DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Estuve enfermo y vinisteis a verme

Publicado: 13/05/2007: 1441

Pascua del Enfermo

La comunidad cristiana ha mirado desde siempre a los enfermos y a las personas dependientes como a sus hijos predilectos, en los que resplandece con un brillo especial el rostro del Señor. No en vano Jesucristo se identificó con ellos y nos los encomendó, cuando dijo aquellas palabras tan impresionantes: “Estuve enfermo y me visitasteis”, pues “cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 36.40).Y las mejores páginas de la historia de la Iglesia las han escrito y las siguen escribiendo aquellos hombres y mujeres que, movidos por el amor de Dios, han dedicado y dedican toda su vida y energías a servir con cariño y delicadeza a los más necesitados.

La sociedad moderna de los países desarrollados se ha ido haciendo cargo de las necesidades de estas personas, a través de sus instituciones y sus leyes. Sin embargo, la prolongación de la vida, la desestructuración de la familia, la valoración de la persona por lo que rinde y las condiciones actuales de trabajo han ocasionado nuevos problemas. Debido a ello, el anciano y el enfermo crónico se encuentran en una situación humana más vulnerable, por la soledad afectiva, por la discriminación en el acceso a los recursos asistenciales y terapéuticos, por los frecuentes malos tratos psicológicos y la precariedad económica.

Por otra parte, la enfermedad es un hecho que nos afecta a todos, sin distinción de ningún tipo; un hecho que repercute sobre toda la familia. Aunque los ancianos y los enfermos crónicos sean quienes se encuentran en una situación más vulnerable, como he dicho, nadie está a salvo de una enfermedad transitoria más o menos grave, que nos afecta en todos los aspectos de nuestra existencia ordinaria.

Los equipos de pastoral de la salud que han surgido durante los últimos años en la mayoría de las comunidades cristianas conocen a fondo esta variedad de situaciones y tratan de dar a cada enfermo la respuesta que necesita. En algunos casos, se acercan a las personas que se encuentran solas, las acompañan al médico cuando es necesario, las orientan sobre sus derechos y les ofrecen su amistad. Es una hermosa tarea que realizan con enfermos creyentes y no creyentes, porque el amor de un seguidor de Jesucristo es un amor universal y los servicios sociales no siempre tienen posibilidad de acudir allí donde llegan los miembros de la parroquia.

Pero hay otro tipo de acompañamiento no menos necesario: ayudar al cristiano enfermo a vivir su fe y a tomar conciencia clara de que la enfermedad no le convierte en un miembro pasivo de la Iglesia. Aparte de ofrecerle el sacramento de la Unción para que luche y viva esta situación con espíritu evangélico, la cercanía de otros hermanos creyentes le recuerda que es un miembro activo de la Iglesia y que el estado en que se halla es también una oportunidad para vivir y profesar su fe, desarrollando las virtudes de la fortaleza, de la paciencia, de la humildad, de la escucha y de la confianza en Dios.

Cometemos una gran torpeza cuando limitamos la atención a los enfermos a sus carencias materiales o psicológicas, olvidando que una enfermedad puede constituir un momento privilegiado de encuentro con Dios para el enfermo y para los acompañantes. De ahí la importancia de facilitarles la comunión diaria, la lectura del evangelio del día y la oración compartida, cuando las circunstancias lo permitan. Precisamente eso es lo que pretende recordarnos a todos la Iglesia, al celebrar una jornada especial del enfermo en Domingo, el día en que proclamamos la muerte y la resurrección de Jesucristo.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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