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Entre los santos, sobresale María

Publicado: 20/05/2007: 869

El próximo domingo, día 27 de Mayo, culmina la celebración de la Pascua con la fiesta de Pentecostés, memorial de la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana. Los seguidores de Jesucristo aprovechamos esta espléndida oportunidad para reavivar la presencia del Espíritu que se nos dio en el bautismo. Como “Señor y Dador de Vida”, Él ha sembrado en nuestros corazones la fe, el amor y la esperanza, esas tres fuerzas que nos capacitan para vivir como hijos adoptivos de Dios y que nos configuran con el Resucitado. Esta configuración es tan profunda que llevo a San Pablo a confesar: “Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí”.

Aunque se trata de un don divino, una gracia, nos corresponde a cada uno acoger dicho regalo y cultivarlo, para que nos transforme en personas evangélicas y produzca a través de nosotros frutos abundantes de buenas obras en nuestro mundo. No importa que sean frutos en apariencia insignificantes, como un grano de mostaza, pues lo que cuenta es que sean una expresión del Espíritu de Dios que habita en nosotros.

En esta tarea de reavivar el don recibido, desempeña un importante papel María, de la que ha dicho el Papa Benedicto XVI que, “Entre los Santos, sobresale María (...) Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos, que nos narran los evangelios de la infancia. Lo vemos en la delicadeza con la que en Caná se percata de la necesidad en la que se encuentran los nuevos esposos, y lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta ser como olvidada en el período de la vida pública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia y que la hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús. Entonces, cuando los discípulos hayan huido, ella permanecerá al pie de la cruz; más tarde, en el momento de Pentecostés serán ellos los que se agrupen en torno a ella en espera del Espíritu Santo” (DC 41).

Es lo que seguimos haciendo los cristianos de Málaga en este tiempo de Pascua: agruparnos en torno a María, para acoger al Espíritu. Unos, con sus visitas al Santuario de la Patrona, Santa María de la Victoria; otros, mientras la proclaman divina Pastora, que nos cuida y conduce a las moradas celestiales; algunos, recordando que es Auxilio de los Cristianos; y todos, confesándola Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra.

Pero donde resplandecen con más nitidez su fe, su amor y su esperanza es a los pies de la cruz de su Hijo. Por eso es natural que los enfermos tengan en su mesilla una imagen de la Santísima Virgen, con la que comparten su dolor y a la que encomiendan a las personas más queridas. Ella, que supo retirarse durante la vida pública y permanecer en el olvido, está siempre junto a la cruz de sus hijos; especialmente, de los ancianos y enfermos, sus hijos más queridos.

En vísperas de Pentecostés, se hace cercana a todos los desalentados, a los que no saben si conservan la fe, a los que se han alejado de Jesús por temor a que otros los señalen, a los que luchan por ser consecuentes con el Evangelio que profesan y a los que buscan a tientas el rostro de Dios vivo. De modo especial, a los que la proclaman Madre y Señora, y se mantienen despiertos a los signos de los tiempos. Para que también ellos sean personas que aman con obras y con palabras.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

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