DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Conocer y amar a la Iglesia

Publicado: 18/11/2007: 782

A través de encuestas recientes se ha detectado que un porcentaje alto de españoles desconocen o conocen “muy superficialmente la actividad de la Iglesia y sus necesidades económicas”. Y lo que es más grave, la mayoría tienen una idea distorsionada de la Iglesia, pues sus conocimientos proceden de lo que aparece en los medios de comunicación, que suele ser aquello que reviste tintes de corrupción y de escándalo. Por supuesto que dentro de la Iglesia hay pecados y escándalos, pero es injusto que sólo se hable de ella para dar a conocer sus aspectos negativos. Dado que somos más mil trescientos millones de católicos en el mundo, es comprensible que se pueda echar mano de cosas que han sucedido en Italia, en los Estados Unidos o entre nosotros; hoy o hace más de treinta años. Pero la Iglesia no es sólo eso.

De ahí la importancia de que nos acerquemos a las parroquias y veamos quiénes son y qué hacen los miembros de nuestras comunidades: los responsables de liturgia, pastoral de la salud, Manos Unidas, catequesis, cáritas, misiones y de otros grupos. Miles y miles de personas que dedican una parte importante de su tiempo y su vida a servir generosamente a los demás, empezando por los más pobres.

Aunque la pobreza mayor del mundo rico, del que formamos parte, es la falta de fe en Dios y la falta de humanidad. Por eso conviene insistir en que la Iglesia no es una ONG que se dedica a resolver los problemas sociales de su entorno, sino el Pueblo de Dios que cree en Jesucristo y que existe para evangelizar. Con sus palabras y con su vida intenta decir a los hombres del siglo XXI que Dios sí existe, que es infinitamente bueno en sí y bueno para nosotros, que nos ha creado por amor, que se ha hecho hombre en la persona de Jesús de Nazaret y que espera a todos sus hijos más allá de la muerte. Su misión específica consiste en anunciar con obras y con palabras que Jesucristo es el Hijo unigénito de Dios, muerto y resucitado, que vive en medio de nosotros y que, por la fe, nos da la plenitud: el desarrollo de nuestras mejores posibilidades en esta vida y más allá de la muerte. Lejos de ser un freno a nuestras ansias de vivir, es la respuesta a los anhelos profundos de verdad, de amor, de belleza y de bondad que anidan en el corazón del hombre.

Es cierto que la Iglesia desarrolla una labor social impresionante y que, también hoy, abre caminos para los que han quedado tirados al margen de la sociedad del desarrollo: los enfermos de SIDA, los presos, los enganchados a la droga y los ancianos abandonados. Es una labor hermosa, mediante la que pone de manifiesto que todos somos hijos de Dios y que una persona deteriorada por la enfermedad, por los vicios o por los años, no es menos valiosa para Dios que otra joven, intelectualmente bien preparada y llena de vida. Amamos a todos, porque el amor fraterno nos distingue a los seguidores de Jesús de Nazaret y es la expresión más hermosa de nuestra fe en Dios y de nuestra esperanza en la vida futura.

Al celebrar hoy el Día de la Iglesia Diocesana, os invito a conocer la realidad de la Iglesia en el trabajo abnegado de nuestras parroquias; a que no os dejéis impresionar por los pecados actuales o de hace muchos años ni por los tópicos oficiales y las visiones parciales; y a mantener la comunión de los hijos de Dios. El pluralismo legítimo entre los seguidores de Jesucristo no se debe convertir en arma arrojadiza ni en actitudes agresivas que dividan al Pueblo de Dios. Es hora de descubrir lo que debemos a la Iglesia, de enorgullecernos por ser sus miembros, de amarla con gratitud y de ayudarla con nuestra vida y nuestros bienes.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga


Málaga, 18 de noviembre de 2007

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