DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

La familia, base de la salud de la sociedad y de la persona

Publicado: 26/12/2004: 837

Carta Pastoral de Mons. Dorado Soto Festividad de la Sagrada Familia

La Conferencia Episcopal Española está realizando un gran esfuerzo por hacer llegar al Pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad una catequesis sobre la realidad y el significado de la familia. Y lo hace por dos motivos fundamentales. Uno, porque la familia es el cimiento en el que se sustenta la sociedad; y otro, porque vivimos inmersos en una crisis profunda que está afectando negativamente al concepto mismo de familia y al bienestar de las personas.

Cuando hablamos de familia, nos referimos a esa comunidad de vida y de amor nacida del matrimonio entre un hombre y una mujer, que han unido sus vidas de manera libre e irrevocable con vistas a tener hijos y a ayudarse mutuamente. Y resulta muy fácil comprobar que de su buena salud depende el bienestar de la sociedad y de la persona. Nos lo dicen los estudios sobre la delincuencia juvenil, sobre el fracaso escolar y sobre la drogadicción. Entre las principales causas de estos fenómenos sociales sobresale el de su pertenencia a familias rotas y desintegradas.

Por desgracia, las rupturas familiares están al orden del día. Se trata de un hecho muy complejo, al que no es ajeno un tipo de educación deficiente en valores religiosos y sencillamente humanos. Entre otros, los valores del diálogo, de la fidelidad a la palabra dada, de la confianza mutua y de la libertad interior de la persona. Una libertad que sólo es operativa cuando se apoya en Dios y asume, como un ingredientes imprescindibles de la convivencia, el sacrificio por el otro y el perdón. También es un elemento decisivo de rupturas la mentalidad divorcista que reina en nuestra cultura actual.

Los cristianos no tenemos soluciones infalibles, pero sabemos que la estabilidad del matrimonio es posible y necesaria. No predicamos el sometimiento del cónyuge más débil ni la resignación ante los malos tratos, sino la búsqueda compartida de un proyecto de vida capaz de ilusionar. Y para ello, hay que aceptar que la convivencia humana tiene sus dificultades, pero que éstas no son insuperables cuando se parte del amor mutuo; un amor que se cultiva cada día mediante detalles en apariencia banales. El matrimonio, al igual que todo lo que es verdaderamente valioso, requiere que se le dedique tiempo para dialogar, para comunicarse en profundidad, para buscar juntos nuevas formas de ayuda mutua y de crecimiento compartido.

Sin desconocer la importancia de las leyes, unas leyes que protejan la estabilidad de la pareja, la posibilidad de tener los hijos se decida libremente, la vivienda adecuada y las ayudas oportunas en el caso de las familias numerosas y de las que se hacen cargo de las personas mayores, la buena salud de la familia depende mucho de la inteligencia, de la solidez moral y de la imaginación de los esposos. Y, por supuesto, de su vida de fe en el caso de las personas creyentes.

En este domingo en el que la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, me vais a permitir algunas sugerencias. La primera es la convicción de que la fidelidad a la palabra dada no sólo es posible con la ayuda de Dios, sino también fuente de plenitud y de humanidad. La segunda es la necesidad perentoria de dedicar tiempo a comunicarse y a compartir, aunque se trabaje algo menos y se disponga de menos medios económicos. Y la tercera, la conveniencia de alentar en nuestras comunidades grupos de matrimonios para reflexionar juntos, para ayudarse unos a otros y para servir de punto de referencia a las parejas que se preparan al matrimonio o acaban de contraerlo.

✝ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Cartas Pastorales Mons. Dorado
Compartir artículo