona. Es más, quiso ampliar el nombre de la Congregación, que pasaría a llamarse Madres de Desamparados y de san José de la Montaña.


2.7. "HIJAS, TENEIS LAS REGLAS APROBADAS".

Cuando Madre Petra se moría de agotamiento, de cansancio y de achaques, la Comunidad no se apartaba de su lado.
Era el 16 de Agosto de 1906, y una de las religiosas, queriendo conservar sus últimas palabras, le dijo: "Madre, ¿no nos va a decir ahora nada?" . Ella, consciente de la importancia del momento, se limitó a decir: "Hijas, tenéis las reglas aprobadas. Observadlas y hacedlas observar". Fue su testamento espiritual, antes de expirar en el Asilo de San José de la Montaña. Los relojes de Barcelona acababan de dar las diez de la noche.

Madre Petra, guiada y sostenida por el Espíritu y buscando en comunidad con otras jóvenes, había descubierto un cauce fecundo de amor a Dios y de amor a los hombres. Era una respuesta de fe a algunos de los graves problemas del siglo XIX: al problema de la pobreza y a la necesidad de educación para sacar a las niñas y a las jóvenes de su marginación. Ella, una mujer pobre, abrió hogares acogedores y modernos. Ella, una mujer sin letras, hizo posible que muchas niñas huérfanas pudieran estudiar.

Mientras vivió, Madre Petra era el alma y el vínculo de comunión de todas las casas. Pero una obra necesita, también cuando es una obra de Dios, unos cimientos históricos sólidos para sostenerse: necesita unas Constituciones. Y es Roma quien aprueba o desaprueba, en última instancia, el nacimiento de una nueva Congregación religiosa y las Reglas por las que se va a regir. La Congregación de Madres de Desamparados, más tarde Madres de Desamparados y de san José de la Montaña, fue aprobada el 17 de Julio de 1891. Era Papa León XIII.

Ya sólo faltaba consolidar el Noviciado: ese lugar donde se forja el espíritu de la futura religiosa y donde la joven aspirante profundiza en el "carisma". En pocos años, esta casa que es el hogar en el que se prueba y se consolida la vocación religiosa concreta de una aspirante, había ido pasando por Vélez, y por diversas zonas de Málaga (Huelin, Capuchinos, Martiricos) hasta desembocar en Manresa.

No sabemos muy bien por qué, pero Madre Petra decidió trasladar el Noviciado a Valencia, junto a la Virgen de los Desamparados. La nueva casa -"Huerto de san José" ¡Siempre san José!- se inauguró el 24 de Junio de 1894. Los primeros tiempos fueron muy duros, por las deudas, por la falta de medios económicos y de vocaciones. Hasta que un día en el que se quejaba al borde de la tristeza y del desaliento, le pareció escuchar en su interior: "¿Qué te ha faltado hasta aquí?". Y dicen que aquel día hizo un pacto con el Señor y el Señor lo hizo con ella: ella le obedecería en todo y El se ocuparía de que no le faltara nada. ¡Eso sí, tal como entiende el Evangelio lo de que no te falte nada!

Dice el Decreto de Alabanza firmado por el Cardenal Verga, "cuatro piadosas vírgenes del lugar llamado Valle de Abdalajís, en la Diócesis de Málaga, luchando inútilmente con sus respectivas familias...". ¿Inútilmente? Madre Petra ya podía morir en paz. Había descubierto el camino y ahora sólo tenía que decir tranquila: "Hijas, tenéis las Reglas aprobadas. Observadlas y hacedlas observar".


3. PERFIL DE UNA MUJER DE ACCION.

"Es Dios quien te quiere", le dijo al fin su padre. Como elegida de Dios, Madre Petra tuvo que recorrer el difícil camino de la cruz. Pero entre todas las pruebas, quizá la más dolorosa es que la tomaran por loca. Es realmente duro para una joven de aldea, donde todos se conocen y donde no escapa un detalle de la vida del otro, verse en la lengua de las gentes. Y es verdaderamente duro que hasta el propio padre la tome a una por loca.

Por eso mismo debió ser uno de los momentos más luminosos de su vida cuando, a los veinticinco años, la víspera del Corpus, oyó decir a su padre: "he comprendido que no estás loca ni es capricho tu decisión. Es Dios quien te quiere, y puesto que tu ilusión son los pobres, vete con ellos cuando quieras, pero déjame verte todos los días".

En su pueblo, muchos la tomaron por loca. En Málaga, en los primeros tiempos de la Congregación, la mayor parte de los sacerdotes y los más significados desconfiaban de ella. En Barcelona, el clero ilustrado vio su forma de vivir la fe en san José de la Montaña como una mezcla de superstición y de fanatismo. ¿Quién fue realmente Ana Josefa Pérez Florido, la futura Madre Petra? 

