DiócesisCartas Pastorales Mons. Buxarrais

«Relaciones fraternas entre todos»

Publicado: 00/01/1983: 1112

Pastoral con motivo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (1983)

 Queridos diocesanos:

Durante diez días de exhaustiva misión, el Sumo Pontífice Juan Pablo II ha recorrido apostólicamente nuestra Patria como testigo de la Esperanza. Todos le hemos seguido con afecto y la oración.

Nuestra labor consiste ahora en tratar de asimilar todo su mensaje y llevarlo a la práctica. Porque las palabras del Papa son la actualización del Evangelio. Y esto debe hacerse a fondo y en bloque, no tomando sólo lo que nos gusta o conviene, descuidando u olvidando cuanto menos se adapte a nuestro criterio personal.

El Papa habló para todos. Y así, el 3 de Noviembre se puso en con­tacto con los representantes de las otras iglesias cristianas como «acos­tumbro hacer en mis viajes apostólicos», dijo (1). Porque «desde el co­mienzo de mi pontificado, la causa del ecumenismo ha sido y siempre es uno de mis objetivos primordiales» (2).

El mensaje total del Santo Padre a nuestra comunidad es claro. No lo haremos nuestro, si dejamos a un lado este aspecto importante de su testimonio de Esperanza; si como él no saludamos con afecto a los «cris­tianos de otras confesiones, que en España se proponen seguir el Evange­lio de Jesucristo» (3).

¿Qué hacer?

Trabajar por la unión de los cristianos no es fácil; lo sabemos muy bien y la experiencia lo enseña cada día. Se requiere una leal y dócil hu­mildad; una entera y evangélica limpieza de corazón.

Pero, es importante convencernos que este aspecto de la misión de la Iglesia es una realidad ineludible: «la común profesión del nombre de Jesucristo hace de nosotros verdaderos hermanos» (4). Es también nece­sario comprender que «tenemos vínculos comunes fundamentales en la Biblia, Palabra de Dios, en la fe apostólica que profesamos en los grandes símbolos y que se hace vida en el bautismo. La profundización en la sacramentalidad bautismal descubre ante nosotros perspectivas extraor­dinariamente positivas en el camino de la plena unidad» (5).

Es verdad que la situación en España es distinta a la de otros países. Pero, esto no puede ser argumento para olvidar, descuidar, criticar o me­nospreciar la actitud ecuménica.

Debemos reflexionar sobre nuestra actitud eclesial ante este pro­blema. Lo particular no puede ocultar lo universal. Y si en nuestra parce­la del campo de Dios (I Cor 3,9) no aparece la división abierta y explícita­mente, debemos tomar conciencia de lo que ocurre en los grandes hori­zontes de la viña del Señor. Lo contrario sería padecer de miopía imper­donable. Aprendamos a sufrir e interesarnos por cuanto afecta a la entra­ña misma de todo el cuerpo místico de Cristo: su unidad y catolicidad.

Purificar la memoria del pasado

Precisamente por nuestro pasado histórico y geográfico, el telón de fondo ecuménico en España está cuajado de luces y sombras. Hay que insistir en las primeras; pero, si somos realistas, no podemos olvidar las segundas. El mismo Papa mostraba su sentimiento a los representantes de las otras iglesias cristianas; decía: «sé que, por razones históricas bien conocidas, habéis sufrido en el pasado para poder mantener las convic­ciones de vuestra conciencia» (6). Y a todos exhorta: «es conveniente se­guir purificando la memoria del pasado...» (7).

Purificar significa limpiar, borrar, abrirse, impregnarse de magna­nimidad y anchura de corazón. Sin ceder en nada realmente esencial, quitar las circunstancias que han hecho posible el sufrimiento pasado para que nunca más vuelva a reincidir.

Lanzarse hacia el futuro

Si, en palabras de Juan Pablo II, hay que seguir purificando la me­moria del pasado, es «para lanzarse hacia un futuro de comprensión y colaboración» (8). Es un salto decidido y valiente hacia la luz.

Muchas y variadas son las formas de colaboración; vivas y actuales las cuestiones que interesan a todos los cristianos. El Papa nombra algu­nas: «objeción de conciencia, problemática de los matrimonios mixtos, libertad religiosa, derecho a la libertad de enseñanza, organización y pro­moción de las semanas de oración, la edición interconfesional del Nuevo Testamento en castellano -un trabajo admirable- y otras» (9). En nuestra diócesis de Málaga podríamos además añadir todo lo concerniente al pro­blema social, al turismo y a la drogadicción. Teniendo en cuenta el reto que nos presenta el creciente alejamiento de Dios y del mensaje de Jesús, sería muy conveniente, por no decir necesario, ver la manera de evange­lizar juntos, superando todo proselitismo malsano, egoísta y estéril.

La Semana de Oración por la Unidad

En la carta a los Efesios (4,1-6) San Pablo nos exhorta a vivir la solicitud cristiana por la unidad en el amor.

Esta unidad se actúa en la colaboración y conocimiento mutuo, pero sobre todo en la oración. Sólo orando podremos continuar esforzándo­nos por el cumplimiento del deseo del Señor manifestado en la última Cena: «Que todos sean una sola cosa, para que el mundo crea» (Jn 17,21).

Es necesario encontrarnos en la oración, evocando las palabras del Salmo: «ved cuán bueno y deleitoso es convivir juntos los hermanos» (Sal. 132).

Del 18 al 25 de Enero se celebra la Semana de Oración por la Uni­dad. Este año el lema es: Jesucristo, vida del mundo. Está tomado de la VI Asamblea General del Consejo Mundial de las Iglesias que se reunirá en Vancouver (Canadá) el próximo mes de julio. Aunque la Iglesia Católica, por varias razones, no forma parte del Consejo, por medio del Secretaria­do Romano por la Unidad, mantiene con él una relación de fraterna soli­daridad. El Papa Juan Pablo II ha expresado su deseo de que esta colabo­ración aumente indicando su convencimiento, a pesar de las dificultades, de la importancia de un diálogo multilateral y de los beneficios que de ella se derivan.

Una invitación

En la Diócesis se celebrará como todos los años, esta Semana de Oración. Si el ecumenismo es uno de los objetivos primordiales del San­to Padre, debe serlo también de cada uno de nosotros. Invito y animo a todos a mentalizarse en este esfuerzo por unir, empezando por nosotros mismos, nuestras familias y trabajo y dentro de la misma Iglesia. Hay un infinito motivo de esperanza: Cristo es nuestra Vida. Por El viven los sarmientos de la vid; sin El sólo hay muerte y desesperación.

¡Abrámonos a El y por El a todos los hermanos!

Málaga, Enero de 1983.

Nota: Las citas del discurso del Papa a los representantes de las otras Iglesias en España, pueden encontrarse en la Revista «Ecclesia», núm. 2.101, págs. 28 y 29. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

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