DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen

Publicado: 09/09/2007: 973

La mejor alabanza de la Virgen de la Victoria es la que hemos oído de labios de Cristo: Mejor aún, mi Madre es dichosa porque oye la Palabra de Dios y la cumple. La persona religiosa ha de vivir de la fe; es decir, iluminada por la Palabra de Dios. La grandeza moral del cristianismo consiste en ser fieles a esta Palabra de Dios, que se nos da como guía para que acertemos en el itinerario de nuestra peregrinación a la casa del Padre.

Si me preguntan por la mayor necesidad de la Iglesia de nuestro tiempo, respondo que es su propia evangelización: fortalecer la fe de los cristianos, reiniciar en la fe a los no practicantes y proponer la fe a los no creyentes. Como dijo Pablo VI, “La Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso, su fuerza para anunciar el Evangelio”. Es decir, que una de sus principales tareas consiste en anunciar el Evangelio a los que, bautizados en su infancia y sometidos a la evolución de la sociedad y a las crisis de su crecimiento personal, necesitan reavivar la fe y aplicarla a las situaciones concretas de su vida, para vivir de la fe como María. Los cambios operados en España son tan profundos y tan rápidos que exigen a la Iglesia profundizar en la evangelización y en la formación en la fe, como su tarea más urgente.

Pienso que la educación y el fortalecimiento de la fe de los cristianos constituyen hoy el cometido más urgente de la Iglesia, y ello, por dos motivos. El primero, porque la fe no se puede dar por supuesta, como en las décadas pasadas. Ni siquiera entre los católicos practicantes. Y esto es una novedad. En mi última visita pastoral, me encontré con los alumnos de un colegio público, y en el diálogo con ellos, uno me preguntó: “Oye, ¿tú crees en Dios?” Le contesté con extrañeza que es la primera vez en mi vida que me han hecho esta pregunta. Además, y es el segundo motivo, la fe no está hoy socialmente protegida como un valor importante, y la cultura que no procede de la fe tampoco da pie para que nadie se la plantee. O sea, que hemos pasado de una cultura creyente a la cultura del silencio respecto a Dios; y de un mundo cristiano, a un mundo pagano, sin ninguna referencia al Evangelio.

Nuestro Padre Dios, creador y amigo del hombre, aparece para muchos como el gran enemigo de la humanidad y del progreso, o como algo sin sentido de lo que se puede y se debe prescindir. Hemos desembocado en la cultura de la “indiferencia religiosa” (Juan Pablo II), donde mucha gente, aunque se llame cristiana, vive como si Dios no existiera, porque no influye en su vida personal, familiar, profesional y social. La misma religiosidad popular, que hunde sus raíces en el Evangelio, coexiste hoy con los estilos de vida dominantes, que son neopaganos en muchos aspectos.

De ahí la importancia de presentar el Evangelio y de educar en la fe de la Iglesia, que es la fe de siempre. Una fe que se echa de ver en el amor realista y liberador por los que nadie quiere, por los pobres y los marginados. En esta misión, la Virgen de la Victoria constituye un espléndido ejemplo de fe viva y vivida. Para que nuestra devoción no sea “vana credulidad” o “sentimiento estéril”, como denunció Pablo VI, hay que avanzar en la imitación de María, la “Virgen fiel”, la “mujer creyente”, cuya grandeza se basa, como le dijo Santa Isabel, en que “ha escuchado la Palabra de Dios y la ha cumplido”.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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