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El trabajo: nuevos interrogantes y problemas

Publicado: 30/04/2006: 1826

La Iglesia Católica celebra mañana la fiesta de San José Obrero, para unirse al mundo del trabajo en sus justos anhelos de justicia. Fue Pío XII quien instituyó la fiesta religiosa para alentar a los obreros cristianos a sumarse al carácter reivindicativo de esta jornada, que se venía celebrando, desde el último tercio del siglo XIX, el 1 de mayo de cada año. Las asociaciones obreras y ciudadanas no querían olvidar a quienes dieron su vida el año 1886 por defender que la jornada laboral constara de: Ocho horas de trabajo, Ocho de descanso y Ocho de ocio. Y la Iglesia, dijo Pío XII el 1 de Mayo de 1995, “no puede ignorar o dejar de ver que el obrero,al esforzarse por mejorar su propia condición, se encuentra frente a una organización que, lejos de ser conforme con la naturaleza, contrasta con el orden de Dios y con el fin que Él ha señalado a los bienes terrenales”.

El trabajo es un elemento básico de la vida de la persona, que exige una atención renovada, “porque, como escribió Juan Pablo II, surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen nuevas esperanzas, pero nacen también nuevos temores y amenazas relacionados con esta dimensión fundamental de la existencia humana” (LE 1). Por eso, pienso que la fecha del 1 de Mayo, fiesta de San José Obrero, no ha perdido actualidad. Incluso me atrevo a decir que nos exige un compromiso renovado y mayor.

Nuestro Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera, en su interés por contribuir a la causa de la justicia, como elemento integrante del Evangelio, ha escogido este lema: “El trabajo, principio de vida”. Lo considero un gran acierto por diferentes motivos. Entre otros, porque así nos lo exige nuestra fe en la resurrección de Jesucristo; porque la cultura imperante propicia el pesimismo y la pasividad; porque las organizaciones de los trabajadores no están en su mejor momento; y porque hay católicos que no conocen las orientaciones que nos ofrece doctrina social de la Iglesia.
Si miramos a la realidad concreta del trabajo, vemos que lejos de ser “principio de vida”, es una amenaza para numerosos trabajadores. Entiendo que existan accidentes laborales, pero el número de víctimas, muchas de ellas mortales, que se ha producido ya en lo que va de año, nos obliga a preguntarnos si se respetan los derechos del trabajador.

Por otra parte, bajo la dictadura de la racionalidad económica y la productividad, se está imponiendo “la sociedad de las veinticuatro horas”, que olvida que el trabajador es miembro de una familia y necesita la convivencia familiar para su desarrollo humano. Desconoce la primacía de la persona sobre el lucro y provoca una grave desintegración de la familia. No es cuestión de que los niños puedan ir a las guarderías más temprano y permanecer en ellas hasta más tarde, sino que el trabajador es miembro de una familia y tiene que disfrutar más de la misma. Sé que es un asunto difícil, pero hay soluciones más humanas, lejos de una visión materialista de la existencia.

Finalmente, el trabajador se ve indefenso frente a la flexibilidad del mercado del trabajo, prácticamente ilimitada. La precariedad laboral se ha convertido en una grave amenaza no sólo para los jóvenes, sino también para personas que llevan muchos años en la empresa y tienen una edad en la que les resulta prácticamente imposible conseguir otro empleo cuando son despedidas.
Se trata de problemas graves y difíciles, pero la fe en la resurrección de Cristo nos dice que podemos vencer al mal, a cuanto nos deshumaniza y convierte a la persona en una pieza más del sistema productivo y consumista en que vivimos. Jesucristo ha vencido al mundo y nosotros podemos vencer al mal con su luz y con su gracia.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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