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La seducción de Dios (Día del Seminario)

Publicado: 19/03/2006: 1628

En el libro de Los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas, un testigo de excepción, nos muestra de una manera viva cómo nacen, se afianzan y se desarrollan las primeras comunidades cristianas. Aunque san Pablo desempeña un papel excepcional en los acontecimientos que se narran, vemos enseguida que el verdadero protagonista es el Espíritu Santo. Los Apóstoles y sus colaboradores tienen conciencia muy clara de que es Él quien suscita nuevos ministerios, quien les señala nuevos caminos y quien edifica al Pueblo de Dios sobre la fe, el amor y la esperanza. Cuando las cosas no salen como ellos las habían proyectado, debido a una enfermedad, a un naufragio o a las tensiones en el seno de una comunidad, lejos de desanimarse, se preguntan que les está sugiriendo el Espíritu y hacia dónde deben caminar.

Para los cristianos del siglo XXI, este libro de la Biblia tiene que convertirse en el manual que nos permite descifrar los signos de los tiempos y orientarnos. Y entre los signos de los tiempos, vemos que, aunque en el mundo actual aumentan las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, en nuestras comunidades occidentales hay una gran carestía de las mismas. Por eso, en vísperas del Día del Seminario, que se celebra el 19 de Marzo, fiesta de San José, tenemos que preguntarnos qué nos dice el Espíritu a través de esta dura realidad. Tal vez nos invite a valorar más la vida sacramental y la centralidad de la Eucaristía; o nos sugiera la urgencia de una implicación mayor de todo el Pueblo de Dios en la acción evangelizadora; o denuncie la falta de hondura de nuestra experiencia de Dios.

El Papa Benedicto XVI nos ha dado algunas claves, cuando dice a propósito del don del Espíritu Santo a los creyentes, en su Encíclica “Dios es amor”, que “el Espíritu es esa potencia interior que armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los ha amado, cuando se ha puesto a lavar los pies de sus discípulos y, sobre todo, cuando ha entregado su vida por todos”. Y añade: “El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia”. Esta experiencia de Dios, renovada en la oración y en la tarea de cada día, constituye el fundamento firme sobre el que se puede asentar la vocación al sacerdocio y la entrega total al servicio del Reino. Una vocación que no tiene el sentido funcional de desempeñar unos servicios que nos gustan, sino de vivir “por Cristo, con Él y en Él”, la existencia que Dios desea para cada uno de nosotros.

Por otra parte, “en la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana”. Lejos de apartarnos de la historia y sus problemas, “la eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. (Porque) no recibimos solamente de modo pasivo el Logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega”.
La campaña vocacional de este año tiene un lema muy directo, pues dice a los jóvenes y a los adultos que reúnan las condiciones necesarias: Hazte cura. Es una oferta muy hermosa, pero sólo podrá germinar si las comunidades cristianas profundizan en la experiencia de Dios, se abren a su Espíritu y alimentan su fe en la Eucaristía. Por eso, además de rogar a Dios que nos envíe vocaciones sacerdotales y de sostener a nuestro Seminario con nuestra ayuda económica generosa, es necesario que nos impliquemos en una vida evangélica elocuente, para que las personas que buscan a Dios o un sentido a su vida, descubran que tenemos un tesoro, el de la fe, que alegra nuestra existencia y la llena de amor y de esperanza.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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