DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

No debemos resignarnos (Jornada por la paz en los Balcanes)

Publicado: 14/01/1994: 1098

1.- Un signo profético.

El Santo Padre ha convocado a toda la Iglesia a orar por la paz en los Balcanes. El nos invita a todos los cristianos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a unirnos en un gesto sencillo de paz. Nos invita a celebrar una jornada de ayuno el viernes, día 21 de Enero. Y a celebrar la misa por la paz el domingo, día 23.

En su mensaje del día 1 de Enero, Jornada Mundial de la Paz, nos decía: "El mundo anhela la paz, tiene urgente nece-sidad de paz... ¡La paz parece, a veces, una meta verdaderamente inalcanzable!... No debemos resignarnos. Sabemos que, a pesar de todo, la paz es posible porque está inscrita en el proyecto divino originario... La armonía inicial fue rota por el pecado, pero el plan originario de Dios continúa vigente" (n 1).

Esta llamada, desde la humildad de quien no tiene poder y desde la confianza de quien tiene fe en Dios y en el hombre, es un verdadero signo profético. Nos convoca a actuar desde la debilidad de los pobres y desde la fuerza inquebrantable de Dios. Podemos ser miles, millones de personas, las que unamos nuestros corazones en este gesto de paz; las que levantemos nuestra oración y nuestra protesta para detener la guerra con métodos no violentos. No queremos que nuestra indiferencia nos haga cómplices de esta matanza sucia y cruel en los Balcanes.


2.- La paz es un don mesiánico.

La paz no es el sometimiento del vencido ni la resignación humillada del pobre. La paz es verdadera cuando es fruto y resultado de la justicia; cuando brota del respeto a los derechos humanos; cuando florece en un clima de libertad y de participación.

Ante la injusticia y la opresión reinantes, la Biblia nos habla de un Mesías "príncipe de la paz"; que dará al pueblo una "paz sin fin" (Is 9,5-6), "porque él será la Paz" (Mi 5,4). El curará las heridas y traerá paz para todo el mundo, "para quien está lejos y para quien está cerca"  (Is 57,19). Una paz abundante y caudalosa "como un río" (Is 66,12), porque Dios pondrá como gobernantes la Paz y la Justicia (Is 60,17). Y su pueblo "forjará de sus espadas azadones, de sus lanzas podaderas" (Is 2,4).

Nosotros sabemos y confesamos que Jesucristo "es nuestra paz" (Ef 2,14); que El ha vencido al odio y a la muerte (1 Co 15,55-56), reconciliando y pacificando todas las cosas "mediante la sangre de su cruz" (Col 1,20). El nos ha dejado como regalo la paz (Jn 14,27) y nos ha dicho que son bienaventurados y auténticos hijos de Dios "los que trabajan por la paz" (Mt 5,9). Y San Pablo nos dice que todos podemos y debemos ser artífices de la paz, porque el Hijo de Dios nos ha redimido, nos ha curado y nos ha hecho capaces de actuar con amor (Gal 5,13ss). También hoy el amor de Dios nos libera del odio, del resentimiento y de la violencia, y nos capacita para actuar según el espíritu de las bienaventuranzas. Nosotros somos hoy ese Pueblo de Dios que puede y que debe convertir los tanques en autocares; los cañones, en molinos de trigo y de aceite; y las trincheras, en huertos de naranjas.

El Vaticano II nos sigue invitando a ser constructores de la paz; nos sigue diciendo que "todos los cristianos son llamados insistentemente para que, haciendo la verdad en el amor (Ef 4,15), se unan con todos los hombres verdaderamente pacíficos para implorar e instaurar la paz" (GS 78).

Y para ello, no necesitamos armas ni poder. Como seguidores del Evangelio, nos alineamos con todos los que "renunciando a la acción violenta para reivindicar sus derechos, recurren a los medios de defensa que están incluso al alcance de los más débiles" (GS 78).


3.- Vosotros sois la sal de la tierra.

El Papa Juan Pablo II nos ha convocado a una jornada de ayuno y a una jornada de oración. Son dos gestos humildes y sencillos, al alcance de todos. Dos gestos silenciosos, que pueden convertirse en un inmenso clamor; en un clamor que llegue hasta el corazón de Dios y hasta el corazón de los gobernantes. Tenemos que detener la guerra de los Balcanes; tenemos que detener todas las guerras. Y sólo tenemos la fuerza de los débiles: la fe en Dios y en el hombre, el ayuno y la oración.

Jesús nos lo ha dicho a sus seguidores: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo..." (Mt 5,13-14). Vosotros, todos los que tenéis esperanza porque os apoyáis en Dios. Por eso, ruego a cada parroquia y a cada comunidad cristiana que organicéis y que déis a conocer la jornada de ayuno del día 21; que organicéis y déis a conocer la celebración de la Eucaristía del día 23. Se trata de dos gestos proféticos cargados de valor evangélico. Y además de su valor intrínseco, son también una forma de lenguaje muy elocuente, capaz de movilizar conciencias y de crear solidaridad entre todos los hombres y mujeres de corazón noble.

También aquí podemos decir esas palabras tremendas de MANOS UNIDAS: tu indiferencia te hace cómplice.

 + Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

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