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Los seglares y su responsabilidad en la vida pública

Publicado: 02/07/2006: 1447

En su última reunión plenaria, durante los días 21 y 22 de Junio, la Conferencia Episcopal Española, de la que formo parte en mi condición de Obispo, ha analizado con detenimiento la situación humana, social, religiosa y cultural de España para descubrir qué nos pide el Espíritu de Dios a los católicos en este momento concreto de la historia. Como ciudadanos, los Obispos tenemos el derecho y el deber de hablar sobre problemas que nos afectan a todos y sobre sus posibles soluciones. Y como Obispos, la obligación de transmitir al Pueblo de Dios las enseñanzas de la Iglesia y nuestro análisis creyente sobre la situación de nuestro Pueblo.

Pero estas reflexiones y las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia caerán en el vacío si los miembros de nuestras comunidades se desentienden de sus deberes y de sus compromisos ciudadanos. De hecho, la exigua participación del pueblo en las dos últimas consultas promovidas por el gobierno constituye un fenómeno muy preocupante para todos. Un cristiano que se precie no puede desentenderse de las obligaciones que le incumben en lo que se refiere a la proyección y a la realización de un futuro más libre, más justo y más humano.

En el momento presente hay problemas que no admiten espera, como el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos; la forma de entender el matrimonio y la familia; la protección a las familias numerosas y a las que tienen personas dependientes; la política de la vivienda; la asistencia a los mayores; y la estabilidad en empleo. Frente a estos importantes problemas, “no basta, decía Pablo VI, recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética; (pues) todo ello no tendrá peso real si no va acompañado en cada hombre por una toma de conciencia más viva de su responsabilidad y de su acción efectiva” (OA, 49).  La gestión de los asuntos temporales corresponde principalmente a los seglares y, si no se implican en ella, faltan también a su responsabilidad cristiana (LG 31).

Por eso, frente al desinterés por los asuntos temporales y al adormecimiento que generan los medios de comunicación cuando están al servicio de intereses económicos y políticos, decía Benedicto XVI, durante la vigilia de Pentecostés, a los miembros de los diversos movimientos de la Iglesia congregados en Roma: “En este mundo, tan lleno de libertades ficticias que destruyen al medio ambiente y al hombre, con la fuerza del Espíritu Santo queremos aprender juntos la libertad verdadera; construir escuelas de libertad; demostrar a los demás con la vida que somos libres y que es muy hermoso ser realmente libres con la libertad de los hijos de Dios”.

Todos los momentos de la historia humana tienen importancia, pero a nosotros nos ha tocado vivir el actual y urge desarrollar el protagonismo del pueblo. No podemos dejar en manos de unos pocos las grandes decisiones del futuro de todos. Además de estar preocupado por la importante abstención en las dos últimas consultas electorales (sobre la Constitución Europea y el Estatuto de Cataluña), pienso que la participación ciudadana puede y debe ser mayor también en otros campos. Necesitamos implicarnos más a través de las organizaciones ciudadanas, de la participación directa en los debates sobre los problemas actuales y de un espíritu asociativo mayor.

Y no sólo por nuestra condición de ciudadanos, sino porque así nos lo exige la fe en Jesucristo; una fe que tiene su momento culminante en la celebración de la Eucaristía cada domingo, pero que se vive y se contagia también en la familia, en las asociaciones de padres y madres, en la vida sindical, en las comunidades de vecinos y en los debates culturales.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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