DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

El impulso liberador de la fe

Publicado: 24/09/2005: 1167

Carta Pastoral de Mons. Dorado Soto. Festividad de la Virgen de la Merced

La fiesta de Nuestra Señora de la Merced, Patrona del mundo penitenciario, nos recuerda la obra gigantesca de la gran familia mercedaria, compuesta por religiosos, religiosas y seglares. Sin otros medios que su fe en Jesucristo, su amor y su esperanza, y siguiendo el ejemplo de la fortaleza evangélica de Santa María, rompieron las cadenas que tenían aherrojadas a miles de personas. Arriesgaron su vida, y muchos la perdieron, por los más pobres de su tiempo, los cautivos; y escribieron algunas de las páginas más bellas e impresionantes de la historia de la humanidad y de la Iglesia. Cuando estamos celebrando el cuarto centenario de El Quijote, Miguel de Cervantes nos recuerda que recobró su libertad gracias a los padres mercedarios.

Es natural que los voluntarios católicos que trabajan en las prisiones tengan a la Virgen de la Merced como inspiradora de su difícil y hermoso apostolado. Aunque no es mucho lo que pueden hacer en favor de las personas privadas de libertad, tratan de estar a su lado para ayudarlas a vivir su fe, escucharlas, infundirles ánimo, mantener sus vínculos con la familia y darles todo el apoyo posible para que, cuando salgan de la cárcel, se reinserten en la sociedad. Lo más duro de esta misión evangélica es que deben caminar contracorriente de las tendencias sociales, porque gran parte de la sociedad, preocupada por la delincuencia, desearía que las condenas fueran más severas.

Los cristianos sabemos que visitar a los presos, compartir la fe con ellos, ofrecerles apoyo y colaborar en su reinserción son actitudes que brotan del Evangelio. Para desempeñar esta misión de manera eficaz y competente, surgió el Voluntariado de Pastoral Penitenciaria, en el que se pueden encuadrar cuantas personas lo deseen. Dicho Voluntariado ha sabido encontrar nuevas respuestas a un tema tan difícil y tan doloroso como es la privación de libertad.

Iluminados por estudios serios y rigurosos, saben que muchos comportamientos antisociales tienen sus raíz en la niñez y en conductas relacionadas con el alcohol y la droga. De ahí que estén desarrollando también una amplia labor preventiva en colegios y grupos juveniles, para la que cuentan con la ayuda de algunos reclusos, que dan su testimonio y aportan su experiencia. Aunque no sea fácil comprobar los resultados, este camino puede resultar muy útil como apuesta de futuro.

Es otra de las líneas de actuación del Voluntariado de Pastoral Penitenciaria, al que deseo manifestar mi apoyo una vez más. Comprendo que la tarea desarrollada es insuficiente ante la gravedad del problema, pero no deja de ser una voz profética, que nos recuerda la realidad social de miles de hermanos privados de libertad y la necesidad de no olvidarnos de ellos. Porque si es justo que la persona que delinque compense a la sociedad por el mal infligido, no es menos verdad que existen situaciones dolorosas ante las que no hemos encontrado una solución adecuada. Me refiero a la situación actual de los enfermos graves de Sida que hay en la cárcel, a la de los niños que acompañan a sus madres, a la de los presos preventivos de larga duración, y a las dificultades que surgen para la reinserción social.

Son problemas complejos, para los que no tenemos las respuestas oportunas. Pero ante el sufrimiento de estos hermanos, nuestra Señora de la Merced, la misma que sostuvo y guió ayer a los padres mercedarios, nos sigue alentando a mirar con amor y esperanza a los encarcelados y a ser creativos, porque también ellos son sus queridos hijos.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Cartas Pastorales Mons. Dorado
Compartir artículo