DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Todos los discípulos de Jesús somos misioneros (Domund)

Publicado: 22/10/2006: 1811

La Compañía de Jesús, y con ella toda la Iglesia española, está celebrando el 500 aniversario del nacimiento de San Francisco Javier, un testigo excepcional de la tarea misionera de la Iglesia. Los que carecen de fe y de una experiencia profunda de Dios, no dudan en ver en él un aventurero más del siglo XVI, pero quien se adentra en sus cartas y en el testimonio de los que le trataron de cerca, ven en él un creyente excepcional y un  hombre apasionado por Dios. La fuerza misteriosa que le impulsó a embarcarse hasta las puertas de China fue la experiencia cálida de que Dios nos ama, se ha hecho presente en nuestro mundo y nos ha ofrecido su amistad en Jesucristo. La fe viva que le contagió San Ignacio le llevó a descubrir lo mejor de sí mismo. Por eso deseaba comunicar a los demás la grandeza y la fuerza salvadora de la fe.

Es verdad que le movía el amor al hombre, pero contemplado como hijo de Dios y heredero de su Reino. Como ha dicho certeramente Benedicto XVI, en su Mensaje de este año, “el amor que Dios tiene por cada persona constituye el centro de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y los que lo acogen se convierten a su vez en testigos”. “¿No es ésta la misión de la Iglesia en todos los tiempos? Entonces no es difícil comprender que el auténtico celo misionero, compromiso primario de la comunidad eclesial, va unido a la fidelidad al amor divino”. Es así como interpreta el Papa el lema de la Jornada del Domund de este año: “La caridad, alma de la misión”. Porque dicho lema viene a decir que el amor que Dios nos tiene y ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo es la fuente oculta de todos los afanes misioneros.

Miles de cristianos, seglares, sacerdotes, religiosos y religiosas dedican toda su vida a proclamar este Evangelio a sus hermanos: que Dios sí existe, que se ha encarnado en Jesucristo para compartir nuestra humanidad y hacernos partícipes de su divinidad, que ofrece su amistad a todos los hombres sin distinción de razas ni de culturas y que nos espera más allá de la muerte. Movidos por esta fe, un día dejaron todo y marcharon a anunciar esta Buena Nueva con palabras y obras. Mediante la palabra, dan a conocer el misterio de Jesucristo, que ilumina el misterio de la existencia humana. Y mediante las obras, manifiestan que todos somos hijos de Dios y hermanos. Por eso gastan su vida curando a los enfermos, dando esperanza a los pisoteados, abriendo escuelas para los niños y universidades para los jóvenes, compartiendo el camino hacia la implantación de la justicia y de los derechos humanos en los pueblos que los han acogido.

Pero esta entrega no es un proyecto individual de cada uno, sino que se sienten enviados por nosotros y confían en nuestro apoyo. También los que no hemos marchado a otros pueblos, podemos ser misioneros y tenemos que implicarnos en las misiones. Es posible que alguno pueda hacerlo dedicando un tiempo de su vida a ir las misiones, pero la mayoría seguiremos aquí. También nosotros debemos colaborar, mediante la oración, la cercanía a los misioneros y la aportación generosa de aquellos recursos económicos que podamos para continuar su impresionante tarea: proclamar el Evangelio, curar a los enfermos, preparar intelectual y técnicamente a niños y jóvenes para que se hagan cargo de la marcha de sus pueblos y caminar con ellos hacia la libertad.

Esta Jornada misionera es una ocasión propicia para celebrar el 500 aniversario del nacimiento de San Francisco Javier; pero es, sobre todo, una oportunidad de revisar la hondura de nuestra fe, pues quien ha descubierto el amor de Dios en Jesucristo siente la necesidad de compartir este tesoro con sus hermanos los hombres y apoyar a quienes dedican su vida a esta impresionante misión.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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