DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

El Espíritu Santo construye a la Iglesia

Publicado: 27/05/2007: 1860

Domingo de Pentecostés

Celebramos la fiesta de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos de Jesús que, paralizados por el miedo, estaban refugiados en el cenáculo. San Lucas narra este episodio en el capítulo segundo de Los Hechos de Apóstoles, que os recomiendo leer y saborear, porque ese día se puso en pie la Iglesia y comenzó su tarea evangelizadora. Es natural, pues como dice el Vaticano II, el Espíritu Santo es el que construye a la Iglesia, la rejuvenece y la renueva sin cesar.

Durante los últimos años, esta renovación se ha traducido, en nuestra Diócesis, en  un incremento muy notable de seglares que se implican en la misión evangelizadora de las parroquias. Ha aumentado considerablemente el número de los catequistas, de los miembros de Pastoral de la Salud, de los voluntarios de Cáritas y de los responsables de Liturgia. Considero que existe una tendencia positiva en esta participación, pues por el bautismo todos somos Pueblo de Dios y todos hemos recibido la misión de proclamar el Evangelio con obras y con palabras.

Sin embargo, pienso que hay algunos aspectos en los que podemos y debemos superarnos. En primer lugar, en la formación cristiana de todos los que desempeñáis un ministerio eclesial. Es cierto que las Escuelas de Agentes de Pastoral realizan una labor espléndida, pero es necesario seguir profundizando en el conocimiento del Evangelio y, más concretamente, de la Persona de Jesucristo, para dar razón de nuestra esperanza a  quienquiera nos la pida. Hay que poner de manifiesto que la fe, lejos de ser una actitud irracional como afirman quienes no la tienen ni la conocen, va siempre de la mano de la inteligencia y no teme al progreso de los conocimientos humanos.

El segundo elemento que considero mejorable es el encuentro con Dios. Sólo la persona que ha vivido a fondo y sigue viviendo una experiencia de Pascua puede decir a sus hermanos “con autoridad” que Jesucristo es Salvador también para el hombre del siglo XXI. Porque evangelizar no consiste básicamente en enseñar a los demás una doctrina y unos comportamientos, sino en dar testimonio alegre de aquello que nos ha sucedido a partir de nuestro encuentro de fe con el Señor resucitado y en invitar a los demás a que se abran a este encuentro.

En tercer lugar, considero que aún no hemos logrado que los seglares se sientan corresponsables de la marcha de la parroquia y de la Diócesis. En algunos casos, puede ser que les haya faltado confianza y fuerza para asumir sus tareas, pero mucho me temo que seamos los clérigos quienes, sin advertirlo, no acabamos de confiar en ellos, en su capacidad y en su entrega al Evangelio. Y esta actitud no siempre consciente lleva a que los carismas que reparte el Espíritu Santo de manera generosa y que adornan a nuestros seglares, se asfixien y resulten estériles en nuestras comunidades.

Finalmente, en la Diócesis existe un déficit importante de Apostolado asociado, que se haga presente en los ambientes como “semillas del Reino”; de ese apostolado, cuya relevancia subrayó el concilio Vaticano II. Los movimientos de Acción Católica General y Especializada no acaban de cuajar y los llamados “nuevos movimientos” no se insertan de modo satisfactorio en los planes de Pastoral Diocesanos. Esto hace que su posibilidad evangelizadora no alcance los frutos que cabría esperar.

La fiesta de Pentecostés nos invita a realizar un profundo examen de conciencia y una revisión detenida, pero nos llama también a la esperanza y a la creatividad, ya que el Espíritu Santo sabe sacar misioneros de personas que parecían insignificantes y abrir caminos nuevos en medio de nuestros miedos y dudas, porque “Él es el Espíritu de vida, la fuente de agua que mana para la vida eterna” y “por Él, el Padre da la vida a los hombres muertos por el pecado” (LG 4).


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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