DiócesisCartas Pastorales Mons. Buxarrais «El sacerdote y el compromiso político» Publicado: 00/04/1978: 1256 Carta Pastoral (1978) Queridos amigos: En el último Consejo del Presbiterio, celebrado el 23 de febrero, la comisión que preparó el cuestionario de “El sacerdote y el compromiso político” -que se envió a todos vosotros- presentó la síntesis de las aportaciones recibidas. Ha sido para mí una gran satisfacción comprobar el número elevado de respuestas -de sacerdotes, comunidades cristianas y religiosas- y constatar sobre todo el valor de vuestras reflexiones. Quiero expresaros sinceramente mi gratitud por vuestra valiosa colaboración. Me alienta de veras saber que cuento con vuestro consejo y apoyo en la difícil y compleja tarea pastoral que presenta una diócesis. Los miembros del Consejo Presbiteral Francisco Echamendi, Diego Montero y Manuel Pineda entregarán a los vicarios episcopales de zona el resultado de la encuesta para dároslo a conocer a todos los que habéis contestado. Dimensión del ministerio profético Habéis subrayado de una manera especial este aspecto de la misión del sacerdote: su dimensión profética. Imposible realizar el ministerio de Jesús si falta la proclamación completa de su mensaje. El reino de Dios exige la presencia de su amor auténtico entre los hombres, único cauce para la paz, la justicia, la libertad, la fraternidad verdadera. El Evangelio es liberación integral. No hay zonas humanas que escapen a la salvación. Esta es la «buena noticia» que trae Jesús para todos (Lc 4, 18; 11, 5). Nada que afecte a la salvación «completa» del hombre es ajeno a su ministerio. Los problemas sociales, económicos y políticos condicionan tremendamente la vida humana e inciden, por supuesto, en su libertad, desarrollo y realización. De ahí que el absentismo y neutralidad del sacerdote ante estas situaciones es verdadera alienación (cfr. Sínodo III, 1971; Minist. sacerd., I, 7; II, b; GS, 42). Clasificación del concepto «política» A la luz que proyecta esta dimensión profética del sacerdote se esclarece bastante su actividad pastoral evangelizadora. Existe un gran peligro de confundir determinadas actuaciones pastorales con una acción «política» concreta en el sentido técnico de la palabra. El sacerdote no «hace política» cuando actúa en defensa y promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana, o se solidariza, encarna y trabaja a favor de aquellos que sufren y viven en la pobreza y marginación, o intenta liberar al hombre desde la luz y fuerza del Evangelio, de aquellas estructuras que le esclavizan e impiden su realización plena como hijo de Dios. El Sínodo III, año 1971, dice textualmente: «Los presbíteros, juntamente con toda la Iglesia, están obligados a adoptar una línea clara de acción cuando se trate de defender los derechos humanos, de promover integralmente la persona y de trabajar por la causa de la paz y de la justicia con sus medios, siempre conformes al Evangelio» (El minist. sacerd., II 2, b). Por eso es extraña la postura de muchos cristianos que sienten escándalo y consideran «política» la actuación de aquellos sacerdotes que atacan la injusticia, defienden al oprimido y ofrecen caminos nuevos de liberación al hombre. De ahí que tanto el absentismo o la neutralidad ante situaciones injustas como el apoyo o la defensa que supone el militar en un partido concreto difícilmente pueden sostenerse a la luz de estos principios; más bien pueden ser expresión de estar realizando una determinada «política», ajena al Evangelio. Vuestras aportaciones al cuestionario son muy interesantes en este sentido. Labor formativa y de concienciación Pienso que es fundamental una toma de conciencia clara en este campo, si queremos ejercer todos, como Iglesia, la responsabilidad que nos compete en orden a una convivencia humana basada en los principios evangélicos. Es un hecho constatado la escasa formación cívica, política y social que presentamos a todo nivel. Los comportamientos, las actitudes, el absentismo e indiferencia en relación con el bien común son un reflejo constante de esta realidad. Y es preciso superarla en seglares y sacerdotes. Nos hemos descuidado seriamente y nos es difícil ahora ofrecer una respuesta adecuada al momento presente. En la encuesta muchos subrayan con énfasis la necesidad ineludible de evitar todo aquello que pudiera ser infidelidad al Evangelio y traición a las aspiraciones y justos derechos de nuestro pueblo. Es preciso, decís, un servicio leal y comprometido en actitud de dar respuesta a sus necesidades y situaciones. Para ello pedís identificación y solidaridad con la gente que sufre, testimonio de pobreza y austeridad, ideas claras de evangelización-promoción, leer y reflexionar despacio los últimos documentos del magisterio en el campo socio-político y toda aquella bibliografía y medios aptos que pueden ayudar a esta formación. Cauces concretos Acepto agradecido vuestras sugerencias y estímulo. De ahí que, en cuanto de mí dependa y contando siempre con vuestra colaboración, haré los posibles para que la diócesis ofrezca a todos los cristianos de la Iglesia de Málaga aquellos medios de formación y acción para evitar tanto el absentismo y neutralidad antievangélica como los compromisos de política partidista, que en los sacerdotes servidores de una comunidad pudieran engendrar ambigüedad y confusión. En concreto, procuraré que las reuniones del Consejo del Presbiterio, las semanas de formación permanente (que deben hacerse extensivas a religiosas y seglares), tengan presente los temas de evangelizaciónpromoción-liberación a partir de la luz y fuerza que nos ofrece Jesucristo. Por otra parte, la urgente necesidad de crear un consejo pastoral diocesano y la proyectada asamblea diocesana deberán tener también en cuenta estas exigencias. Conclusión Busquemos todos con interés y efectividad un rostro de la Iglesia más semejante al de Jesús. Intentemos de veras una España mejor. Andalucía nos pide en estos momentos capacitación, entrega y acierto para que encuentre solución tanto problema. Unámonos todos y trabajemos en solidaridad profunda con nuestro pueblo. Actuemos a tiempo y con medios adecuados, a pesar de las muchas dificultades. Y oremos con fe en esta hora, conscientes de que Dios nos ama y desea la paz, el bienestar, la liberación, la convivencia fraterna. Cristo ha muerto y ha resucitado para que esto sea realidad. Y espera nuestra colaboración. Málaga, Abril de 1978. Autor: Mons. Ramón Buxarrais Más artículos de: Cartas Pastorales Mons. Buxarrais «Un carisma para la juventud»«Huellas de un santo por tierras malagueñas» Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir