El 24 de Enero de este año se hizo pública una Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre las comunicación sociales, que lleva por título "El rápido desarrollo". Constata en ella que los medios de comunicación "influyen sobre la conciencia de los individuos, conforman la mentalidad y determinan la visión de las cosas". Y para que sirvan al bien común "es necesario un sistema de gestión que esté en grado de salvaguardar la centralidad y la dignidad de la persona y el primado de la familia, célula fundamental de la sociedad". Pero es una tarea difícil, "debido a los fuertes vínculos que los medios de comunicación tienen con la economía, la política y la cultura" (n. 10). Basta con prestar atención a lo que sucede entre nosotros para advertir la clarividencia del diagnóstico, que incluso se queda corto.

Ya no podemos quedarnos en la sabia advertencia de Pablo VI, de que "la Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios" (EN 35), sino que hay adentrarse en el corazón del problema, pues además de usarlos para la información religiosa, la proclamación del Evangelio y la catequesis, hay que traducir el Evangelio al lenguaje de los medios de comunicación. No olvidemos que éstos son "el primer areópago del tiempo moderno" y "para muchos, el principal instrumento de guía y de inspiración para su comportamiento individual, familiar y social" (n. 3).

Este fenómeno ha de impulsar a la Iglesia a una auténtico conversión pastoral y cultural, para dar respuesta a los signos de los tiempos. Además, no es suficiente con que tomemos conciencia de ello cada uno, sino que "es oportuno que, con prudencia y sabiduría pastoral, se fomente en las comunidades eclesiales la dedicación al trabajo en el campo de la comunicación, para así contar con profesionales capaces de un diálogo eficaz con el vasto mundo mediático" (n 7).

Hoy se celebra la XXIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, y el Mensaje del Papa nos recuerda que "las modernas tecnologías nos ofrecen posibilidades antes nunca vistas para hacer el bien, para difundir la verdad de nuestra salvación en Jesucristo y para promover la armonía y la reconciliación". Es un desafío fenomenal para todo el Pueblo de Dios y no podemos olvidar que adolescentes y niños, a tenor de estudios fiables, pasan ante los medios de comunicación más horas que en el colegio y que dialogando con sus padres.

Con la mirada puesta en nuestra Iglesia, debemos preguntarnos si aprovechamos las oportunidades que ofrecen las emisoras de radio, las cadenas de televisión locales y los periódicos; en qué medida nos preparamos para disfrutar críticamente de las ofertas que se reciben; si nuestra comunidad tiene o sabe dónde hallar una información veraz sobre la fe y la vida de la Iglesia; si damos a conocer lo mucho que se realiza en nuestras parroquias y comunidades; si apoyamos los esfuerzos de la Diócesis en este campo; y si alentamos a los jóvenes a participar en foros de internet, dando razón de su esperanza a otros jóvenes. Pues también aquí hay que seguir el consejo de San Pablo, cuando dice: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien".

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga