DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

\"Es Dios quien obra el querer\" (Fil 2, 13)

Publicado: 24/04/1994: 1147

Jornada Mundial de Oración
por las Vocaciones 

1.- "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones"
    (Lc 1,48).

El evangelista san Lucas pone estas palabras en boca de María. Por haber creído, por haber seguido con fidelidad la llamada de Dios, se ha convertido en una bendición de mujer. Y se lo seguimos diciendo cada día miles de hombres y de mujeres: "Bendita tú eres entre todas las mujeres" ¡Eres una bendición de mujer!

Ella, la Virgen María, fue la primera y la más grande. Pero resulta interminable la lista de creyentes -hombres y mujeres- que han sido una bendición para la humanidad. Se fiaron de Dios; se abrieron con fe a la llamada de Dios, y su corazón se llenó de paz, de misericordia, de compasión, de mansedumbre, de amor a la justicia... (Cfr Ef 4,1-4). Conocemos bien sus nombres y su historia: San Juan de Dios, San Juan Bosco, Beata Angela de la Cruz, Santa Teresa... Son hombres y mujeres beneméritos para toda la humanidad. ¡Son los santos y las santas de Dios!

Junto a ellos, miles de personas siguen dando su vida y toda la bondad de que es capaz su corazón por amor al hombre. Han dejado su casa, su familia y su comodidad por servir al Evangelio. Los encontráis con los enfermos terminales del SIDA; con los ancianos más pobres; con los niños sin un hogar acogedor. Los encontráis en nuestras parroquias y colegios. Los encontráis donde se construye el futuro mediante la educación; y donde se necesita una ayuda solidaria, para aliviar el sufrimiento. Son los religiosos y las religiosas; son los sacerdotes; son los seglares consagrados a proclamar el Reino de Dios en medio del mundo.


2.- "Al ver la muchedumbre, (Jesús) sintió compasión de ella"
    (Mt 9,36).

Así nos lo cuenta San Mateo, refiriéndose a Jesús. Y así podría repetirlo cualquiera de vosotros, al ver parroquias enormes, que sólo disponen de un sacerdote; al ver numerosos grupos de jóvenes creyentes, que no encuentran quien los escuche y quien los guíe; al ver ancianos pobres, que no disponen de una residencia acogedora; al ver enfermos crónicos, para quienes no existen lugares de acogida; al ver personas sedientas de Dios, a quienes no se les predica el Evangelio.

Necesitamos vocaciones sacerdotales y vocaciones religiosas: hombres y mujeres que pongan su vida al servicio del Evangelio; al servicio de sus hermanos más necesitados. Es la misión más hermosa y más impresionante que Dios puede confiar a una persona. Una misión capaz de llenar una vida y de hacerla luminosa y alegre.

Pero la vocación religiosa sólo nace y madura en el contacto vivo con Dios. En esas familias donde los hijos aprenden el amor gratuito, la fidelidad a toda prueba, el respeto dialogante y la paciencia llena de ternura; donde aprenden a amar y a servir a Dios. En esas parroquias y en esos grupos, donde los jóvenes aprenden a orar asiduamente y a servir a sus hermanos.


3.- "Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a sus campos"       (Mt 9,38).

Es la consigna que nos dejó Jesús y es la consigna que nos repite cada año con insistencia el Santo Padre, desde los tiempos de Pablo VI: Orar insistentemente por las vocaciones consagradas.

En las parroquias, en los colegios confesionales, en los movimientos apostólicos, enseñad a orar a los jóvenes y orad continuamente con ellos. En la familia, en la catequesis, en los grupos juveniles, enseñad a orar a los jóvenes y orad continuamente con ellos. Porque la oración es la tierra fecunda donde se escucha y se puede acoger la llamada de Dios. Pues la vocación es un regalo divino y sabemos por la fe que es Dios quien "obra (en nosotros) el querer y el obrar": el seguirle con fe y el dar la vida en favor de todos los hermanos; especialmente en favor de los hermanos más pobres.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

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