3.1. UNA MUJER DE ACCION.

Desde luego, se trata de una personalidad humana muy rica, verdaderamente excepcional. Y no es fácil decidir si lo que más sobresale es su fuerza de voluntad indómita, su capacidad de iniciativa o su inteligencia natural. Sabe bien lo que quiere y pone todos los medios por conseguirlo. Consulta y escucha, pero es ella quien toma sus decisiones. No se precipita nunca y piensa mucho los pasos que hay que dar, pero no tiene inconveniente en reconocer que se ha equivocado y en volver a recomenzar el camino. Cuando "ha visto" claro, se pone en manos de Dios y avanza con la firmeza sólida de esas rocas que coronan el Valle. Aunque la critiquen y la tomen por loca, aunque tenga que enfrentarse a un alcalde avasallador y tenga que oponerse a personas de Iglesia muy importantes e ilustradas.

Es verdad que no tenía estudios, pero tenía la experiencia de una vida de familia muy rica. Cuando se es la menor de diecinueve hermanos y encima se ha perdido la madre a los tres años, se sabe mucho de compasión, de solidaridad, de fortaleza interior, de compartirlo todo, de contar con los demás y de tomar las propias decisiones. Había aprendido su honda humanidad en la escuela de una vida familiar austera y llena de nobleza.


3.2. UNA MUJER DE DIOS.

Nació en una familia cristiana en la que se rezaba todos los días y en la que aprendió a amar y a respetar a Dios y a toda persona humana. Desde muy niña supo que el amor a Dios nos lleva a descubrir un hermano en cada hombre y en cada mujer. Especialmente en los más abandonados y en los más pobres.

Su fe es una fe directa y limpia, sin complicaciones teóricas. Una fe que la lleva a tener una confianza inquebrantable en Dios. En sus Crónicas, se repiten muchas expresiones como ésta: "he visto claramente que el único que no falta es Dios y en El he confiado siempre y no ha sido vana mi esperanza" (Crón. XVII,12). Igual que vemos en los salmos de petición, aún no ha abierto los labios a la súplica cuando está afirmando ya que Dios le ha concedido lo que pide. ¡Eso sí, casi siempre a través del bendito San José! Su confianza inquebrantable nos desconcierta y asusta a muchos creyentes. Lo mismo dice en Andújar que ya tiene segura una casa, porque "se la debe" San Juan de Dios a quien acaba de descubrir en una fachada, que tranquiliza a la comunidad de Barcelona porque san José le ha dicho -cuando el dueño de la casa en que viven está a punto de venderla y de dejarlas en la calle- "que todo está arreglado".

Esta fe se renueva cada día en una oración prolongada y constante. De lo contrario, la persona se ve ganada por la tibieza y pierde el ardor evangélico. Madre Petra descubrió muy pronto, cuando aún estaban en Vélez, el riesgo de una acción que no se alimenta cada día en la contemplación y en el silencio. Y estableció en sus casas espacios y lugares de oración y de silencio. 

Y junto a la oración personal, la celebración de la eucaristía. Podían estar sin camas, sin sillas y sin mesas en Málaga o en Barcelona; podían dormir sin mantas en el crudo invierno de Ronda; podían pasarse días y noches a pan y agua, pero cuando estuvieron a punto de quedarse sin la celebración diaria de la eucaristía, no paró de rogar y suplicar en el Obispado de Málaga hasta que les garantizaron un capellán.

Aunque el signo más elocuente de su fe, era su cuidado maternal y abnegado por los pobres. Porque ella no fue una mujer de hermosas doctrinas sobre los pobres; ella los amaba y los cuidaba con la delicadeza tierna de una madre.


3.3. PURIFICADA POR EL SUFRIMIENTO.

Vivió en sus carnes el hambre y la pobreza; vivió la expulsión violenta de sus religiosas del hospital de Vélez; vivió la experiencia del trabajo agotador, que la llevó a decir que la casa de Ronda se había construido con su misma sangre; vivió la incomprensión y hasta la maledicencia; vivió todo tipo de apuros económicos... Pero nada le hizo perder su confianza en Dios y en los hombres. En medio de sus dificultades y de sus sufrimientos, acudía a la capilla a llorar y seguía bendiciendo a Dios. Hasta que la prueba pasaba y recuperaba su alegría sencilla y contagiosa.

Dios purificó su espíritu a través de muchas pruebas y dolores. Seguramente por ello, crecía su capacidad de compasión, su delicada ternura para con los ancianos y para con sus hijas, y su espíritu de lucha para aliviar toda clase de sufrimiento. Sabía bien que la cruz es el rostro oculto del amor más generoso y limpio.


3.4. LLENA DE COMPRENSION Y DE COMPASION.

Madre Petra no era una campesina ingenua. Pisaba muy firme sobre la tierra y conocía el corazón de las personas. Quería a cada uno como era realmente y no como debería ser.

