DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Educar a los hijos en tiempos de inclemencia

Publicado: 21/09/2008: 966

Con el comienzo del curso escolar, me dirijo vosotros, los padres, para ofrecer a todos una palabra de aliento. Os corresponde el primer deber y el derecho inalienable de educar a vuestros hijos, de acuerdo con vuestras convicciones profundas, mientras que al poder público le compete proteger y defender las libertades civiles, entre otras, la de que podáis elegir libremente el tipo de escuela que deseáis para vuestros hijos.

Pero vivimos en un contexto social en el que la educación se ha convertido en una tarea extremadamente difícil, debido a la honda crisis de valores, a las intromisiones abusivas de los Estados en los derechos de los padres y al poder tremendo de los medios de comunicación, que han invadido nuestros hogares. Por otra parte, no sois pocas las madres que, por diferentes motivos, tenéis que afrontar solas una tarea tan ardua.

Dado que, en este momento concreto en el que nos ha tocado vivir, la persona vive volcada hacia fuera, muy preocupada de su aspecto físico y con gran desconfianza en los valores morales, conviene que dediquéis todo el tiempo posible a dialogar con los hijos, a escucharlos y a enseñarles a descubrir esa riqueza interior que es el espíritu. Es necesario que les enseñéis a ser críticos y a descubrir la consistencia intelectual de los valores humanos básicos y de los valores cristianos. Como sabéis, en los colegios se va a impartir la llamada “educación para la ciudadanía”, que según se ha diseñado entre nosotros, en la mayoría de los casos invade el campo de la conciencia de los niños y lesiona gravemente los derechos educativos de los padres, como se deduce al analizar los manuales que circulan en el mercado. De ahí la importancia de que los padres, de mutuo acuerdo y siguiendo una línea de actuación compartida, busquéis y ofrezcáis las respuestas que juzguéis más oportunas en cada caso.

Una gravedad especial reviste el tema de la defensa de la vida, desde el primer instante de su concepción, hasta el momento en que Dios tenga a bien llamarnos a su presencia. El tema del aborto y del llamado “suicidio asistido” tienen una gravedad particular, porque atentan contra la dignidad de la persona, fuente de todos los derechos. Lo peor que se les puede hacer a vuestros hijos es inculcarles la idea de que somos los dueños de la vida propia y ajena, y podemos decidir impunemente quién tiene derecho a nacer y quién ha vivido ya bastante. Esta visión frívola, a la vez que tiránica, banaliza a la existencia humana, la lleva a perder su sentido y convierte al hombre en una mezcla de productor y de consumidor, sin ninguna trascendencia.

En el fondo, es la consecuencia lógica del olvido de Dios. Sin Él, la vida humana se convierte en un enigma oscuro, fruto de la casualidad, sin más valor que lo que pueda producir y disfrutar durante unos breves años. Es la visión de la vida que comparten hoy numerosos hermanos nuestros, como si hubieran perdido la dimensión más profunda de su ser. Pero cuando nos detenemos a pensar, la razón nos orienta y nos dice que ese anhelo de amor, de verdad, de belleza, de bien  y de plenitud que llevamos dentro es un indicio certero que nos empuja hacia Dios. Así lo entendió San Agustín, cuando dijo, tras haber peregrinado por todos los caminos que no llevan a ningún sitio: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”. Y así nos lo ha manifestado Jesucristo, con sus palabras y sus signos, con su muerte y su gloriosa resurrección. Sin duda, es lo que buscáis y deseáis para ellos cuando los apuntáis a clase de religión católica y a la catequesis parroquial.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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