DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Los niños, víctimas indefensas

Publicado: 28/01/2007: 974

Carta Pastoral de Mons. Dorado Soto Día de la Infancia Misionera

La Iglesia católica celebra hoy el día de la Santa Infancia, la Infancia Misionera. El objetivo de la misma consiste en ayudar a los educadores a despertar en los niños una conciencia misionera universal, que los lleve a compartir su fe y sus bienes materiales con los niños más empobrecidos de la tierra. Esta obra de la Iglesia, que cuenta con una experiencia de más de 162 años, ha logrado tejer una amplia red de solidaridad de la que se benefician unos 20 millones de niños cada año. Y uno de sus grandes valores consiste en ayudar a los que acuden a nuestras catequesis a desarrollar su conciencia solidaria y a ser los protagonistas de proyectos de futuro para sus hermanos menos afortunados.

Por eso decía Juan Pablo II: "Quiero dirigirme a los miembros de esta Obra de la Infancia Misionera, a los animadores y a los niños, para volver a decirles que la Iglesia alberga grandes esperanzas en su capacidad de cambiar el mundo... La evangelización está jalonada de muchos testigos... Y proseguirá gracias a las nuevas generaciones de niños nacidos a la vida de Dios y de la Iglesia por el bautismo, sobre todo en las iglesias jóvenes que se adhieren ardientemente a Cristo y demuestran una gran generosidad para el anuncio de la Buena Nueva".

Como sabéis, la evangelización no se limita a anunciar con palabras que Dios es Padre de todos, que se ha hecho compañero de camino en su Hijo Jesucristo y que nos ha dado la fuerza transformadora del Espíritu. Este amor hay que proclamarlo también con las obras. Por eso, donde llegan los misioneros pronto surgen, además de templos, hospitales, guarderías, escuelas y otros medios para dar respuesta a los problemas de todo tipo.

Además, el anuncio del Evangelio siempre va acompañado de la denuncia de las situaciones de injusticia que atentan contra la vida y contra la dignidad de la persona, en especial, de los niños. Producen un inmenso dolor y una gran indignación las noticias que nos llegan a diario, cuyas víctimas son los más débiles e indefensos, los niños: unos 200.000 empuñan las armas, miles de ellos son vendidos para la prostitución, en torno a 12 millones mueren de hambre cada año, cientos de miles malviven en campos de refugiados debido a las guerras y más de doscientos millones sufren la explotación más inicua, enrolados en trabajos impropios de su edad...

Aunque resulta muy difícil hablar a los niños de estas cosas, lo podemos hacer con delicadeza e inculcarles que también ellos pueden colaborar a que los niños pobres, sus hermanos, tengan un futuro digno. Acabamos de celebrar la Navidad y aún resuenan las incisivas palabras de la homilía de Benedicto XVI: “Dios nos enseña así a amar a los pequeños. A amar a los débiles. A respetar a los niños. El Niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los niños que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. En los niños convertidos en soldados y encaminados a un mundo de violencia; en los niños que tienen que mendigar; en los niños que sufren la miseria y el hambre; en los niños carentes de todo amor”.

Decid a nuestros niños que ese dinero que aportan, en vez de gastarlo en dulces, es el pan, la escuela y las medicinas que otros necesitan para vivir con dignidad; que su oración llega directa al corazón de Dios; y que su compromiso misionero abre caminos al Evangelio.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Málaga, 28 de enero de 2007

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