DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

La familia, escuela de humanidad

Publicado: 31/12/2001: 1034

Fiesta de la Sagrada Familia


La Iglesia celebra hoy la fiesta de la Sagrada Familia, para presentar a sus hijos un espejo en el que puedan mirarse: la familia de Nazaret. Es verdad que María y José fueron personas discretas y apenas conocemos nada de su vida, pero lo que sabemos nos pone de manifiesto la grandeza de su amor y la hondura de la fe con la que abordaron los diversos acontecimientos de una misión nada fácil. Dios les encomendó la existencia y la educación de su Hijo, y a juzgar por la rica personalidad de Jesús de Nazaret, hay que reconocer que desempeñaron bien su tarea. 

A las familias de hoy se os ha encomendado también la educación de los hijos y poner de manifiesto con vuestro ejemplo que la familia, esa que algunos llaman “familia tradicional”, es “el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano”, como nos ha dicho Juan Pablo II (CA 39). El mejor argumento en favor de la familia sois vosotros, que habéis logrado que los jóvenes señalen a la familia como el valor más cotizado. Y eso, en unos tiempos adversos, cuando unas minorías que se consideran muy sabias a sí mismas, no cesan de burlarse de la familia tradicional y de proponer insistentemente formas descabelladas e inadmisibles de unión familiar.

Podéis estar orgullosos quienes seguís creyendo en la familia, comunidad estable de amor, que brota del matrimonio entre un hombre y una mujer, pues dice el Concilio que  “la salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (GS 47). Y la experiencia diaria avala esta afirmación, pues sabemos que la delincuencia infantil y juvenil tiene su caldo de cultivo en las familias desintegradas y rotas.

Además de celebrar la misa por todas familias y con cuantas familias acudáis a la Santa Iglesia Catedral, me vais a permitir tres sugerencias. La primera, que fomentéis mucho el diálogo. La falta de confianza y de tiempos para conversar es el cáncer que mina el cariño y la estabilidad de los hogares. Conviene habituarse a tener espacios en los que se pueda hablar de todo en un clima distendido.

La segunda, que dediquéis mucho tiempo a vuestros hijos. Nada ni nadie puede sustituir el cariño y la presencia de los padres. Es necesario escuchar a los hijos, jugar con ellos y reír juntos, para que se vean queridos y valorados. Especialmente en estas circunstancias en las que no es infrecuente que trabajéis ambos cónyuges fuera del hogar.

Y finalmente, que procuréis iniciarlos en el Evangelio. Además de transmitir con vuestra vida los valores evangélicos y de presentarles las verdades centrales de la fe, vuestros hijos necesitan que los iniciéis en la oración. Y la mejor manera de conseguirlo consiste en que os vean rezar a vosotros y en que los habituéis a participar cada domingo en la misa todos juntos. Al llegar la adolescencia y las crisis, conviene que se sientan comprendidos y respetados, pero sobre la base de una educación cristiana sólida, en la que nadie puede suplir dignamente vuestro papel de padres.

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga.

 

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