DiócesisCartas Pastorales Mons. Buxarrais «Los misioneros como servidores de la vida» Publicado: 00/10/1990: 1056 Carta Pastoral Domund (1990) Queridos diocesanos: Hoy, los católicos del mundo entero nos unimos por la oración, el interés y la ayuda económica a favor de tantos hombres y mujeres que, en la vanguardia de la misión, hacen realidad de un modo singular el mandamiento de Jesús: “Id y haced discípulos míos a todas las gentes” ( 28,19). Nuestro recuerdo afectivo y efectivo a favor de los misioneros en este Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, lo hacemos desde una perspectiva concreta de su responsabilidad pastoral; es decir, desde la reflexión sobre el servicio a la vida, que ellos llevan a cabo. El profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, nos dice: “…Yo soy Yahvé; no hay ningún otro dios”, “…fuera de mí, todo es nada”. En otras palabras: nuestro Dios, el único, es la fuente de la vida; fuera de El no hay vida, nada puede existir. Por otra parte, San Pablo, en la segunda lectura, alaba a los primeros cristianos de Tesalónica, y con ellos a todos los que actualmente viven la fe como ellos, por la perseverancia en seguir a Jesús, fuente de vida, a pesar de las tribulaciones y persecuciones que sufren. Recordemos aquellos hombres y mujeres que, coherentes con su fe, han sido asesinados (verdaderos mártires) por defender la vida física, social y espiritual de muchos pobres y marginados. Pero, donde aparece más clara la idea de la fe como fuente de vida es en el Evangelio de San Juan de hoy: …quien crea en mí “de su interior correrán ríos de agua viva”, para que otros beban la vida. En nuestros días crece el interés por la vida: se lucha contra el hambre; se organizan campañas contra la pena de muerte y la tortura; se llevan a cabo amplios programas de sanidad y de educación entre nosotros y entre aquellos hermanos nuestros pertenecientes al llamado tercer mundo, es decir, las naciones subdesarrolladas que forman más de los dos tercios de la humanidad. A pesar de todo, continúan existiendo situaciones de muerte. Juan Pablo II en su Encíclica “Sollicitudo Rei Sociales” nos dice que el panorama mundial es negativo. La muerte por el hambre, las guerras, las torturas, la ignorancia, la falta de fe… domina a muchos pueblos que claman y apenas son oídos. Quizás el egoísmo ha endurecido nuestra sensibilidad y sólo somos capaces de preocuparnos de lo que afecta a nuestro propio bienestar. Pero, gracias a Dios, no todos reaccionan en sentido negativo. Hay miles de hombres y mujeres, nuestros misioneros, que renunciando al bienestar de sus propios hogares y ambientes, lo dejan todo, como buenos discípulos de Jesús, y le siguen para hacerle presente entre los más amenazados por la muerte. Trabajando y exponiéndose por defender la justicia social; abriendo y manteniendo dispensarios y hospitales; fundando escuelas y universidades; abriendo iglesias… proclaman, defienden y exigen los medios justos que hagan posible la vida física, la vida social, la vida intelectual y, como fuente y fuerza de todas ellas, la vida espiritual. Porque es cierto que en la medida que se descubre y se vive la vida divina en cada uno, comprendemos y nos esforzamos para que la vida en todos sus aspectos sea posible a cada persona. Nuestros misioneros son, ciertamente, los servidores de la vida. Es necesario apoyarles. Más aún: es nuestra obligación. No se trata de dar una limosna de lo que nos sobra para las misiones: se trata de dar algo de lo nuestro, renunciando, si fuera necesario, a tantas comodidades en el vestir, en el comer, en la diversión… para que muchos hermanos nuestros, amenazados de muerte, tengan posibilidad de una vida digna. Hagamos que todos puedan escuchar y aceptar la invitación que Jesús hacía a los judíos de su tiempo y que continúa haciendo a cada uno de nosotros. “Si alguno tiene sed (sed de vida), venga a mí”. El que cree en Jesús tiene la vida. Seamos justos, más que generosos, a favor de nuestros misioneros. Agradezco vuestro interés, vuestra oración y vuestro apoyo económico, en nombre de tantas personas a quienes se niega el primer y más fundamental de los derechos: el derecho a vivir. Málaga, Octubre de 1990. Autor: Mons. Ramón Buxarrais Más artículos de: Cartas Pastorales Mons. Buxarrais «Que los niños cristianos se habitúen a compartir la fe con otros niños»«Millones de hombres esperan al Redentor» Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir