DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

La Cuaresma, un camino de libertad

Publicado: 11/02/1997: 1367

Pastoral del Obispo de Málaga
con motivo de la Cuaresma


Los católicos comenzamos hoy, miércoles de Ceniza, la Cuaresma. Y como nos dice el Papa en su mensaje, "la Cuaresma rememora los 40 años que Israel pasó en el desierto mientras se encaminaba hacia la tierra prometida". Se trata de un itinerario espiritual que dura 40 días, y que nos lleva a celebrar la Pascua del Señor, cumbre y centro de la Liturgia y de la vida cristiana.

En nuestro mundo secular, la Cuaresma pasa desapercibi-da. Pero lo que importa es que las personas creyentes abramos la mente y el corazón a Jesucristo, el Señor. Por deseo expreso del Papa, en nuestro camino de fe hacia el Gran Jubileo del año 2.000, los cristianos dedicamos este año de 1997 "a la reflexión sobre Cristo, Verbo del Padre, hecho hombre por obra del Espíritu Santo". Tras haber celebrado su nacimiento en Belén, le vamos a acompañar, primero, en su camino hacia el Calvario. Y en la Vigilia Pascual del Sábado de Gloria, participaremos, renovando nuestras promesas bautismales, en el misterio de su muerte y de su resurrección.

Este adentrarnos en Jesucristo no significa desenten-dernos de los graves problemas que tenemos en nuestra tierra. Por el contrario, nos lleva a mirarlos "con los ojos de Dios" y a afrontarlos con redoblada esperanza, pues como os decía en la Carta Patoral de Diciembre, "la fuerza salvadora del Resucitado, transformando a la persona desde dentro, penetra también en los entresijos de nuestra historia".

La Cuaresma nos presenta este camino hacia la Pascua, que es un camino hacia la libertad, con tres palabras claves: oración, limosna y ayuno. Son palabras llenas de fuerza, aunque a primera vista parezcan anticuadas.

La oración nos habla de abrirnos a Dios Padre, a Jesucristo el Señor y al Espíritu Santo. La lectura sosegada del Evangelio y de los salmos son como el agua de otoño, que deja la tierra mullida. Y conviene hacerlo en familia. En el silencio y el sosiego, se ven las cosas de otra manera. Y la persona toma conciencia de la fragilidad de su vida, de que esta vida frágil es un don maravilloso de Dios y de que necesitamos rectificar muchas cosas y pedir perdón. Un perdón que se nos ofrece en el sacramento de la penitencia y que reaviva nuestra esperanza y nuestros anhelos de santidad, desembocando en la Eucaristía.

La limosna es una forma simplificada de hablarnos del amor. Pues lo primero que advierte el creyente, cuando se abre al misterio de Dios, es que el corazón se le llena de amor gratuito. Un amor afectivo, pero también realista y eficaz, que se transforma en respuesta a la situación de pobreza que hemos descubierto en nuestra Diócesis: creando puestos de trabajo quien lo tenga a su alcance; promoviendo viviendas de tipo social; renunciando a las horas extra para abrir espacio a los parados; desarrollando la imaginación para crear nuevas fuentes de riqueza; defendiendo a los emigrantes pobres frente a cualquier atropello... Pues la fe verdadera se encarna en la historia de cada día y abre espacios de vida y de libertad a todos los marginados.

El ayuno nos habla de austeridad; de modificar hábitos de conducta consumistas; de moderar los salarios más altos, para que la recuperación económica llegue a las capas sociales más humildes; de anteponer la persona del trabajador a las ganancias abusivas de la empresa; de no malgastar en medicinas más de lo necesario; de no destruir ni deteriorar los bienes que son de todos; de cumplir honradamente con el trabajo sin recurrir a ningún tipo de fraude... Son también formas posibles y actuales de practicar el ayuno y la abstinencia.

Con su llamada a la conversión, la Cuaresma presenta un itinerario espiritual de cuarenta días, para llevarnos a Dios y al hombre. Al Dios de Jesucristo, que se ha encarnado y que se hace historia de justicia y de vida. No para quedarse únicamente en esta tierra, pues este Reino de libertad y de gracia ya presente entre nosotros, es sólo una anticipación de los cielos nuevos y la tierra nueva que inaugura la resurreción de Jesucristo.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

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