DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

La parroquia (PDF 20 página)

Publicado: 04/10/2004: 1907

Carta pastoral "La parroquia" de Mons. Dorado Soto en formato PDF (20 páginas)

 

1. Introducción

Queridos diocesanos:

Comenzamos el curso pastoral 2004-2005 con el impulso del Espíritu a vivir la fe, don de Dios,  que hemos recibido  a través de nuestros mayores. Como el Papa escribió en su Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte”,  estamos invitados a “recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro” (n.1). Vivencia de la fe  en todas sus dimensiones personales y comunitarias, con la responsabilidad de  confesarla,  celebrarla y anunciarla con la vida y las obras.

Vivir con pasión el presente porque el Espíritu nos habla en estas especiales circunstancias, “El que tenga oidos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Apoc. 3,6). La Exhortación Apostólica “La Iglesia en Europa” de Juan Pablo II, nos recuerda que “el Apocalipsis nos pone ante una palabra dirigida a las comunidades cristianas para que sepan interpretar y vivir su inserción en la historia, con sus interrogantes y sus penas, a la luz de la victoria definitiva del Cordero inmolado y resucitado.” (n.5)

Pero, ante todo, el Señor dice a nuestra Iglesia diocesana palabras de consuelo: “conozco tu conducta, tu caridad, tu fe, tu espíritu de servicio, tu paciencia...” (Apoc. 2,19) El sabe de nuestros esfuerzos, de nuestros proyectos por hacer presente la Buena Noticia en estos momentos en los que se ofrece con tanta profusión la cultura de la increencia.

En nombre del Señor se han elaborado con ilusión y perseverancia en estos años los Proyectos Pastorales Diocesanos que siempre han estado dirigidos a descubrir las necesidades evangelizadoras más apremiantes y a convocar a la mejor respuesta pastoral.  Con dedicación hemos asumido desde hace años el quehacer misionero.  Al  mismo tiempo hemos crecido en deseos  de vivir con fidelidad las exigencias del evangelio que nos convoca a “conocer, amar e imitar”  al Señor. (NMI..29).

La  preocupación de fidelidad en la vivencia de nuestro encuentro con el Señor y de servicio a la misión evangelizadora es la que motiva el contenido de esta carta Pastoral que quiere invitar a potenciar la parroquia,  una de las realidades eclesiales más antiguas y que convoca a más cristianos, comunidad  evangelizadora más conocida y que, de alguna manera, ha estado presente desde nuestra niñez. 

Estoy convencido de que el paso de los años no ha disminuido la capacidad misionera de la Parroquia y su importancia como expresión y realización de la vida cristiana.

Deseo exponer mi reflexión sobre la Parroquia con el propósito de que potenciemos y actualicemos su vitalidad para “... que continúe siendo núcleo esencial de evangelización” (V Semana Nacional de la Parroquia, Comisión E.de Pastoral, Madrid, 1975, 11)

 

2. La Parroquia en la Pastoral Diocesana.

Una de las descripciones más exacta y expresiva de la parroquia  es la siguiente:

“La parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio; ella es la familia de Dios, fraternidad animada por el Espíritu de unidad, es una casa de familia, fraterna, acogedora, es la comunidad de los fieles. En definitiva, la parroquia está fundada sobre una realidad teológica,  porque ella es una comunidad eucarística” (Chistifideles laici,. 26)

El Concilio Vaticano II reconoce la importancia de la Parroquia cuando enseña que “la Parroquia es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos e hijas” (AA.,26) y la define así:

“Es una determinada comunidad de fieles, constituida de modo estable en la Iglesia particular, para cuya pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco (y vicarios) como sus pastores propios” (SC., 42)

No es sólo un territorio, perfectamente señalizado, sino una comunidad de fieles, no centrada en el sacerdote, sino en el Pueblo de Dios y en comunión explícita, como veremos más adelante, con la Iglesia Particular o Diócesis. (Cf. Parroquia, Pastoral y Evangelización, Monte Carmelo, Burgos, 847)

Perspectiva cercana, con gran posibilidad de vida, la de cada día y la excepcional de momentos especiales, todos dirigidos y experimentados por la fe y el amor.

En la clausura del Congreso Eucarístico Nacional de Italia, celebrado en Udine, en el año 1972, Pablo VI, dijo:

“ El propio campanario debe ser preferido como el más hermoso de todos. Cada uno debe sentirse feliz de pertenecer a la propia diócesis, a la propia parroquia. Cada uno puede decir: aquí Cristo me ha esperado y me ha amado, aquí lo he encontrado y aquí pertenezco a su Cuerpo Místico.”  (Cf. FP., La Iglesia local una tarea, Narcea, 36)

El Proyecto Pastoral Diocesano 2001-2006 afirma que la Parroquia es el ámbito básico para el desarrollo del Proyecto Pastoral (p.103).  Sin la Parroquia no podríamos realizar ningún proyecto pastoral que implique a todos los bautizados a vivir y a servir el Evangelio. Con lógica el PPD reconoce “que desde el ámbito de la Parroquia se pueden favorecer los tres objetivos prioritarios hoy en la acción pastoral: la evangelización, la comunión y la formación.” (p.203). Se pueden y se deben.

Es la primera consideración que os ofrezco, la parroquia valorada y amada. Tenemos  necesidad de convencernos de la importancia de  la dimensión parroquial de la vida cristiana.

Es cierto que existen muchas dificultades para el crecimiento de la experiencia de la vida de la parroquia. El trabajo de los cónyuges,  el horario laboral,  los distintos lugares de las ciudades donde se desarrolla la vida de los ciudadanos y, por tanto, de los cristianos:   residencia, trabajo y diversión-descanso. Los fines de semana son un nuevo fenómeno social con el alquiler o  adquisición de la segunda vivienda.

