XL Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

“Los medios, red de comunicación, comunión y cooperación”

Durante las últimas semanas, ante el estudio de la Fundación Santa María sobre los jóvenes españoles, muchos nos hemos preguntado a qué se debe la mala imagen que tienen de la Iglesia. Algunos comentaristas han cuestionado la fiabilidad de los datos; otros han tratado de suavizar el impacto, basándose en que la juventud es un tiempo de crisis lleno de contradicciones; muchos se lo han tomado en serio y han aprovechado la ocasión para criticar la presentación de la fe por parte de la Iglesia “oficial”; y no han faltado quienes están haciendo un sincero examen de conciencia sobre cómo vivimos y transmitimos la fe en nuestra situación presente.

Por mi parte, no tengo una respuesta convincente a esta situación y escucho con interés a los demás, pero pienso que tiene mucho que ver con la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que celebramos hoy. Por eso, en lugar de emplear el tiempo en lamentos, deseo invitar a los miembros del Pueblo de Dios a tomar la iniciativa. La Iglesia tiene el mejor de los mensajes y realiza un gigantesco trabajo en favor de los más necesitados y del hombre en general. Por otra parte, Jesucristo nos sigue diciendo que la fe mueve montañas, aunque también nos hable de la constancia en el trabajo y de la paciencia a la hora de recoger la cosecha. Esto no es voluntarismo, sino el meollo del Evangelio que nos salva. Y a su luz, propongo algunas posibilidades, que no tienen nada de novedoso, pero sobre las que conviene insistir.

La primera es la que estáis intentando muchos: aprovechar todos los medios que la técnica ha puesto a nuestro alcance para dar a conocer la vida de la Iglesia. A través de internet, de las emisoras locales de radio, de los canales de televisión cercanos y de los teléfonos móviles podemos llegar muy lejos. Sólo Dios sabe en qué medida la tierra que reciba la semilla está abonada por la educación o por la situación existencial. Lo que parece indudable es que aquello de lo que no se habla termina por no interesar a nadie, como si no existiera. En este sentido, podemos hacer mucho más y sacar mejor partido a los escasos medios que tiene la diócesis y a los que cada parroquia puede agenciarse por su cuenta. Es cuestión buscar juntos, de revisar lo que hacemos y de abrir nuevos caminos.

La segunda, como dice el Papa Benedicto XVI en su Mensaje, consiste en “la formación en el uso responsable y crítico de los medios”, para que sepamos “utilizarlos de manera inteligente y apropiada”. El Secretariado correspondiente de la Conferencia Episcopal Española ha preparado un material sencillo, sugerente y práctico, a modo de guía, para que las familias eduquen a sus hijos. Son dos folletos, uno de los cuales lleva por título "10 consejos para usuarios de medios de comunicación”; y el otro, “La televisión en la familia. Guía para padres y educadores”. Es fácil adquirirlos.

Finalmente, hay que estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza evangélica a quien nos la pida, como decía San Pedro. En esta línea, tenemos que prepararnos para participar, siempre que sea posible, en diálogos y debates en los diferentes medios.  El Evangelio no cambia, pero la forma de presentarlo con fidelidad, de modo que interpele al hombre de hoy, tiene una gran importancia. No basta con repetir lo aprendido, sino que necesitamos también nosotros “hablar con la autoridad” de los testigos, en diálogo con las cuestiones que preocupan al hombre de hoy.

En definitiva, hay que superar los lamentos para tomar la iniciativa en luminosa propuesta de Juan Pablo II, que, a propósito de los medios de comunicación, invitaba a profundizar en la participación, en la formación y en el diálogo.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga