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El domingo es la fiesta primordial de los cristianos

Publicado: 11/11/2007: 1136

Durante los últimos diez años, Juan Pablo II y la Conferencia Episcopal Española han insistido en la necesidad de que el Pueblo de Dios recupere el sentido del domingo. En realidad, no hacen sino inculcar lo que dijo ya el Vaticano II: “La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Jesucristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón ‘día del Señor’ o domingo. Así pues, en este día los fieles deben reunirse para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Por consiguiente, el domingo es la fiesta primordial que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también un día de alegría y de liberación del trabajo” (SC 106).

En nuestra diócesis, las condiciones actuales de vida no facilitan vivir la centralidad del domingo. Sin embargo, es posible rescatar en buena medida su espíritu, mediante una catequesis que ponga ante los fieles su rico y hondo significado humano y evangélico, pues como dijo el Papa Juan Pablo II, “es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, la realización en Él de la primera creación y el inicio de la ‘nueva creación’. Es el día de la evocación adoradora y agradecida del primer día del mundo y a la vez la prefiguración, en la esperanza activa, del ‘último día’, cuando Cristo vendrá en su gloria y ‘hará un mundo nuevo’” (DD 1).

Aunque como tal domingo no se debería limitar a la celebración de la santa misa, es necesario insistir en este punto: la celebración participada y alegre de la Cena del Señor. En nuestras comunidades surge con frecuencia la pregunta de cómo podemos dar un carácter más atractivo y atrayente a nuestras celebraciones litúrgicas. Es una pregunta legítima y necesaria, que nos debemos hacer. Y la respuesta no consiste en buscar elementos externos novedosos, que capten la atención de los miembros de la comunidad. Aparte de que pierden muy pronto su novedad, no suelen conducir a vivir una experiencia honda de salvación. Por eso necesitamos un esfuerzo catequético que nos lleve a descubrir y a meditar el significado teológico de la Eucaristía, la riqueza de sus ritos y la certeza de que nos lleva a la comunión con Jesucristo resucitado. 

Al centrar nuestra atención pastoral este año en la celebración de la fe, se nos ofrece una oportunidad espléndida para desarrollar los contenidos doctrinales de la Eucaristía, para contrastarlos mediante el trato personal con Jesucristo en la comunión sacramental y en la escucha atenta de la Palabra, y para compartirlos en la asamblea congregada. La legítima insistencia en el compromiso fraterno con los demás ha podido tener como consecuencia no buscaba, pero real, el olvido de que la celebración de la Eucaristía es la cumbre y la fuente de la evangelización; el banquete en el que se alimenta la fraternidad del Pueblo de Dios, y el alma de todo apostolado, porque alimenta la caridad del Pueblo de Dios.

Al recuperar el sentido cristiano del domingo, podemos integrar, en esta fiesta de fe y de esperanza, los valores que se han desarrollado en la sociedad moderna, como es la posibilidad de que la familia conviva en un clima relajado, la oportunidad para disfrutar de la belleza del campo y la visita a museos. Pero siempre, a la luz de la visión cristiana de la nueva creación, que ha comenzado con la resurrección de Jesucristo y que se actualiza en la Eucaristía.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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