A quien se extrañaba de los defectos ajenos, le decía: "¿Quién no tiene defectos? Usted le sufrirá a él sus cosas, y él o ellos a usted, que los tendrá buenos" (Carta del 19-X-1886).

Cuando veía a sus hijas entretenidas con las visitas, las avisaba con tacto: "Sus conversaciones son de cosas de mundo y nosotras hemos renunciado a todo eso. Debemos ser afables con todas las personas, pero demostrando siempre que somos religiosas".

Sabía bien que la vida en comunidad es difícil y que, a veces, surgen roces entre personas que se quieren. "No se resientan por las ofensas, les decía, sino que se sufrirán disimulándose mutuamente y pidiéndose perdón" (Const. 1895, XIII,6).

Y recomendaba un cuidado exquisito a los pobres. "No olvidéis que sois Madres, decía a sus religiosas. Atended con afecto filial a todos, especialmente a los acogidos. Con más cuidado aún en las enfermedades y de modo especialísimo, a la hora de la muerte". "Tened mucho cuidado con los pobres asilados, mucha caridad y cariño, que los pobres no tienen más consuelo que el que les damos" (Carta 30-V-1886).

Mujer totalmente de Dios, era también exigente. Pero sin esconder nunca su corazón de madre. Cuando llegó a Barcelona y encontró a todas las religiosas, excepto dos, en cama con la gripe, las fue visitando una a una, abrazó con delicadeza a las más enfermas y luego "marchó a la cocina y les preparó una sopita ligera con carne de pollo".


3.5. DEVOTA DE SAN JOSÉ.

Fue una devoción muy temprana de Madre Petra; una devoción que tiene un punto álgido en su experiencia de Alora. No sabemos si conoció la Encíclica "Quanquam pluries" de León XIII, verdadera carta magna de la devoción al Santo Patriarca. Pero llegó a decir cosas tan llamativas como ésta: "Hemos llegado a los tiempos de san José y sé que no le podemos prestar a la Santísima Virgen otro servicio más agradable que trabajar por extender la devoción de San José" (Carta 28-IV-1902).

Como escribió poco después de la muerte de Madre Petra el Padre escolapio Manuel Serra, "lo que más descollaba en su corazón era la devoción a su padrecito san José. Por él dejó su casa, su familia, su nombre, tomando el de Petra de san José; por él sufrió y fundó una Congregación religiosa; con él y por él viajaba, hablaba; en él confiaba; de él se preocupaba; por sus intereses vivía; por su culto se desvelaba; con él, todo lo arreglaba; su nombre tenía continuamente en los labios... En una palabra, vivió enamorada de san José y amando intensamente a san José".

No es extraño que las casas de la Congregación estén bajo el patrocinio de San José. Madre Petra se basaba en la autoridad paterna del Santo Patriarca sobre Cristo en la tierra y en la confianza de que esa autoridad paterna sigue vigente en el cielo. ¿Cómo Jesús iba a negar nada a quien debía cariño, respeto y obediencia?


4. "QUÉ ADMIRABLE ES TU NOMBRE, SEÑOR"

Como he dicho al comenzar, el Papa Juan Pablo II va a beatificar a Madre Petra el día 16 de Octubre. Bien merece que demos gracias a Dios. Su personalidad humana es un lujo de mujer para Málaga y para toda Andalucía. Personas como ella, con su grandeza interior, crean historia y nos dignifican a todos. Por su fe, por su amor abnegado y limpio, por su imaginación para encontrar respuestas donde los demás sólo encuentran problemas.

Visto desde la fe, es un milagro de la gracia, un capricho de Dios que ha querido bendecir a nuestra Iglesia Diocesana con la santidad y con el testimonio heroico de confianza en Dios y de amor al necesitado de Madre Petra. De Madre Petra y de todas sus compañeras. Especialmente, de sus tres compañeras de El Valle.

Y visto desde nuestros tiempos, es un signo elocuente de la vitalidad del Evangelio. Más de treinta casas, donde viven, rezan y ayudan a los pobres en torno a quinientas mujeres bien preparadas y dispuestas es una riqueza humana extraordinaria y una realidad eclesial muy clara.

Pero una beatificación es mucho más que un recuerdo y que un motivo de acción de gracias: es una llamada a todos. Una llamada a seguir profundizando, en nuestra Diócesis de Málaga, en la opción preferencial por los pobres. Una llamada a la confianza en Dios, que saca una Congregación espléndida de la fe sencilla aunque sólida de cuatro aldeanas. Una llamada a vosotros, los jóvenes y las jóvenes, porque en Madre Petra tenéis el testimonio de lo que es una vida apasionante; una vida llena de grandeza, en su servicio humilde a Dios y a los pobres.


+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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