Publicado: 24/07/2005: 1333

Carta Pastoral de Mons. Dorado Soto, con motivo de la Campaña de donación de sangre

Este eslogan, dirigido a los ciudadanos por los responsables de Salud, constituye una llamada apremiante para los seguidores de Jesucristo. Las autoridades civiles vienen a decir de una manera concisa y clara que las donaciones de sangre son especialmente necesarias durante los meses de verano, porque los accidentes se multiplican debido al desplazamiento de un mayor número de vehículos y los donantes habituales no siempre están a mano cuando se presenta una emergencia.

Para quienes creemos en Dios y hemos aceptado que el amor a Dios se pone de manifiesto también en el amor a los demás, de manera especial a los más necesitados, esta llamada de las instituciones sanitarias constituye una oportunidad para desarrollar con realismo la coherencia y la fecundidad de la fe que profesamos. Porque nadie hay más pobre ni más necesitado que aquellas personas cuya vida está en peligro; y, dadas sus circunstancias concretas, no existe amor más realista que el compartir con ellas, para que puedan seguir viviendo, ese bien preciado que la mayoría tenemos en abundancia y que ellas necesitan con urgencia, la sangre. Dicha donación gratuita, además de ser una virtud ciudadana muy valiosa en sí misma, es una forma eminente de practicar nuestra fe y una forma superior de caridad cristiana.

Por lo demás, es una posibilidad que está al alcance de casi todos y no requiere demasiado sacrificio. Tal vez haya casos en los que habrá que superar la incomodidad de disponer de poco tiempo, de no tener cerca de casa un centro apropiado o de vencer miedos irracionales. Pero, si pensamos seriamente que la vida de una persona puede depender en gran medida de nuestra generosidad, encontraremos la fuerza necesaria para acudir a donar sangre en los lugares designados. Especialmente, los seguidores del Señor crucificado, que hemos meditado con gratitud que Él que no regateó dificultades ni sufrimientos a la hora de dar la vida por nosotros y que nos ordenó hacer cada uno lo mismo por los demás.

No importa que, en este gesto, nuestro amor se dirija a personas anónimas a las que seguramente nunca llegaremos a conocer, pues precisamente el amor que no percibe la recompensa de una sonrisa agradecida ni de una mirada amistosa es más desprendido y más profundo. Por mi parte, y en mi condición de Obispo, os invito a todos a tomar en consideración esta llamada de nuestras autoridades sanitarias.

Donar sangre es una de esas actitudes, más abundantes de lo que podría parecer a primera vista, en las que convergen los virtudes ciudadanas y las virtudes cristianas. Para nosotros, entra de lleno dentro de las obras de misericordia, de las que nos pedirá cuenta el Señor en el último día. Y como dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, recientemente publicado, "el comportamiento de la persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado al amor. Esta verdad vale también en el ámbito social: es necesario que los cristianos sean testigos profundamente convencidos y sepan mostrar, con sus vidas, que el amor es la única fuerza que puede conducir a la perfección personal y social y mover la historia hacia el bien" (n.580)

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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