Desde otra vertiente, el hecho de  la creciente vitalidad de nuevos movimientos y de  la integración de muchos laicos en las comunidades religiosas que, con todo entusiasmo,  se sienten partícipes del carisma de las Ordenes y Congregaciones a las que han conocido y con las que desean trabajar apostólicamente.   Debemos dar gracias a Dios por ello,  pero este hecho  no puede disminuir el valor de la parroquia en la vida eclesial. La Parroquia es necesaria, la Parroquia es imprescindible.

Sin el  trabajo pastoral de las parroquias que incorpora a  laicos, a religiosos y religiosas y a tan gran número de los sacerdotes, la vida de la iglesia no se entendería, se empobrececía.

Unido a la valoración, el segundo elemento importante es el afecto..Como dijo Pablo VI, “la parroquia amada como madre”. Es la experiencia  afectiva que debemos cuidar porque condiciona positivamente nuestra presencia y nuestra entrega evangelizadora en la parroquia.  La parroquia donde nacimos a la fe y la parroquia donde actualmente vivimos la fe y desde la que nos sentimos enviados a evangelizar.

Nuevas formas de presencia de la Iglesia en ambientes, en sectores y en servicios han enriquecido especialmente la dimensión evangelizadora de la Iglesia. Pero ninguna ha sustituido a la Parroquia, de tal manera que en los diversos Congresos y Encuentros se reclama la autoestima de la Parroquia y se invita a que potencie  su compromiso evangelizador, en circunstancias sociales y religiosas muy diferentes a las de hace unos años.

Se ha insistido que debemos pasar de la parroquia que ha existido en régimen de cristiandad a la parroquia en actitud de misión. Así se recordó en el Congreso sobre Parroquia Evangelizadora, celebrado en Madrid durante los días 11, 12 y 13 de Noviembre de 1988:

“La increencia deja de ser excepcional para convertirse en un rasgo cultural. La Iglesia se encuentra ante el reto de una segunda evangelización. Segunda en sentido cualitativo: se trata de evangelizar a cristianos descristianizados que no tienen conciencia definida de su situación creyente” (Varios, Congreso Parroquia Evangelizadora, Edice,Madrid,99)

Hechos sociológicos como  la inmigración ha supuesto otro desafío para las parroquias: la integración de cristianos católicos de otras culturas, de cristianos de otras confesiones y de no cristianos que se encuentran por primera vez en su vida con el cristianismo y a los que debemos ofrecer la persona y la obra salvadora de Jesucristo.

Pues bien, ante la complejidad del  mundo contemporáneo, debemos contemplar a la parroquia como básica realidad de vida cristiana y de acción evangelizadora.

De ahí mi reiterada petición de  que valoremos y amemos a la parroquia como experiencia cristiana excepcional para vivir y ofrecer la fe, convencidos de que con las adaptaciones necesarias la parroquia responde a planteamientos evangelizadores necesarios para nuestro tiempo. Es llamada que dirijo a la comunidad eclesial  porque a todos interesa, pero especialmente a la vivencia  de la Iglesia y a nuestra coherencia de vida de fe.

A los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los laicos que pertenecen a movimientos, comunidades, asociaciones, hermandades y cofradías, a los laicos que viven la dimensión de fe que nace de los sacramentos de la iniciación incorporados directamente a la parroquia, en la seguridad de que ésta  a ninguno disminuye en su carisma específico y, por el contrario, a todos potencia, al mismo tiempo que ayuda a servir mejor al Reino de Dios que debe ser nuestra más honda pasión.

Nos son muy iluminadoras a este respecto las palabras de Juan Pablo II, pronunciadas en la Parroquia de Orcasitas (Madrid) en el año 1983:

“No me encuentro con vosotros simplemente ante un templo, sino en una parroquia, y, en cuanto tal, estáis llamados a formar una sola cosa en Cristo, y obligados a testimoniar vuestra vocación comunitaria. Una parroquia, es, en efecto, una comunidad de hombres que por el bautismo están personal y socialmente conectados al sacerdocio de Cristo... Vosotros sois una parroquia, porque estáis unidos a Cristo de modo especial gracias al memorial de su único sacrificio ofrecido en el propio cuerpo y sangre en la cruz, que se hace presente y se renueva en la Iglesia como el sacrificio sacramental del pan y del vino. Este sacrificio Eucarístico traza el constante ritmo de la vida de la Iglesia, también de vuestra parroquia. ¡Centras vuestras actividades parroquiales en la Sagrada Eucaristía, en el encuentro personal con Cristo, presente huésped nuestro”¡ (Conf.Ep.Esp., Juan Pablo II en España, Madrid, 1983, 100)

Es la afirmación que leemos en el Proyecto Pastoral Diocesano 2001-2006:

“Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la Parroquia; o sea, el “misterio” mismo de la Iglesia presente y operante en ella.” (p.105)

Dos valores fundamentales de la Iglesia deseo ofreceros para que sean recordados y actualizados.

 

3. La Parroquia, “hogar de comunión”.

El sucesor de Pedro nos impulsó a vivir y a crear “comunión”, en su Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte”

“Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión; este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (n.43)

No urge el Papa a vivir y a trabajar en favor de la “COMUNIÓN” por estrategia pastoral o por oportunismo del momento. Como enseña en su Carta Apostólica se trata de ser fieles a la voluntad de Dios y, al mismo tiempo, a dar respuesta a lo que el mundo desde hace siglos busca con utopía reiterada, bajo los lemas de fraternidad, de unidad. Sin embargo, al mismo tiempo que se animan gestos y realizaciones de solidaridad, de colectivización, se promueve la cultura del más fuerte individualismo.

*** Comunión heterogénea.

La Parroquia es el primer “hogar de comunión” de cristianos distintos, heterogéneos: hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos, cultos e incultos, de ideologías diferentes, religiosos, laicos, presbíteros y diáconos. Por eso es una experiencia humana, enriquecedora y apasionante.

Se dijo en el Congreso “Parroquia evangelizadora”, y es positivo no olvidarlo,

“... la Parroquia es, eminentemente, la “Iglesia del pueblo”, no en el sentido de oposición al ministerio o a lo institucional, sino como apertura opuesta cualquier forma de determinación selectiva que no sea estrictamente la fe. El núcleo esencial de la parroquia no son los grupos selectos de la misma, sino “el común de pueblo cristiano”. Ellos son, fundamentalmente los que deben ser evangelizados desde lo común y radical cristiano y los que deben evangelizar con su vida pobre y humilde” (C. “Parroquia evangelizadora, Edice, Madrid, 113)

Juan Pablo II, en su discurso a los obispos de Lombardía, lo manifestaba con las siguientes palabras:

“La Iglesia muestra verdaderamente en la parroquia la maternidad dirigida a todos, sin criterios exclusivos de élite, y comprometiéndose a ser una convencida y confiada educadora de cristianos cada vez más abiertos al Espíritu. Acontece así que la parroquia, con su misión, ejerce un influjo fundamental al suscitar en la Iglesia formas de esa “santidad popular” que constituye uno de los tesoros más apreciables de nuestras poblaciones cristianas.” (Ib.)

Es la primera gran tarea que por sí es también realización evangelizadora.

Para ello a la Parroquia “hay que dotarla de anchura, de capacidad de acogida y de cordialidad. La anchura  la otorga el Espíritu, el Padre siempre acoge y la cordialidad  nos la muestra y enseña María, Madre de la Iglesia”. (A. Bocos, “La Iglesia casa y escuela de comunión” en CONFER, 43(Julio-Septiembre 2004)533.)

Un esfuerzo primero es lograr la comunión fraterna entre todos los que de alguna manera acuden  regularmente a la Parroquia, con distintos motivos. Y, especialmente, aquellos que viven carismas determinados dentro de los límites de la Parroquia y aquellas  personas que con motivo de su participación en  la Eucaristía dominical se sienten cercanos a la Parroquia.

Muy especialmente,  la “COMUNIÓN”  de todos aquellos que trabajan en alguna de las tareas permanentes y ocasionales de la Parroquia. La catequesis, el equipo litúrgico, cáritas, la economía, el equipo responsable de la fábrica del complejo parroquial, de visitas a los enfermos, a la cárcel, etc.

Es un proceso de acercamiento entre unos y otros que anima al conocimiento y a la  respuesta apostólica complementaria. Todos no pueden hacer lo mismo, pero todos pueden hacer “algo” en favor de los objetivos prioritarios de la comunidad parroquial que responde a los diocesanos.

Aportación integradora tan necesaria como la del que sólo puede “rezar” por lo que otros hacen, específica  vocación del enfermo, del anciano impedido, de aquél cristiano que su sicología o su formación le hace descubrir que es parte viva de la Parroquia y que lo hace desde la oración y la animación de aquellos otros que tienen compromisos y servicios concretos.

*** La “COMUNIÓN ” perfecta es la  Santísima Trinidad.  Con el Padre, el Hijo y el Espíritu estamos llamados a vivir la COMUNIÓN, como gracia. Desde el Bautismo  tenemos un camino de crecimiento en y desde la “Comunión”.

“Es un signo necesario pero nunca totalmente realizado y evidente; es una “emergencia”siempre renovada y siempre amenazada; vive de la gracia y no de su fuerza. La eficacia real de la comunión exige comunidades que comuniquen afecto, bienes, tareas, pero, sobre todo, comunidades que vivan de la  fe en la Comunión fontal.”
(Varios, Parroquia, comunidad y misión, Congreso Parroquia Evangelizadora, Edice, Madrid, 1988,102)


Para la “COMUNIÓN”, en su dimensión de fraternidad,  es importante recordar el principio: “En las cosas necesarias, unidad. En las dudosas, libertad. Siempre,  CARIDAD”. Diferentes  por carismas, por ideologías, por circunstancias  que vivimos, pero vocacionados a vivir la “común-unión”, reflejo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La diversidad cuando es vivida desde la COMUNIÓN es gran riqueza.  Diversidad edificada a partir de  tres condiciones  para caminar en la “COMUNIÓN”: la fe en Jesucristo, el inicial sentido de pertenencia a la Iglesia y el propósito de caminar  en convergencia con los demás hasta llegar a la unidad consumada.

Reitero que para eso es necesaria una postura de espíritu abierto que respeta, que anima, que ayuda a recorrer etapas a todos. Donde nadie se siente excluido por su forma de pensar, por su respuesta al Evangelio más o menos generosa, por su entrega a la tarea evangelizadora con mayor o menor eficacia.

*** “COMUNIÓN” que respeta a los distintos carismas y que, al mismo tiempo, les pide que se integren en la realización de los objetivos prioritarios diocesanos, a partir de su concreción en la parroquia.

En esta heterogeneidad recuerdo de forma muy explícita a las comunidades religiosas. Muchas de ellas tienen obras apostólicas muy determinadas: colegios, sanatorios... Ellas también están llamadas a vivir la COMUNIÓN parroquial, a enriquecer y a ser enriquecidas. Deben contar con el respeto a su misión específica, con la gratitud por lo que se esfuerzan, con la oración por su fidelidad y para que el Señor les fortalezca en su camino.

Necesitamos integrar la diversidad carismática de los religiosos. Y hacernos presente en sus obras para decirles una palabra de aliento, para que ellos nos enseñen las peculiariedades de su mundo apostólico, para que perciban la cercanía fraterna de la comunidad parroquial que hace suyo “los gozos, las alegrías, las tristeza y las preocupaciones...” (GS.1)

Debemos invitarles a nuestras Asambleas, a que estén presente en los Consejos Parroquiales, a que sus preocupaciones y situaciones sean escuchadas con mucho interés y a que sean compartidas por la comunidad parroquial. A nuestra ayuda cuando lo necesiten, a que estén seguros que lo de ellos es de la parroquia que hace unidad de lo que en el ámbito parroquial se vive en orden a ser testigo y servidor del Evangelio.

Teresa de Lisieux es Patrona de las Misiones con su vida de clausura en el Carmelo. Nada de lo que se vive de fe es ajeno a la Parroquia. Se trata de cómo conocer, integrar y hacer complementarias  las distintas formas de presencia,  las diferentes tareas apostólicas.

Lo mismo se ha de tener presente en relación a los movimientos, asociaciones y comunidades que han pedido estar integradas en la Parroquia. Es posible que en un primer momento sin esta visión amplia de la COMUNIÓN reduzcamos el buen propósito a servir,  a ayudar. La COMUNIÓN es más, es vivir el entrañamiento de unos y otros con la mirada en la Trinidad Santa, fuente de la COMUNIÓN. A dar, a recibir.

Progresivamente debemos descubrir  y comprender una verdad fundamental. No se ayuda a la Parroquia, sino que todos somos parroquia. Como dijo San Agustín, “ todo lo mío es vuestro, todo lo vuestro me pertenece”.

Supone mucho de renuncia porque es permanecer a la escucha, es vivir la capacidad de integración, es ayudar a convertir la actitud de servicio que hoy es frecuente encontrar, a la dimensión de COMUNIÓN, para la cual es requisito estar dispuesto a perder algo de lo propio.


*** COMUNIÓN celebrada. La fuente y la cumbre es la Eucaristía. La Parroquia debe cuidar la celebración del Domingo, del Día del Señor porque es en la Eucaristía donde se edifica la Parroquia.

La Parroquia debe cuidar la Eucaristía del domingo a partir de la heterogeneidad de la asamblea, con el convencimiento de que la presencia es ya una forma principal de participación.

Eucaristía que requiere preparación, pero especialmente la asamblea debe ser animada en la fe y en la cordialidad fraterna. Urge animar y ofrecer una catequesis de la Eucaristía a toda la comunidad parroquial y ayudar a descubrir el sentido de Misterio-Sacramento, como acontecimiento de Dios por Jesucristo en beneficio de su “Pueblo”.

Asimismo la Parroquia debe “enseñar” a los fieles a orar. Muchos cristianos sienten la necesidad del silencio, de la oración, del encuentro con Dios. Debemos ofrecer cursos, jornadas, monasterios en los que permanecer unos días, especialmente para “aprender a orar”, porque la Parroquia tiene que ser “taller de oración”, por sí o por otros.

La Parroquia es el lugar privilegiado para celebrar la Eucaristía y por lo mismo debe cuidar que nadie se sienta anónimo, para lo cual debe crear, junto a otros ministerios que todos conocemos, como el de lectores, monitores, canto, el grupo que asuma la responsabilidad de la acogida y de la despedida, al mismo tiempo que la parroquia se esfuerza a que las distintas eucaristías celebradas sean expresión de la heterogeneidad de la vida parroquial y momento fuerte de celebración de la fe con el convencimiento de que la acción es del Señor que salva, que ama, que promete.

Cercanía especial para los cristianos que no pertenecen a ningún grupo o no pueden responder en concreto a ningún servicio cristiano organizado.  Son hombres y mujeres jóvenes, adultos o ancianos, en ocasiones con muchas obligaciones o con limitaciones físicas o psicológicas. En cualquier caso son miembros de pleno derecho de la comunidad parroquial y saben que son tenidos en cuenta, que hacen visible a la Parroquia, que les animará en su vida.

COMUNIÓN que tiene momentos evangelizadores muy especiales en la vida de los cristianos incluso no practicantes, en un doble movimiento: del hecho personal o familiar a la comunidad parroquial y de la comunidad parroquial a la persona o familia que goza o sufre por motivos coyunturales. Hacer llegar a la comunidad parroquial que la persona que se ha acercado es “nuestro hermanos”  por el que debemos rezar y acompañar. Y que esta, en la que puede haber personas alejadas de la fe, perciba la cercanía de los creyentes, de los miembros de la parroquia.

COMUNIÓN celebrada en los Sacramentos de la Iniciación como son el Bautismo y la Confirmación.  El Bautismo lo celebramos en grupo en las Parroquias, pero debemos dar el paso a la celebración “comunitaria”, esto es, que la Parroquia, representada por un grupo numeroso de fieles, que no son familia ni amigos, se haga presente y acoja al nuevo cristiano.

La Parroquia en ese momento debe manifestar que es la nueva familia del neófito, y que con todo respeto a los padres, se interesa por la vida del recién bautizado y quiere prestar su acompañamiento para que crezca en la fe y en el amor a Jesucristo.

Y lo mismo en el Sacramento de la Confirmación. Con interés superaremos la tendencia a que la Confirmación aparezca como acontecimiento de un grupo determinado, o de amigos y no de la Iglesia que vive en la Parroquia.

COMUNIÓN que deben percibir los fieles que se acercan ocasionalmente a la Parroquia, con motivo de solicitar la celebración de algún Sacramento, urgidos a veces por el deseo de rezar ante la imagen a la cual se tiene especial devoción, quizás como Nicodemo con cierta dosis de vergüenza y con el propósito de no ser  visto.  La COMUNIÓN que en un primer momento es “acogida fraterna” debe estar siempre presente , tanto en el sacerdote como en los laicos que puedan tener algún encargo especial.


*** COMUNIÓN “ ”ad extra”. La “COMUNIÓN” que vive la Parroquia no sería válida si no tiene un sentido de Iglesia más amplio que la sola Parroquia. La “COMUNIÓN” Parroquial tiene que ser vivida con el sentido de la realidad teológica de la Iglesia particular o diócesis, que está presidida por el Obispo.

La Iglesia particular,  de la que la parroquia es una parte, necesaria, expresiva. Desde el momento en el que hay dos parroquias que constituyen “diócesis”,  ninguna parroquia puede cerrarse sobre sí misma.

Es válida y completa la vida de la parroquia. Pero necesita vivir la COMUNIÓN que configura la unidad de la Iglesia particular, que tiene como “Pastor” al obispo que hace presente a Cristo Resucitado.

La Parroquia comunica su experiencia y su realidad a los que tienen la responsabilidad de la Iglesia particular, diócesis, para que den a conocer a todos los diocesanos lo que estimen conveniente. Y los que tienen responsabilidad diocesana, deben hacer llegar a cada parroquia los datos que interesan de otras parroquias. Es un doble movimiento: se recibe la experiencia de otros y se comunica la propia.

“Se muestra la necesidad y la insuficiencia de la parroquia. El discernimiento no puede hacerse en virtud de opciones peculiares de la parroquia; estas opciones, por el contrario, tienen que fraguar en una comunicación permanente con las restantes parroquias, ministerios y comunidades de la iglesia particular presidida por el obispo.” (Congreso Parroquia Evangelizadora, Edice, Madrid, 125)

COMUNIÓN de la Iglesia particular con todas las Iglesias particulares repartidas por el mundo y, especialmente con el Obispo de Roma, el Papa. La oración de intercesión de la Eucaristía, “por el Papa N., por nuestro obispo...” manifiestan la fuerza permanente de la COMUNIÓN de la Iglesia Universal.

Es principio que la Parroquia de forma insistente debe proponer  que sea descubierto por los fieles a los que hay que ayudar a vivirlo.

Al Obispo le recuerda Juan Pablo II su principal tarea en relación a la COMUNIÓN.

“... el Obispo es el primero que, en su camino espiritual, tiene el cometido de ser promotor y animador de una espiritualidad de comunión, esforzándose incansablemente para que ésta sea uno de los principios educativos de fondo en todos los ámbitos en que se modela al hombre y al cristiano: en la parroquia, asociaciones católicas, movimientos eclesiales, escuelas católicas o los oratorios.” (Pastores Gregis,22)

Pues bien, lo que es misión del Obispo, de forma análoga es tarea de sacerdotes, de religiosos, de laicos, porque es  principio básico de la espiritualidad eclesial. Sólo así se supera el riesgo del sectarismo que, en ocasiones, es explícita tentación.

 

4. Un esfuerzo hacia la COMUNIÓN visible.

En la medida que sea posible, conociendo el esfuerzo de tantos párrocos y sacerdotes que trabajáis pastoralmente en parroquias y también de muchos laicos integrados que conocen y aman la vida de la Parroquia, señalo una sugerencia que estimo sería muy válida tanto en la vida como en la misión de las Parroquias.

Los servicios parroquiales tanto de catequesis, como de liturgia y de caridad son muy variados. A ellos se dedican muchos fieles que hacen un trabajo pastoral digno de reconocimiento y de gratitud.

Pero junto a estas tareas pastorales, debemos esforzarnos por animar a los fieles a formar “comunidades” que manifiestan, con distinta intensidad, la inmediata realidad eclesial. Muchas  parroquias sirven demarcaciones geográficas donde residen  miles de fieles. El número de los que acuden a la parroquia respectiva es más reducido, pero en muchas ocasiones tienen el riesgo del anonimato. No tienen sentido de pertenencia parroquial, aunque conocen que la parroquia está a su servicio.

Es el momento de formar comunidades que alimentan y animan su fe desde una triple dimensión: la profundización en la Palabra de Dios y la Catequesis, la Celebración de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía y la vivencia común de la Oración y el ejercicio de la Caridad que les lleva a trabajar en algunos de los muchos servicios pastorales que la parroquia ofrece como expresión concreta de su misión evangelizadora.

El ritmo de estas comunidades de fieles será diferente de unas a otras y tenderán hacia una realización cada vez más intensa. El sacerdote siempre cerca y ofreciendo apoyo y guía y las comunidades periódicamente reunidas para convivir y así crecer en amistad y colaboración  mutua y celebrar la Eucaristía si es posible.

Todas estas comunidades, ilusionadas por ser signo visible y concreto de Iglesia  y entregadas a  la urgencia evangelizadora, se significan de modo especial en la Eucaristía dominical de la parroquia, como he expuesto anteriormente.

“... un encuentro de comunidades evangelizadoras que reciben, ofrecen, dinamizan sus acciones visibles en el Espíritu del Resucitado. La Eucaristía dominical en la parroquia tiene carácter recapitulador, plenificante y, al mismo tiempo, misionero... Cada domingo, la comunidad orante convocada por el ministerio apostólico, revive, con María, la experiencia pentecostal: recibe el Espíritu que la envía a evangelizar a los pobres y a los pecadores”. (ib.122)

5. La Parroquia y la MISIÓN evangelizadora.

Conozco el esfuerzo de las parroquias  por evangelizar y los sufrimientos inherentes a la misión, en ocasiones surgidos desde la propia comunidad eclesial. Así ha sido desde los comienzos del cristianismo. Baste recordar, al respecto,  la experiencia de San Pablo. Sin embargo, debemos vivir con esperanza tal como el Papa nos ha reiterado en la Exhortación Apostólica “La Iglesia en Europa” y cuya lectura recomiendo a todos.

“Estamos ante el Evangelio, la Buena Nueva, que es Jesucristo mismo. El es el Primero y el Ultimo. En El comienza, tiene sentido, orientación y cumplimiento toda la historia. En El y con El, en su muerte y resurrección, ya se ha dicho todo.” (N.6)

Contemplar el Evangelio y acoger el mandato misionero del Señor, “ID”, debe ser para la comunidad cristiana un gozo. La razón de ser de la comunidad cristiana no está dentro de sí misma sino fuera, volcada en la preocupación y en el deseo de que todos experimenten la salvación de Jesucristo.

Esto significa que la comunidad parroquial, como indicó el Congreso “Parroquia Evangelizadora” “no puede permanecer replegada sobre sí misma, sino que ha de abrirse al mundo concreto donde está enraizada y donde las gentes viven sus luchas, gozos y sufrimientos”(ib.159)

Así lo expresó también Pablo VI, en EN, con una afirmación que ha sido reiteradamente recordada:

“La evangelización constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (n.14)

Siempre ha sido necesario este convencimiento, pero en la actualidad de forma muy especial. Porque no se trata de reanimar el sentido misionero en favor de los que viven muy alejados geográficamente y que no pertenecen a países de cultura cristiana. Hoy es urgente la evangelización de nuestros propios países, la evangelización de personas incluso bautizadas que  han abandonado la fe o que fueron bautizados pero nunca tuvieron la experiencia de un encuentro personal con Cristo.

Parroquia que debe ofrecer el Evangelio a los que no lo han conocido y a los que lo conocieron pero lo han abandonado.

Este hecho hace que las parroquias deben cambiar de perspectiva. Y se sitúen en un proceso de búsqueda de una pastoral de misión.

Un objetivo de las parroquias es ayudar a crecer la fe de los practicantes que se han encontrado con un mundo que no les facilita la vivencia de la fe y el amor de Jesucristo, un mundo de criterios paganizantes más que creyentes.

Pero la gran tarea de las parroquias debe dirigirse a despertar la fe de los alejados y hacer presente en nuestra sociedad la fuerza liberadora, salvadora de Jesucristo.

La parroquia está llamada a ser signo comunitario que interpela a nuestro mundo con el testimonio y las obras de los que creen y aman y siguen el Evangelio de las Bienaventuranzas, del Mandamiento Nuevo, del servicio a los más pobres. Es pedir a la Parroquia que sea signo visible de la existencia que sólo en la fe encuentra explicación y que hace presente la Buena Nueva, más allá de lo lógico, de lo razonable, de los criterios de utilidad, de productividad.

Debe tener muy claro que evangelizar es actualizar la experiencia transformadora, salvadora que comenzó con y en Jesucristo.

“Es hacer presente en la vida de las personas, en la historia de los pueblos, en el tejido entero de la convivencia social, esa fuerza salvadora que se encierra en la persona y el acontecimiento de Jesucristo” (Congreso Parroquia Evangelizadora, Edice, Madrid, 141)

La parroquia, por tanto, evangelizará cuando sea una comunidad o comunidad de comunidades, en la ciudad y en los pueblos, donde sea posible vivir  la experiencia del Evangelio. Es el requisito para que podamos plantear la dirección y el contenido de la Evangelización.


¿Que líneas de acción debemos potenciar?

& Hacer crecer la dimensión apostólica de los miembros del Pueblo de Dios. Cualquiera sea su edad, desde la misma infancia, su formación. Ayudar a salir de sí para que nadie caiga en el ensimismamiento personal o colectivo. Como Jesús, los fieles deben vivir con sentido de “compasión”. Fortalecer la determinación de que “somos enviados” por el Señor a la sociedad actual para su evangelización.  Ofreciendo con audacia, con valentía, con explicitud el mensaje revelado. no imponiendo.

& Valorar la irradiación personal de la fe. El Vaticano II, en el Decreto sobre el apostolado de los laicos, afirmó:

“... el apostolado que se desarrolla individualmente... es el principio y fundamento de todo apostolado seglar, incluso asociado y no puede ser sustituido por éste” (AA.16)

La Parroquia debe impulsar  a que cada fiel descubra que su llamada al apostolado nace del Bautismo, como recordó Pablo VI en Frissati. No es el ejercicio apostólico una opción de algunos, sino que es dimensión esencial de la vida cristiana. Los testigos de Dios diseminados en las realidades temporales son muchos y la fuerza de Dios actúa a través de ellos.

La Parroquia debe descubrir el sentido apostólico de la vida de tanto bautizado y acompañarles, en la medida de los posible, en su camino de fidelidad.

& Hacer crecer en todos los fieles de la parroquia un estilo de vida evangélico que especialmente vive y desarrolla tres virtudes: pobreza-austeridad,  oración y fraternidad.

