DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Venid, adoradores, adoremos

Publicado: 15/06/2008: 1037

Carta Pastoral de Mons. Dorado Soto con motivo de la clausura de los actos del 125 aniversario de la Adoración Nocturna Española en Málaga

Tomo estas palabras de un conocido himno, cuyo autor, gran poeta y buen amigo, se distinguió por su devoción a Jesucristo realmente presente en la Eucaristía. Uno más de los incontables hombres y mujeres que han encontrado en la adoración eucarística una fuente inagotable de vida evangélica. Entre ellos, también vosotros, los miembros de la Adoración Nocturna Española, que estáis clausurando los actos del 125 aniversario de su implantación en Málaga.

Para los católicos, la adoración es el culto que dirigimos a Dios y que nos adentra en el misterio de su existencia y de su amor entrañable. Un aspecto de ese culto es la adoración del Santísimo Sacramento, que prolonga e intensifica lo que acontece en la celebración de la Eucaristía. Dado que “la liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza”, como enseña el Concilio (SC 10), los miembros del Pueblo de Dios sabemos que la celebración de la santa misa es el centro de la vida de fe, pero prolongamos dicha celebración en la devoción al Santísimo. Con palabras de Benedicto XVI, “en la Eucaristía el Hijo de Dios viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros; la adoración eucarística no es sino la continuación obvia de la celebración eucarística, la cual es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia” (SC 66).

Es natural que hayan surgido, a lo largo de la historia, numerosos movimientos para alentar los ejercicios de piedad que nos llevan a postrarnos humildemente ante el sagrario. El Beato Manuel González tuvo el honor de dejar una profunda impronta de piedad eucarística en la diócesis de Málaga, mediante su vida, su actividad pastoral, su labor en el Seminario y la fundación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. La llama que él encendió y alimentó tiene que seguir viva entre nosotros e irradiar con nuevo ardor en nuestras comunidades. Porque el culto privado y público a Jesucristo sacramentado reaviva nuestra fe, fortalece nuestro amor y fecunda nuestra labor evangelizadora. Lejos de apartarnos del amor fraterno y de nuestro compromiso con los más pobres, nos da fuerzas y luz para imitar al Maestro y seguirle también por esta senda. 

En primer lugar, a los sacerdotes. Como escuché decir a la madre de uno de nuestros sacerdotes, el sagrario es lugar donde se consolida su vocación y se fortalece su espíritu. No lo debemos olvidar en un ambiente cultural que nos contagia de la primacía de la acción y de la pasión por la eficacia. Y lo que digo para los sacerdotes es también aplicable a todos los que desempeñen algún ministerio apostólico y a los cristianos en general.

Tenemos una gran riqueza de grupos que centran su espiritualidad en la adoración eucarística, pero es necesario contagiar esta mística a todo el Pueblo de Dios. Hoy invito a cada parroquia a revisar lo que está haciendo en este campo y las posibilidades que tiene de mejorar, pues estoy convencido de que la piedad eucarística contribuirá mucho a proclamar el Evangelio y a profundizar en él. Con palabras de Benedicto XVI, “será de gran ayuda una catequesis adecuada en la que se explique a los fieles la importancia de este acto de culto (la adoración eucarística) que permite vivir más profundamente y con mayor fruto la celebración litúrgica. Además, cuando sea posible, sobre todo en los lugares más poblados, será conveniente indicar las iglesias y oratorios que se pueden dedicar a la adoración perpetua” (SC 67).


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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