“A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles. ¿Por que son así? ¿Por que viven de esta manera? ¿Que es o quien es el que los inspira?” (EN. 21)

Urge que la parroquia en sus comunidades, en sus servicios pastorales, en sus fieles, con su forma de vivir interpele a los hombres y mujeres que se acercan a ella por diversos motivos.

Nada en la Parroquia es neutral de cara a la evangelización. Gestos, estilos, equipamiento, tienen que  transmitir valores evangélicos, deben interpelar.


6. La básica preocupación de la Parroquia en orden a la MISIÓN EVANGELIZADORA.

El quehacer evangelizador de la parroquia lleva consigo responder a la pregunta de cómo acompañar  a los hombres y a las mujeres de la feligresía o que acuden ocasionalmente a la parroquia y que viven ajenos o indiferentes a Jesucristo, a despertar la fe y, en otros casos,  a madurarla con una adhesión personal, libre, gozosa de Jesucristo.

Es fundamental y en este quehacer somos pocos y, sobre todo, necesitamos saber escuchar y saber contagiar. Las palabras del Obispo Casaldáliga nos deben hacer pensar y sentir: “evangeliza quien contagia”.

No podemos caer en la equivocación de que a la persona que se relaciona con la parroquia es suficiente ofrecerle un servicio pastoral,  desde el bautismo a una ayuda a través de Cáritas,  mientras le indicamos con rutina las condiciones establecidas para que le sea concedido.

Necesitamos que el fervor apostólico nos haga “sentir” la más profunda pasión por el hermano que se ha relacionado y sufrir la situación de pobreza más radical, la falta o debilitamiento de la fe y ofrecerle lo que ha sido especial “don de Dios”  para nosotros y  ha dado sentido a nuestra propia vida.

A este respecto reitero que la Parroquia  debe organizar un verdadero catecumenado que es  proceso que en nuestra diócesis es ofrecido desde la Delegación de Catequesis para aquellas personas que han iniciado el camino de recuperación de la fe o deciden profundizar en ella para vivirla más conscientemente. El objetivo es conocido, dirigir a una fe más personalizada, más experimentada, más eclesial y, por tanto, más comunitaria,  más confesante. y más encarnada en el mundo, según la vocación de cada uno.

Animar el tránsito  del alejamiento a la Iglesia, del vacío o la sola inquietud doctrinal a la experiencia religiosa, de la indiferencia, tan frecuente hoy,  a la opción por Cristo.

Un capítulo muy importante de la acción evangelizadora es la integración afectiva y efectiva en la parroquia de las manifestaciones de religiosidad popular.  De hecho la sede de la mayoría de las Hermandades y Cofradías, tanto de Pasión como de Gloria, está radicado en las Parroquias. Debemos superar  el nivel de lo jurídico y tener  presente el número de cofrades, de devotos, de personas que se acercan a rezar a los Titulares y, junto a los dirigentes de las Hermandades y Cofradías, saber  responder a la búsqueda religiosa de quienes se han acercado a la Iglesia con ese motivo, de tal manera que provoquemos el paso de la religiosidad a la fe.

Preocupación de las Parroquias es suscitar en el laicado joven, vocaciones de inserción en la vida parroquial, tanto para el servicio de las acciones evangelizadoras realizadas desde el propio ámbito de la comunidad cristiana o para la presencia y trabajo en los diversos ambientes Acoger estas vocaciones y acompañarles en su proceso de formación y de inicio del trabajo apostólico es urgencia a la que nos debemos dedicar.

7. El envío misionero a los ambientes.

Cualquier realidad pastoral, que expresa de alguna manera el misterio de la Iglesia, debe vivir intensamente el sentido de envío, de misión.

La Parroquia, comunidad cristiana, no puede ser isla, no puede ensimismarse y olvidar a los hijos de Dios que no le conocen, que tienen distorsionada imagen de El, que no han descubierto a Nuestro Señor y su Evangelio de gracia y de perdón.

Una concepción válida de la Parroquia la contempla como fermento de nueva humanidad. Es hacer vida la palabra de Jesús: “vosotros sois la luz... vosotros sois la sal”. (Mt. 5,13.14)

Como consecuencia en la parroquia se ha de promover el compromiso de los seglares para que se hagan presente en los ámbitos diversos de la vida social, según la enseñanza recordada por el Vaticano II: “... han de procurar, en la medida de sus fuerzas, sanear las estructuras y los ambientes del mundo” (LG., 36)

Ejemplo de estos ámbitos, con urgencia evangelización, es la familia a la que debemos defender y cuyo ideal cristiano no sólo deben vivir los bautizados, sino proclamarlo como forma ideal de vida familiar.

Asimismo los colegios,  las asociaciones que se dedican a cuidar del tiempo libre y de las actividades juveniles. Hace años era la parroquia la que organizaba muchas de estas acciones. En la actualidad es la propia sociedad la que promueve, con más medios, la respuesta a estas necesidades. Lo que urge a los cristianos es hacernos  presente en las diversas realidades sociales y culturales para llenarlas del  sentido humano y cristiano.

Otro ejemplo son las asociaciones que procuran la calidad de vida del barrio, las asociaciones de tercera edad  y las que promueven la solución a problemas de marginación social.
Debemos estimular a cristianos que se hagan presente en cualquier experiencia social, humanizadora,  para ser “levadura”. Los demás miembros de la parroquia tendrán que animarles y apoyarles porque el trabajo misionero es duro, es exigente.

Acciones y compromisos  de la Parroquia que especialmente las realizará a través de los Movimientos Especializados y de Acción Católica. Estos “pueden aportar a la Parroquia su conciencia apostólica, su fuerza de penetración en los ambientes, su análisis de la realidad, su formación especializada, su reflexión misionera... Y la Parroquia puede aportar a los movimientos la riqueza de una comunidad heterogénea, espacios de oración, de profundización en la fe y, sobre todo, el marco celebrativo.” (Congreso Parroquia Evangelizadora, Edice, Madrid, 175)

Quizás hemos abandonado la preocupación por la presencia cristiana en mundos tan importantes como son los partidos políticos, los sindicatos, los múltiples servicios sociales.

Lo que he indicado son ejemplos de presencia evangelizadora que varían según las zonas pastorales, las parroquias concretas. Cada parroquia debe descubrir las realidades en las que hacerse presente y aportar la luz del evangelio que da un especial sentido a la vida.

8. Una característica insustituible, la evangelización de los pobres.

Las manifestaciones de pobreza son muy variadas. Detrás de cada una de ellas y sufriéndolas se encuentran hombres y mujeres que son hijos de Dios y a los que tenemos que hacernos presente para facilitarles salir  de su carencia y a ofrecerles el mejor bien que es Cristo, el Señor.

La inmigración, los alcohólicos, los sin techo, drogadictos, los inadaptados, los parados, los enfermos crónicos, los que viven en soledad, los que han sufrido la ruptura de su matrimonio, los presos, son expresiones concretas de la pobreza que Dios no quiere.

Especialmente a través de CARITAS, la Parroquia vive la dimensión básica de la fe que es el amor a los hermanos, especialmente a los más pobres. El espíritu es el que nace del Evangelio, de la contemplación de Jesús en Belén y en el Calvario y  de sus palabras: “Tuve hambre y me disteis de comer...” (Mt. 25)

Conozco cuál la positiva, generosa y sacrificada respuesta de las parroquias en la organización y en el crecimiento del espíritu de CARITAS. Pero es conveniente que lo tengamos como prioritario en la vida de las parroquias y que aumente aún más su vivencia entre los fieles.

Pero deseo  añadir dos vertientes. La primera es la necesidad de que evangelicemos a los pobres siendo austeros, caminando en pobreza. Es un valor evangélico indispensable siempre, urgente en estos momentos en los que la sociedad se ha hecho consumista y busca excesivamente el bienestar.

En segundo lugar, los pobres tienen derecho a ser evangelizados. Con respeto, sin ningún atisbo de imposición. Pero la fe es un bien que tenemos y que ellos también necesitan y que podemos resumir como  la revelación de que Dios es Padre, de que hemos sido salvados por Jesucristo, Único Mediador  y que caminamos hacia un más allá de plenitud. (Cf. Pablo VI., EN. cap. III)

9. Conclusión.

No está escrito todo sobre la Parroquia. Pero deseo con mucho interés y cercanía a vosotros, queridos diocesanos, manifestar mi convicción de la importancia de la Parroquia. He expuesto unas líneas fundamentales que den origen a vuestro diálogo en el seno de las comunidades parroquiales, que deben ser cada día más valoradas, más amadas, y, sobre todo, comunidades que viven la mayor inquietud misionera.


Expreso mi reiterada gratitud a todos los que trabajáis pastoralmente en las Parroquias. Especialmente a los sacerdotes que dedicáis todo vuestros esfuerzos a la atención de la
comunidad parroquial. El Señor os bendice y os ilumina para que de forma ilusionada soportéis el peso del quehacer pastoral.

Hago mía las palabras de Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica, “La Iglesia en Europa”

“¡Ten confianza! En el Evangelio, que es Jesús encontrarás la esperanza firme y duradera a la que aspiras. Es una esperanza fundada en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte... Ten seguridad. El Evangelio de la esperanza no defrauda (N.121)

A Santa María de la Victoria rezo por los que integráis la vida de las parroquias de la diócesis: sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos. Que la audacia evangelizadora os acompañe siempre.

Os invito a rezar la oración que al final de la Exhortación el Papa incluye y que ha redactado. Juan Pablo la dirige a la Virgen María en súplica por Europa. Nosotros podemos añadir a la petición por Europa, por las respectivas parroquias.

María, madre de la esperanza,
camina con nosotros.
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús,
el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo,
acogedores de los pobres, artífices de justicia,
constructores apasionados
de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos
en la historia
convencidos de que el designio
del Padre se cumplirá.

Aurora de un mundo nuevo,
¡muéstrate Madre de la esperanza
y vela por nosotros ¡
Vela  por la Iglesia en Europa;
que sea transparencia del Evangelio;
que sea auténtico lugar de comunión;
que viva su misión
de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza
para la paz y alegría de todos.

Reina de la Paz,
protege a la humanidad del tercer milenio.
Vela por todos los cristianos:
que prosigan confiados por la vía de la unidad,
como fermento y concordia para el Continente.
Vela por los jóvenes
esperanza del mañana;
que respondan generosamente
a la llamada de Jesús.

Vela por los responsables de las naciones:
que se empeñen en construir una casa común,
en la que se respeten la dignidad
y los derechos de todos.

María, ¡danos a Jesús!
¡Haz que lo sigamos y amemos!
El es la esperanza de la Iglesia,
de Europa y de la humanidad.
El vive con nosotros,

Entre nosotros, en su Iglesia.
Contigo decimos
“Ven, Señor Jesús” (Apoc. 22,20)
Que la esperanza de la gloria
infundida por El en nuestros corazones
de frutos de justicia y de paz.”

Amén.

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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